jueves, 31 de enero de 2013

Veintisiete.


Querida amiga, que a mi también me han roto el corazón, pero aquí sigo. Con mis días buenos y malos, pero sigo. Con sonrisas y alguna que otra lágrima, pero sigo. A palos, sí, pero sigo. Porque ser valiente no es luchar y aferrarte a alguien con todas tus fuerzas, o pasar las noches en vela llorando esperando a que regrese...
Las verdaderas valientes somos las que sabemos decir "Hasta aquí", y poner fin a las mentiras, a la angustia, al sufrimiento... A ese cúmulo de cosas que llegan cuando el amor se va. Porque tarde o temprano se irá, y es algo que hay que saber aceptar. Las fuertes no son las que perdonan una y otra vez, las que hacen mil cosas por recuperar a esa persona e intentan por todos los medios hacerle el boca a boca a sentimientos que hace tiempo que están muertos...
 Las fuertes de verdad somos las que decidimos marcharnos. Las que aprendemos a olvidar, aún sabiendo lo que eso cuesta. Las que nos levantamos de la cama sin él y afrontamos un nuevo día con la mejor sonrisa. Las que sabemos que si realmente quiere volver, volverá. Y que si no vuelve jamás habrá merecido la pena. Porque sentir dolor es inevitable pero sufrir es opcional. Y somos de las que decidimos no sufrir. De las que sabemos que merecemos ser felices.
Y eso no significa que queramos menos que las demás, simplemente tenemos un secreto que hemos aprendido con el tiempo y las decepciones: querernos a nosotras mismas por encima de cualquier cosa. Porque, si no lo haces, estás perdida. Y ya vendrá otro que te haga vibrar de nuevo, porque tienes toda la vida para encontrarle. Así que no desesperes. Que a tu lado tendrás siempre lo que te mereces, que no es poco. Y él ha demostrado ser bastante menos que eso. Y es que, querida amiga, como podría yo explicar que la pena dura tanto como quieras tú seguir llorando...


La chica de los gatos.

miércoles, 30 de enero de 2013

Veintiséis.


Empezó en otoño y duró casi hasta la primavera. A medida que el año se iba volviendo cada vez más oscuro y frío, ella se hacía cada vez más débil. Terminó por mover su cama al lado de la ventana, intentando acariciar la luna antes de que se volviese loca. Desde allí observaba pasar a la poca gente que salía a tirar la basura, las nubes, los árboles moverse, el gato de la vecina peleándose por volver a entrar en casa... Era cuestión de acoplar ese espacio que antes llenaban litros de inconstanteces...
Y terminó. Casi sin que se diera cuenta. Dejando, mientras pisaba con sus converse negras de charol el suelo de piedras, una extraña sensación de alivio que se acompañaba por un enorme vacío. Que se olía, que se notaba, que se sentía... Monipenny sabía que habían cambiado cosas desde que no se miraban. Y eso que le gustaba mirarle y perderse en sus rizos, que se largara por las mañanas sin ni siquiera compartir un sorbo del té. Recordaba como a él le gustaba abrazarla y quitarle la ropa. Matarla a cosquillas de vez en cuando. Hablar de cosas banales y que parecieran importantes.
El asiento de la parada del autobús ahora se había deshelado. Lo que son las cosas, ya no le regalaría una mirada ni aunque fuera el dueño de su universo.

La chica de los gatos.

martes, 29 de enero de 2013

Veinticinco.


