viernes, 1 de marzo de 2013

Cuarenta y nueve.


Mis padres se conocieron a los 17 años.
Ella era una niña bien con camisita y canesú, que escuchaba a Los Pecos y en vez de puntos ponía corazones encima de la letra "i". Él era un macarrilla del tres al cuarto motorizado, con chupa de cuero, guitarra a cuestas y con el sueño de formar parte de una banda de Rock and Roll. Su juventud... bueno, su historia de amor transcurrió durante los mitificados años 80 y todo lo que ello conlleva. La muerte de Franco hizo estallar los deseos de libertad de la juventud española, lo que acabó convirtiéndose en la movida con iconos como Alaska o Almodóvar. Los Sex Pistols cantaban "Anarquía" en el Reino Unido, John Lennon era asesinado, el sida es extendía por todo el mundo, los Stones lanzaban "Start Me Up" y en España, se legalizaba el partido comunista. El mundo giraba y giraba entre amenazas de ataques nucleares en plena Guerra Fría y el afloramiento de la cultura underground.
Mientras tanto, dos jóvenes veinteañeros se enamoraban en una pequeña ciudad bañada por el mar al norte del país. Mi madre siempre me cuenta que mi padre le escribía canciones en servilletas de papel para aparecer una noche cualquiera cantándoselas debajo de su ventana; esas servilletas de papel, guardadas todavía en una cajita de madera, son su tesoro más preciado... La transición española se veía amenazada por el 23-F y también su amor se veía amenazado, pues los padres de una niña bien no aceptaban que esta fuera detrás en una moto, ni fumara canutos en los antros de la ciudad. Mi padre había logrado su sueño y tocaba una Strat de segunda mano en una banda de Rock and Roll tan del tres al cuarto como él...
El día que mi abuela le prohibió a mi madre volver a verle coincidió con el día del primer concierto de mi padre, en un garito llamado La Cueva que ya no existe en la actualidad. El concierto llevaba media hora empezado cuando mi madre consiguió fugarse de casa, y estaba acabado cuando apareció por la puerta del garito. Fue en ese momento cuando mi padre agarró su guitarra, se volvió a subir a la pequeña plataforma que hacía de escenario y preguntó: 
"¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?"
Nueve años después, nací yo.

La chica de los gatos.

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