martes, 30 de abril de 2013

Ciento veinte.


Existe una línea muy fina entre el amor y el odio. El amor libera el alma, pero en el esfuerzo la puede asfixiar. Yo caminaba por esa cuerda floja con toda la gracia de un elefante; la cabeza me pesaba hacia el lado del odio, el corazón me equilibraba hacia el lado del amor. Era un trayecto inestable y me solía caer, a veces durante largos períodos de tiempo, pero nunca me demoraba demasiado.
Te propongo inventarnos de nuevo. Deshacernos los dos de lo que fuimos. Ser viento y tierra, agua y árbol, río y piedra. Y en esta materia inútil que nos ata, encontrar la palabra final que nos libere. Todo ese cuento. Lo que creemos, lo que conocemos, lo que recordamos e incluso lo que soñamos. Todo es un cuento, una narración, una secuencia de sucesos y personajes que comunican un contenido emocional. Un acto de aceptación, aceptación de una historia que se nos cuenta. Sólo aceptamos como verdadero aquello que puede ser narrado.
A veces buscamos lo que todavía no estamos preparados para encontrar. ¿Por qué será que algunos secretos te ahogan, mientras que otros te acercan a los demás de una manera que no querrías perder? Perder el sentido de los días, de las noches, del fluir del tiempo, la ausencia de citas, comer y beber tan solo cuando se siente la verdadera necesidad de hacerlo, vivir sin problemas, discusiones o celos. Pero no hay que asombrarse: el alma siempre sabe elegir la mejor banda sonora. Y las canciones no llegan nunca por casualidad. Como la verdad, por otra parte busco respuestas y, en cambio, sólo obtengo preguntas.
Soy fácil de entender, no me gusta tener delante lo que no puedo alcanzar. Había tomado mi decisión, lo había hecho incluso antes de haber sido consciente de la misma y me comprometí a llevarla a cabo hasta el final, porque para mí no había nada más terrible e insoportable que la idea de separarme de él. Me resultaba imposible. Quizás el tiempo que habíamos pasado separados había bastado para que no me aburriera todavía, pero nada de esto me importaba. Me sentía mucho más feliz fantaseando. Permanecí quieta apoyada sobre la pared, memorizando su rostro otra vez, engañándome...

La chica de los gatos.

lunes, 29 de abril de 2013

Ciento diecinueve.


Quizás os haya pasado en alguna ocasión. Quizás, alguna vez, caminando por la calle os pareció ver entre el tumulto de la gente a una persona a la que quisisteis hace mucho tiempo. Solo fue un instante, un breve destello de luz, pero lo suficiente como para dejar una quemadura en la retina y en el alma. Lo suficiente como para dejarte paralizado en mitad de la acera, sintiéndote a contracorriente de todo. Sin saber muy bien qué hacer o qué decir...
Se te llena la cabeza de recuerdos. Y el caso es que no estás seguro de que se trate de esa persona. Porque primero fue, como digo, un breve instante y en segundo lugar, porque hace tanto tiempo desde la última vez que os visteis, que todos hemos cambiado en ese tiempo. Y tú también aunque, a veces, te niegues a reconocerlo. Y está bien que así sea.
El caso es que entonces uno se queda dudando en mitad de la acera, pensando si no será que ha confundido la realidad con el deseo. Quiero decir que quizás si se trate de esa persona, pero a lo mejor no. A lo mejor uno lo desea tanto que la inventa entre la gente. Desapareciendo y apareciendo. Apareciendo y desapareciendo. Y no digo que quedara algo urgente por decir, algo pendiente. Quizás no sea eso. Quizás sea un deseo inconsciente. Y uno sólo quiere encontrarse con esa persona para decirle cualquier tontería. Quizás para recuperar un retazo de aquellos tiempos en los que éramos eternos y vulnerables. Quizás solo para decir, ¿qué ha sido de ti en todo este tiempo?, ¿qué fue de nosotros?, ¿qué ha sido de mi...?

La chica de los gatos.

domingo, 28 de abril de 2013

Ciento dieciocho.