Os hablo en serio. Nunca me gustó criticar a la gente sin saber o sin conocer, pero la verdad es que no puedo negar que si estoy hablando en grupo con mis amigas y una cuenta una historia de, ya sabéis, una amiga de una amiga de su prima que el mismo día que dejó a su novio besó a tres chicos diferentes, yo siempre sería la primera en decir: "¡pues vaya zorrón!".
Pero eso se acabó. Porque si a conocerte le puedo atribuir algo bueno, es que me has cambiado la manera de ver las cosas. Me has hecho aprender. Aprender a base de ostias, lo que se dice un aprendizaje puro y duro. Aprender la cantidad de gilipolleces que uno llega a hacer por amor, lo ciega que te vuelves y lo distintas que ves las cosas a como son en realidad. Estás en tu propio mundo, a tres metros sobre el cielo como dice el libro, pero no te conformas solo con quedar ahí sino que quieres ascender más y más cada vez... Sin ser consciente de que la ostia que te darás al caer luego, será mucho mayor...
Porque todo lo que sube baja, y en esta caso lo suele hacer de golpe. Porque las cosas cambian, y nadie nos va a venir a preguntar si queremos que cambien o no. Y porque, ¿para qué nos vamos a engañar? hay demasiado hijo de puta por ahí suelto, gente que ha sentido demasiado y que ahora prefiere no sentir, o gente que ni siquiera ha sentido nunca, ese tipo de gente que si se cruza en tu vida inevitablemente te hará daño. Pero, ¿sabéis qué? No les culpo. Ni les juzgo. Porque si ahora mismo escuchara otra vez la historia de esa chica, en vez de criticarla, la aplaudiría. Porque si yo pudiera elegir, también elegiría no sentir...


La chica de los gatos.

lunes, 28 de enero de 2013

Veinticuatro.


A Amanda siempre le atraen las personas que no deberían. Y no hablo de una atracción física, que también, y a veces es inevitable. Lo que para ella resulta irresistible es el mundo interior, la sensualidad y, sobre todo, la creatividad. Cualquier persona creativa, que escriba, se dedique a la música o pinte cuadros, por ejemplo, llama poderosamente su atención. Y es verdad que se trata de personas diferentes y su punto de vista de las cosas resulta muy atractivo, precisamente por eso, porque ven lo que nos demás no estamos acostumbrados a ver.
El problema es que, como genios que son, estas mentes creativas viven a menudo atormentadas, que también es inevitable. Y aquí entra la parte de "no deberían". Muy pocos son capaces de soportar sus temporales personales, así que siempre se encuentran solos sujetando su paraguas bajo la tormenta. Amanda dice que por eso se fijó en Mario. Aunque yo cada vez que los veo juntos no puedo evitar pensar que, en realidad, fue al revés: Amanda es la que ve mundo todos los días con ojos nuevos, la que tiene los viernes como día favorito y la que coloca ases de corazones bajo la cama para reforzar su amor. Seguramente, hasta tiene su propia banda sonora.
Y entiendo que Mario la encuentre irresistible.
A mi a veces me gustaría ser como ella.

La chica de los gatos.

domingo, 27 de enero de 2013

Veintitrés.


Sé que no soy perfecta. No soy la clase de niña perfecta que sigue las normas al pie de la letra. Cometo los errores que nunca hayas visto, tropiezo tres veces si es necesario con la misma piedra porque lo necesito, o tal vez no, pero me levanto con dos cojones. Casi siempre consigo lo que me propongo, y si no lo consigo, tranquilo que ya lo conseguiré. Si estás pensando lo que yo creo... no, no te mostraré tan fácilmente mis penas y jamás lograrás verme llorar, jamás. Porque como en esta cabecita se meta algo, difícil será que lo consigas sacar...
Soy indecisa, atrevida, arriesgada y demasiado dura por fuera, pero por dentro ni te imaginas lo que guardo. Soy como un libro cerrado que no hay más que mirar la portada para saber de qué trata. Soy... puff... ¿cómo decírtelo? Soy la soñadora de tu mente, la más idiota, a la que no le importa esperar por tus besos, soy... Soy la persona que más te quiere y te querrá en este mundo, ¿lo entiendes? Sé que es difícil de creer, el típico tópico de amor, pero no. No es así, te lo digo porque lo siento, y ¿sabes? siempre que lo siento, te lo digo, siempre.

La chica de los gatos.

sábado, 26 de enero de 2013

Veintidós.


Ya no tengo ganas de nadie.
Ésta debe ser otra fase de lo de enamorarse. Ya he pasado la de cometer errores, la de intentar corregirlos, la de llorar, y ahora debo estar en la que asimilo todo y me canso. Me canso de ti y de todos. De ti y de todos. No encuentro las ganas de dar explicaciones. Aunque tampoco quiero. Claro que querer... ya no sé lo que quiero. Ya no sé que tipo de aire respiro. he perdido mis bragas favoritas, no recuerdo cuales eran. Y lo peor es que no tengo un plan. Yo siempre guardo ases debajo de la manga, por si algo se estropea tener un parche y arreglarlo. Habrá sido la lluvia o yo que sé, pero ya no me quedan parches. Ni parches, ni libido cuando me pienso contigo.
Ahora sólo me pregunto qué pasará luego. Qué número saldrá en el dado y cuándo saltaré a la otra fase. No es que me muera de ganas, a lo mejor la siguiente es peor. pero mientras más avance, antes terminará todo esto. Es la única esperanza que me queda. Saber que no es para siempre. Que cuando llegue al último nivel y lo pase, si aguanto, la pantalla se apagará como en los juegos nuevos que anuncian por la caja tonta y podré tumbarme en el sofá sin derramar ni una maldita lágrima, sin sentir que me estoy pudriendo, sin tener que silenciar el teléfono ignorando a todos esos que llaman y no son tú. Y no son tú.

La chica de los gatos.

viernes, 25 de enero de 2013

Veintiuno.


Si ella fuera más valiente ahora mismo se levantaría de su cama, cogería su teléfono y marcaría nueve números que se sabe de memoria. Cuando él contestara, antes de que pudiera decir nada ella comenzaría a disculparse. Le diría que le gustaría no haber hecho nada de lo que hizo, que sentía haber estado cosa de diez años sin dar señales de vida, que no había dejado de pensar en él ni un segundo, que le echaba muchísimo de menos, que le quería, que siempre lo había hecho. Y él, que no ha cambiado nada en estos años, le diría que la perdonaba; claro que la perdonaba, él siempre la perdonaba todo, porque en el fondo lleva algo así como toda una vida enamorado de ella. Lo más probable es que hubieran decidido quedar, para reencontrarse, tal vez en alguna cafetería, aunque en el fondo los dos se morían de ganas de ir a su banco. En algún momento ella le habría llamado Toño, y él no habría podido evitar sonreír porque ya nadie le llamaba así. Debido a la nueva valentía de ella, por primera vez en su vida, habría sido capaz de confesarle que no huyó de él, sino de sus propios sentimientos, que salió corriendo al darse cuenta de que se estaba enamorando de él. Y entonces él, le habría agarrado de la barbilla y le habría dado el beso que lleva una década esperando.
Pero, si ella fuera más valiente no habría salido corriendo hace diez años. No, ella no es valiente, u tampoco sabe que él la quiere, así que no llama, se queda ahí, tirada en la cama, mirando al techo y pensando en él, con el cenicero cada vez más a rebosar de colillas.

La chica de los gatos.

jueves, 24 de enero de 2013

Veinte.


Llevo mucho tiempo pensando en quién tuvo la culpa y ya comienzo a entenderlo: las matemáticas tuvieron la culpa de todo lo que nos pasó. Si nunca nos salieron las cuentas no fue por nuestra culpa sino por los caprichos de los números al cruzar nuestra existencia. Cada 2 por 3 nos empeñábamos en dejarnos a medias, como un quebrado. Yo sólo trataba de sumarle a nuestro colchón algunos suspiros pero es algo que no funciona si le restas importancia a los sentimientos. El 69 no era un múltiplo de los mejores días y al final fue imposible. Yo me empeñaba en llevarte flores 9 días por semana y sólo daba contigo cada 30 de febrero. El denominador común de nuestra relación fueron los malentendidos al cuadrado y las probabilidades de fracaso cada vez mayores. Así que lo dejaré aquí, porque me temo que no hay teorema que pueda dar solución al problema que hay entre tú y yo, hay demasiadas variables.