-Sentada en un parque con unos niños, me hice una herida a mí misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba. Me levantaba la costrilla todos los días para que dejase cicatriz y así no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
-Bueno, como todos los críos, ¿no?
-No. Como todo el mundo. Que el primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender...
-¿Y cuándo te diste cuenta tú?
-Pues cuando dejé de arrascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja sólo quedas tú. Y que lo único que te ata a él es esa herida. Y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo, sino el dolor de la pérdida.

La chica de los gatos.

sábado, 27 de abril de 2013

Ciento diecisiete.


Y me da igual el cómo llegó a mi vida, ni siquiera me importó. Me olvidé de mira atrás, de hacerme preguntas de cómo pudimos llegar tan alto. Solo sé que me siento segura volando contigo, que cuando te ríes conmigo es más fácil quererte. Al fin y al cabo si todo fuera casualidad, dolería demasiado... Aunque no tanto como cuando me quedo inmóvil, observando cómo se te eriza el vello al repasar tu nuca con las yemas de mis dedos. Y sé que cortarías el tiempo al despertar, te girarías para besarme tantas veces como nuestro cuerpo aguantara, y entonces a mí, a mí... se me olvidaría respirar...

La chica de los gatos.

viernes, 26 de abril de 2013

Ciento dieciséis.


El exceso cansa y lo poco asusta. Puede agobiarte una persona pero no poder vivir sin ella, puedes sentirte distanciada pero a la vez querer tu tiempo. Puedes decir que no cuando es que si y aún así rabiarte porque no te entendieron, puedes reírte de las inmensas muestras de cariño de dos personas pero a la vez necesitarlas tú misma, puedes pedir algo que no quieres y esperar a que se den cuenta y no lo hagan. Puedes decirle "nunca" a alguien cuando en su día fue "siempre", puedes cansarte una palabra pero necesitar oírla todos los días.
Eso es la dificultad, ¿qué gracia tienen las personas fáciles, las que son simples de comprender? Prefiero estar buscando toda mi vida a alguien que sepa llegar a mi término medio. Sé que es difícil, y sobre todo llegar al mío, pero tú que entiendes mis manías y mis rarezas sabes que merece la pena. Es mucho mejor parecer imposible de comprender, es mucho mejor para no acabar por aburrir, eso es lo que diferencia a cada persona. Me gustas que seas mi índice, la única persona que sepa ordenar mi cabeza agitada, me gusta que digas la palabra adecuada en el momento adecuado, que no digas ni mucho ni poco. Teniendo eso, lo restante no es nada. Todos mis miedos y dudas permanecían desordenados. Soy enrevesada, pero tú sabes desenredar todo eso. Se necesita paciencia y algo de suerte para encontrarte y poder admitir que, al fin, alguien pudo darme lo que pedía, que no era ni blanco ni negro, saber llegar al término medio.

La chica de los gatos.

jueves, 25 de abril de 2013

Ciento quince.


Te engañé. Anoche, cuando te sentaste a mi lado en la cama, no estaba dormida. Llevo haciendo esto mucho tiempo. Sé que a las doce y trece minutos exactos estás buscando las llaves en tus bolsillos para abrir el portar, a no ser que te retrases (no suele pasar, pero por si acaso echo un vistazo por la ventana para tenerlo todo bajo control). Entonces apago todas las luces de la casa, me meto en la cama, me hago un ovillo y cierro los ojos. Me pongo nerviosa pensando que ya estarás en el ascensor, y noto como me tiemblan los párpados poniendo en grave peligro mi plan. Luego oigo la cerradura, la puerta cerrándose con cuidado, después tus pasos hacia la cocina, tu garganta acabando con todo el zumo de melocotón de la nevera, otra vez tus pasos cada vez más cerca. Y ahí estás, entrando en la habitación... siempre lo haces despacio para no "despertarme", y siempre tropiezas con la cómoda, rompiendo el silencio... pero te tranquilizo con algún ronquido fingido mientras lucho contra mi risa, que quiere estallar de un momento a otro.
Es el momento más feliz del día, cuando te sientas a mi lado en la cama, me acaricias las mejillas y acumulas para mi toda la ternura del mundo dándome un beso en la nariz. Todas las noches tengo mi beso de buenas noches, mi te quiero y nuestros orgasmos. Porque sí, me acuesto en el centro de la cama para que tengas que moverme un poco, me "despiertes" sin querer, y ya tenga una excusa para que nos comamos.
Ya sabes que te lo cuento porque no aguanto tener secretos, pero hazme un favor y finge que te lo sigues creyendo... sigue mimándome como si estuviera dormida cada noche al llegar a casa.