La chica de los gatos.

miércoles, 23 de enero de 2013

Diecinueve.


- ¿La quieres?
- Sí, bueno, ella es guapa.
- ¿Eso es todo?
- Eh... ¿qué más quieres que diga?
- ¿Cómo que "qué más quieres que diga"?
- ...
- Yo no te pregunto si te gusta. Yo te hablo de amor. ¿Y tú me dices que es guapa? ¿Guapa? No te estoy preguntando si te gustan sus labios suaves, ni sus ojos chispeantes. No. Lo que quería que me dijeras, es que la quieres.
Que te gusta todo de ella. Sus defectos, los peores.
El sabor de sus lágrimas cuando no puede más. El olor de su pelo cuando la abrazas para besarla en el cuello. Y cuando yo digo la palabra amor, no lo asocies con otro tipo de palabras, por favor. No me interesa saber cuántas veces compartes noche con ella. No me interesa. Hay unas palabras para hablar de ella, ninguna palabra que sea falsa. Ni una de esas viejas palabras que hayas oído en algún cine. No así...
A veces no hay palabras. Sólo miradas. Gestos. Más miradas. Luego una sonrisa. Que dura porque tienes tu mano puesta sobre su piel. Porque en su bolsillo ha encontrado un papelito que ponía 'Te quiero' mientras ella se daba la vuelta. Porque los días pasan demasiado rápido cuando ella está allí y cuando no quieres que se marche, porque no puedes soltar su mano. No quieres. Y cuando piensas, pero no le dices, que cada minuto sin ella es inútil.
E incluso cuando parece que no va bien. Cuando sus ojos se humedecen, aparecen las lágrimas. En el momento de una discusión, cuando te lanza palabras horribles, gritos de odio. Entonces perdónala. Y empieza desde cero. Y dile, grítale 'te quiero'. Eso es el amor. No es un juego, es demasiado peligroso. ¿Ves? De esto es de lo que te hablo.


La chica de los gatos.

lunes, 21 de enero de 2013

Dieciocho.


- Has cambiado...
- ¿Qué pasa? ¿Es que no puedo cambiar?
- Es que antes...
- Antes, antes, siempre antes... Tú tampoco eres el chico del que yo me enamoré, pero busco en ti y siempre acabo encontrando algo de lo que volver a enamorarme. Tienes que decidir si te quieres enamorar del presente, o si te vas a ir con mi pasado...
Se tumbó, me acercó a su pecho, y 3 segundos después me besó como nunca.


La chica de los gatos.

domingo, 20 de enero de 2013

Diecisiete.


- Lo nuestro se quedó en un casi...
- No, esto no ha hecho más que empezar. ¿Me esperarás?
- Sí, pero algún día me iré de esta isla y tu oportunidad se irá en el mismo avión en el que yo vuele.
- Sabes... yo me iré contigo y con nuestra oportunidad.

La chica de los gatos.

sábado, 19 de enero de 2013

Dieciséis.


Corrimos demasiado. Quisimos a galope, y esa es la mejor forma de querer para verlo perderse en cualquier esquina de la historia. Si al menos hubiéramos sabido hacía donde corríamos... Y ya no quedó más tiempo para cambiar las líneas de las manos, ni área de descanso donde recurrir al mapa. Sólo besos paliativos, urgencia, adicción. Y entender que no, y dejarnos precipitadamente, a galope. Y no volver a conducir por tus arterias y salir del hielo volviendo a llamar, pidiendo un nuevo asalto. Decías: "la madera siempre quiere arder".
Por mi memoria pasan ahora los buenos momentos, como una manada de elefantes tristes que tardan horas en salir de nuestra vista, y no acierto a saber si fue amor o ganas de arder, ni por que nuestro futuro siempre estuvo tan mal peinado. Si la palabra nosotros alguna vez rimó con sosiego, si busco en otras bocas lo que tuve contigo o lo que no llegué a tener...