La chica de los gatos.

miércoles, 24 de abril de 2013

Ciento catorce.


-El paso del tiempo... No sé cómo puede haber parejas que resisten a eso, la verdad.
-Bueno... pero las hay ¿no?
-Mmm, no sé... No. Yo creo que todas las parejas tienen su fecha de caducidad, solo que algunas hacen como que no se han enterado, o lo ignoran.
-Yo creo que también es el miedo al fracaso. Y a la vez tienes todos esos tópicos en la cabeza ¿no?, la idea de que el amor no es para siempre, de que el amor se acaba...
-Pero es que... el amor no es para siempre, el amor se acaba. Es inevitable.
-Inevitable... ¿Ves? Odio esa palabra.

La chica de los gatos.

martes, 23 de abril de 2013

Ciento trece.


Voy a comerte la boca a cada milésima de segundo. A clavarte mis pupilas como si fueran chinchetas. Mandaré a mis labios de excursión por tus orejas susurrando palabras sin sonido. Me volveré muda, hablándote con las manos que son las que mejor se entienden. Para el reloj. Me importa una mierda la hora que sea. Voy a quererte hasta la última letra de tu nombre. Porque eso es lo que me apetece hacer hoy. Y todos los días de mi vida.

La chica de los gatos.

lunes, 22 de abril de 2013

Ciento doce.


Llevan toda la vida hablándome de esas cosas del destino y medias naranjas. Si te digo la verdad, no me las he llegado a creer totalmente ni un solo segundo. Son gilipolleces, amor. Así que espero que nunca se te ocurra alejarme de ti con un pretexto tan típico como ese de que no estamos hechos el uno para el otro, porque sabes de sobra que te quiero tanto que me recortaría en pedacitos, y con pegamento volvería a reconstruirme a tu medida... a tu justa medida.

La chica de los gatos.

Ciento once.


ABANDONAR.
(Del fr. abandonner, y este del germ. *banna, orden).
1. tr. Dejar, desamparar a alguien o algo.
2. tr. Dejar una ocupación un intento, un derecho, etc., emprendido ya. En juegos y deportes, u. m. c. intr. Al tercer asalto, abandonó.
3. tr. Dejar un lugar, apartarse de él.
4. tr. Cesar de frecuentar o habitar un lugar.
5. tr. Apoyar, reclinar con dejadez. U. m. c. prnl.
6. tr. Entregar, confiar algo a una persona o cosa. U. m. c. prnl.
7. prnl. Dejarse dominar por afectos, pasiones o vicios.
8. prnl. Descuidar los intereses o las obligaciones.
9. prnl. Descuidar el aseo y la compostura.
10. prnl. Caer de ánimo, rendirse en las adversidades y contratiempos.
Si, no lo pude evitar y consulté el diccionario. Y es que lo nuestro es la historia de un abandonoTodo empezó por casualidad cuando yo abandoné (nº 2) las clases de piano para empezar a jugar algún deporte, y el primer día que fui ¿a quién me encontré de frente? Si a ti, tú ni te acordarás pero así nos conocimos.
Pasaron los meses y abandonaste (nº 4) el polideportivo, que era el único lugar donde coincidíamos, pero ya no nos importó, hacía tiempo que nos habíamos abandonado (nº 7) y es que lo nuestro nunca fue fácil de dominar. Por aquel entonces se me ocurrió la genial idea de abandonar (nº 6) mi corazón y confiártelo a ti, sí, no tengo ni dos dedos de frente, ya lo sabes. Por ti comencé a abandonarlo (nº 8) todo, los estudios, el deporte, el cine, todo lo que formaba parte de mi vida antes de ti. Abandoné (nº 3) totalmente las zonas por donde salían mis amigas, a las que tú no soportabas.
Y, ¿para qué me sirvió todo esto? Una tarde me llamaste para quedar, viniste en bicicleta como siempre y la abandonaste (nº 5) sobre la pared de mi garaje. Pero a la que realmente venías a abandonar (nº 1) fue a mi. Y a partir de ahí comenzó mi propio abandono. Las primeras semanas me abandoné (nº 9), hasta que me di cuenta de que no servía de nada. Han pasado meses y aunque cuido mi aseo y compostura, me he abandonado (nº 10).