La chica de los gatos.

viernes, 18 de enero de 2013

Quince.


Al caer y volver a levantarte, al fracasar y volver a comenzar, al seguir un camino y tener que torcerlo, al encontrar el dolor y tener que afrontarlo, a eso no lo llames adversidad, llámalo sabiduría. Al sentir como todo se derrumba y ser impotente, al fijarte una meta y tener que seguir otra, al huir de una prueba y tener que enfrentarte a ella, al planear un vuelo y tener que recortarlo, al aspirar a algo y no poder, al querer y no saber, al avanzar y no llegar, a eso, no lo llames castigo, llámalo enseñanza. Al pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía, a eso, no lo llames rutina, llámalo experiencia.

La chica de los gatos.

jueves, 17 de enero de 2013

Catorce.


- Me gustaría hablar contigo...
- ¿Sobre qué?- preguntó preocupado.
- Sobre cualquier cosa, solo deseo oír tu voz, tus opiniones. Ver como mueves la cabeza cuando te despeinas, como abres los ojos cuando cuentas algo sorprendente, o como estás a punto de cerrarlos cuando te hacen reír. El tema del que hablemos no es importante, lo importante es que sepa aguantarme sin hacer lo que llevo tanto tiempo deseando hacer.
- ¿Y qué es lo que deseas hacer?
Ella se quedó mirando sus ojos. No sabía si debía hacerlo o si no. Por una parte, deseaba decirle cuanto le deseaba, pero por otra, tenía miedo a que él desapareciese de su vida. Pensó, se planteó decírselo, y cuando fue a decir las palabras mágicas, él la cortó:
- Yo también te quiero.
- ¿Qué?
- ¿No ibas a decir que me quieres?
- ¿Cómo... cómo sabes eso?
- Porque desde hace un tiempo, me fijo en tu manera de mirarme, en tu manera de tratarme, de hacerme reír casi siempre, o de dejarme desahogarme si es necesario. Me fijé hace un tiempo, que tu manera de tratarme era tu manera de tratar a alguien especial. Tus ojos brillan cuando me miras, y eso quiere decir que tienes una ilusión o un sueño... No sé, pensé que me querías, pero veo que es lo que haces normalmente, o sin darte cuenta...
- ¡No, no! Has acertado... Pero... ¿por qué me lo dices ahora, si llevas un tiempo sabiéndolo?
- Porque cuando le conté a tu mejor amigo que te quería, él me dijo que hablase contigo. Quise hacerlo, pero tenía temor a que me rechazases o algo parecido. Sé que no soy el tío perfecto, y sé que no soy atractivo, pero me gustas, me gustas mucho.
- Ese temor lo llevo teniendo yo desde que te empecé a querer. Y posiblemente no seas el tío perfecto, pero ¿sabes qué? La perfección no es ser perfecto, sino valorar lo bueno y lo malo de la persona que quieres, aceptarlo, y quererlo así. A mí me pareces atractivo, y bueno, quizás tengas defectos, pero... ¿quién no los tiene?
El le cogió de la cintura, le arrastró hasta ponerla frente a él, y la besó. Luego, él la miró y le dijo:
- Posiblemente tengas razón con lo de la perfección, pero para mi eres perfecta. Me gustas así, con tus mofletes sonrojados, con tus ojos verdes al sol marrones a la oscuridad, con tus sonrisas hasta en los días más oscuros, con tus ganas de ayudar.
- Pues... ¿sabes qué? Siempre he pensado que los príncipes azules no existían...
- Y... ¿qué me quieres decir con eso?
- Que supongo que tú serás el de color verde pistacho...

La chica de los gatos. 

miércoles, 16 de enero de 2013

Trece.


Decían que amar era volar. Nos conocimos por casualidad, por probar una nueva línea aérea y la curiosidad de unas risas compartidas.
En tierra pasamos de largo la puerta de embarque y no nos dimos cuenta del despegue. Viajábamos a la velocidad de crucero en un cielo de sábanas blancas y gemidos. Dejamos que la pasión pusiera el piloto automático y volcamos las manos en otras batallas. El vuelo fue precioso, por fin un acompañante de vuelo.
Mucho peor el aterrizaje. Desatendimos las normas en caso de fallo y sin chaleco salvavidas nos ahogamos en un mar de dudas.
Llegó un momento en que empezamos a viajar a 600 malentendidos por hora. No hará falta buscar la caja negra entre el fuselaje para conocer las razones de nuestro fracaso.
Supongo que tenía razón esa canción que hablaba de que un hombre y una mujer son como aviones de papel: vuelan por un tiempo pero al final tiene que caer.
Pero siempre hay más aeropuertos, siempre se puede aterrizar de emergencia en otro presente, en otros ojos... Ahora que te tengo enfrente quiero preguntarte si por algún casual aceptarías ser mi copiloto. Prometo que volaremos. Ya negociaremos otro día el aterrizaje.


La chica de los gatos.

martes, 15 de enero de 2013

Doce.


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera y me basta con cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar. Hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre otras, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara, y que, por un azar que no busco comprender, coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos. Las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo, mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos. Y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo me siento temblar contra ti, como una luna en el agua.

La chica de los gatos.

domingo, 13 de enero de 2013

Once.


Se relaja y trata de disolverse en un sueño agitado, pero más reconfortante que los que había tenido las últimas noches. A mitad de la noche se despierta, aterrada y fría, esa angustia otra vez apoderándose de su cerebro, pintándolo de sombras. Algo raspa dentro de ella, miedo, pánico que se infla con cada inhalación. La vienen a buscar, la raptan de la vida triste que había jugado con su cuerpo más de una vez. No quiere ver, se tapa los ojos con ambas manos, extrañando paz, se seca la transpiración de su cara. Se viste torpe y apresuradamente, necesita más que nunca salir de su habitación.
Sus padres en el otro cuarto no se enteran de que su hija ha conocido la locura. Parece que en sus estrechas vidas la ausencia permanente de este ser melancólico no es suficiente. No ven sonrisas y no se preguntan por que. Es más importante la mancha de aceite en el pantalón, que la mancha mortal que lleva pegada ella. Definitivamente no es común que una muchacha de 15 años duerma con la luz encendida, y que deambule por la calle asustándose con cada ruido.
Sale a la ciudad, camina en cualquier dirección buscando un sitio en el cuál poder tomar algo. Hay un bar a dos calles de su casa que posiblemente esté abierto, y en el que posiblemente estén las desgraciadas víctimas del desasosiego. En el trayecto se enciende un porro, lo disfruta, o al menos de eso se trata. Se va por el cielo estrellado, por la noche preciosa y por la luna brillante. Para ellos no es un mal día. Inesperadamente le contagian un poco de bienestar. Es increíble sentir cómo el cuerpo se relaja. El tiempo pasa y su corazón no se entera. Está detenida en una esquina, mirando el cielo, buscando respuestas.

La chica de los gatos.

sábado, 12 de enero de 2013

Diez.


Miradnos, corriendo de un lado a otro. Siempre con prisas, siempre llegando tarde. Somos la raza humana, siempre compitiendo, aunque lo que más ansiamos en este mundo es conectar con otros. Para algunos eso ocurre a primera vista, es cuando sabes que lo sabes, es el destino destilando su magia. Y es genial para esas personas, viven como en un cuento de hadas, van directos, como cuando viajas en un tren expreso.
Sin embargo, eso sólo les ocurre a unos pocos, para el resto de la humanidad vivir es menos romántico, suele ser complicado y liado, se rige por meteduras de pata y oportunidades desaprovechadas y sobretodo por no ser capaz de decir lo que necesitas decir cuando debes decirlo.

La chica de los gatos.

jueves, 10 de enero de 2013

Nueve.


Aquí estoy. Apoyada en el mismo banco donde me dejaste. Con la palmadita que me diste aquí, en mi hombro, y la mirada puesta por donde te fuiste. Sí, aquí sigo. Esperándote. No me he ido, es sólo que tú no vuelves. Nadie dijo nada de querer esperar o de pretender volver. Pero en cuanto te fuiste supe que el primero era el papel que me tocaba en esta historia. Que no podría hacer otra cosa hasta que volvieras. Esperarte y desear que tú hayas comprendido cual es tu papel. Porque yo voy a cumplir mi misión. Ésta que alguien ha grabado a fuego en mi corazón. Y si no vienes, si no eres tú quien se acerque, al menos que sea tan parecido a ti que mi corazón cansado de esperar no se de cuenta del cambio.

La chica de los gatos.

miércoles, 9 de enero de 2013

Ocho.


Me aburre la monotonía y la calma. Si no eres intenso en cada cosa que haces, no tendrás ninguna oportunidad conmigo. Si no haces que quiera volver a mirarte por algo que llame la atención de ti, no alentarás mi curiosidad. Mírame con fogosidad. Pasa un dedo por mi brazo como si sólo tuvieras un segundo para conocer el terciopelo más lujoso. Hazme bailar entre tus brazos como si fuera nuestra última noche. Déjame sin palabras y sin respiración. Sé original. Yo sólo quiero lo especial y no pararé hasta encontrarlo. Si eres tú, demuéstramelo.

La chica de los gatos.

martes, 8 de enero de 2013

Siete.


No quiero mi corazón, cariño. ¿No ves cómo él me lo dejó? Me lo voy a arrancar y a abandonarlo en alguna gasolinera lejana. No, mejor. Me iré a algún paraje desierto y lo tiraré lejos de mi. ¿Qué quieres recogerlo? Entonces hazlo y cúralo, dale mimos hasta que brille. Si lo traes de vuelta... si vuelve perfecto como un boomerang, entonces lo cogeré de nuevo, si, y prometo que será tuyo para siempre.

La chica de los gatos.

lunes, 7 de enero de 2013

Seis.


Demasiado tú y demasiado poco yo. Y no molesta. Ni asusta. Sensación de cambio, de transición, de tiempo transcurrido. Y, si todo sigue igual, ¿por qué ahora? Y aquí vuelve mi yo. Todos esos razonamientos y explicaciones que siempre me han acunado. Esas que siempre explican mis pasos y mi mundo. Todo igual y lo único que ha cambiado en mi vida eres tú. Antes otros, ahora tú. Y cambio. Quizá, por pura lógica, todo tenga que ver contigo. Tú eres mi virus. Sólo tú haces que mi sistema inmunitario deje de funcionar, quizá simplemente se rinda, o... o se aparte encantado de que llegues por fin. Pero el cambio está ahí. Quizá has llegado en el momento oportuno. O quizá estaba condenada a ser la de antes hasta que quisieras aparecer.

La chica de los gatos.

domingo, 6 de enero de 2013

Cinco.



Deja que busque tus piernas, que me asegure contra ellas y las trepe hasta alcanzar tu regazo. Deja que suba tu tripa peldaño tras peldaño. Que sortee las curvas, que resbale por tu ombligo. Que me agarre a tus brazos y así me ice hasta los hombres. Que me siente allí, pero sólo para descansar un momentito. Porque entonces me esconderé tras tu cuello y treparé por la nuca, para acomodarme entre tu pelo. Para buscarte la profundidad de las ideas y quedarme allí para siempre. Para que nunca dejes de pensar en mi. Para que pueda regalarte sonrisas todas las mañanas y caricias todas las tardes. Y susurrarte cada brisa del atardecer y que ni ella ni nadie me pueda sacar de tu cabeza.

La chica de los gatos.

viernes, 4 de enero de 2013

Cuatro.



Llegó en el momento desafortunado, supongo. Aún así, tuve una oportunidad. Bueno, realmente y siendo sincera, tuve muchas y las desaproveché todas. A veces pienso que si ocurrió así fue porque no tenía que haber pasado. Claramente no soy persona que pueda vivir obligada. Dicen que nací para ser pájaro, más aún, que debí ser aire en otra vida. Quizá sólo estábamos destinados a marcarnos la vida el uno al otro, sin más. Pero ahora esta alma encerrada en un corazón que no para de latir furioso, está atormentada. Dolorosamente, confusa de amor. Entre culpa y resignación. Y sé que esta es mi condena y bien merecida. O quizá nada más que mi enseñanza. Te escribo esto porque sé que cuando llegues querrás conocerme igual que yo a ti. Y entonces tendrás que saber que él estuvo antes que tú y que marcó mi vida y transformó mi cabeza. Pero que fue bueno y que gracias a él te trataré bien y seremos felices. Porque soy capaz de amar y es gracias a él que lo sé.


La chica de los gatos.

jueves, 3 de enero de 2013

Tres.



C A M B I A R... Esas típicas frases: -"No voy a cambiar. Me va a tener que querer como soy", -"Soy así y ¿qué?", - "No me importa lo que piensen de mi".
Cambiar es precioso,
cambiar es sentir nuevos aires, sentir ya no ser la misma persona. Cambiar es algo que se hace (o que se tendría que hacer) por uno mismo, no por los demás. Proponerse algo es lo más satisfactorio para el alma y para la mente. Que tu alma siente algo, y que quieres que tu mente piense como siente tu alma.

miércoles, 2 de enero de 2013

02 - Aquí sigo.



Buenos días a todos. Hoy pongo una foto de las que puede que sean las tres cosas más importantes que he aprendido en 2012, por no decir las más importantes. Creo que si en este año las pongo realmente en práctica, las cosas me van a ir bastante mejor de lo que me han ido en 2012. Sin mucho más que añadir, os dejo un texto que me encontré en un blog hace algún tiempo con el que me sentí bastante identificada, y con el que más de una podría hacerlo también;

"Voy tranquila en un ascensor, y al llegar al piso tres se suben dos chicas aparentemente de la misma edad, pero tan diferentes como el agua y el aceite. Una de ellas se parece bastante a mi. La que esta más cerca parece una chica lista e inocente, con unos vaqueros y un jersey sencillo, y va escuchando a todo volumen una canción antigua, de los sesenta o setenta, una lenta. La otra, lleva una falda más que corta, con una camiseta que tampoco peca de larga y que enseña muy bien lo que tiene que enseñar, se nota que es una chica dura y fría; como la otra, va escuchando música a todo volumen, pero en cambio ella escucha rap. Cuando finalmente llego al piso donde debo bajar, y voy a salir, me doy cuenta de que las tres somos la misma persona. Entonces me pregunté ¿quién quieres que sea? porque yo no puedo vivir como tú, con una personalidad para cada día, no puedo. Yo tengo claro quien quiero ser, ahora dime tú quien quieres que sea y cambio mi vida entera, dime que es lo que quieres, porque yo lo tengo claro: te quiero a ti. Pero la verdadera pregunta es, ¿tú me quieres a mi?"

La chica de los gatos.

martes, 1 de enero de 2013

Año nuevo, blog nuevo.



Bueno, como bien indica el título, año nuevo, blog nuevo. Mi propósito para este año es ser constante, así que, ¿por qué no empezar escribiendo día a día? Antes solía hacerlo en mi fotolog (quiieresunpiin_x), pero por circunstancias lo dejé. Así que nada, espero ir llenando esto poquito a poquito, y que lo lea alguien más que yo.
Nada más, por hoy aquí lo dejo, que ya no son horas.

La chica de los gatos.