La chica de los gatos.

Ciento diez.


-Grítame.
-¿Qué?
-Lo que has oído, grítame, fuerte, muy fuerte. Grítame todo lo que no quiero oír. Todos mis defectos, las cosas que no soportas de mi. Échame en cara todas y cada una de las veces que te hice sentir mal, que te decepcioné, que te hice pensar eso de "pensaba que eras diferente". Enfádate conmigo, dime que soy una niñata mimada y quejica, que a ver si un día maduro. Dime todo eso que la gente no le dice a los demás, dime lo que verdaderamente piensas de mi. Pero después de eso, hazme un favor, solo uno. Dime que me quieres, pese a todas las verdades que me has gritado, solo dime que me quieres...

La chica de los gatos.

viernes, 19 de abril de 2013

Ciento nueve.


Algunos días olvidaba que tenía que darse cuerda y se quedaba allí, detenida en medio de la cocina o de la sala de estar, con los ojos muy abiertos y el corazón atrancado entre las costillas. Se le olvidaba sentir, igual que se le olvidaba todo, y su pobre corazón, allí metido, veía pasar el tiempo con uno de esos dolores feos que se te ponen cuando se te enquista el amor que guardas dentro.

La chica de los gatos.

jueves, 18 de abril de 2013

Ciento ocho.


Descalza, despeinada y envuelta en una camiseta enorme, corrió a la puerta a recibirlo en cuanto oyó la llave en la cerradura.
- No te esperaba tan pronto.
- Ya veo. Cualquiera diría que te has estado comiendo la boca con alguien -sonrió-.
- ¿Qué? -preguntó sin entender.
- Conociéndote, más bien parece que te has pintado los labios a la carrera en el asiento trasero de un taxi. Pero esto... -y extendió la mano hasta casi rozarle los labios.
- ¡Ah! -exclamó aliviada- Pues... ésta... ésta es mi nueva barra de labios. ¿Quieres probarla?
Él ya se preparaba para recibir un buen beso cuando ella le soltó "Pues sígueme a la cocina". Y huyó entre carcajadas y dando brincos con un novio más que asombrado pisándole los talones. En la cocina, ella había vuelto a su tarea. Él la veía trabajar ensimismada y lo cierto era que, ahora que la miraba mejor, se daba cuenta de que, además de tener los labios rojos, una mancha del mismo color le cruzaba el bajo de la camiseta, como si se hubiera limpiado las manos en ella.
- Sé que no te hacen mucha gracia los frutos rojos, por eso te he guardado esto: una taza llena de moras negras. Ayúdame a colocarlas en las tartaletas, anda -pero el chico no reaccionaba- ¿Oye? ¡Eh!
Él acababa de tener una idea...
- Creo que no me importaría probar esas grosellas si me dejas a mi la receta -y, decidido, la envolvió cuidadosamente con sus brazos y la sentó sobre la encimera- Veamos... Cogemos un poquito de esta mermelada de grosellas... Así, con la mano, y...
- ¿Qué... qué haces? -preguntó ella algo temerosa-.
-Shh... calla. Es mi receta. Deja trabajar al cocinero.
Cuando vio que no se apartaba de él, extendió con mucho cuidado un poco de la mermelada sobre los labios de ella.
- ¡Tu nuevo rojo de labios! -exclamó triunfante. Después, se la comió sin más-.
- Creo que me has convencido -susurraba ella entre beso y beso-. Me encanta tu receta. Voy a tener que dejar cocinar más a menudo...
Pero él no podía responder. Estaba muy ocupado rebañando aquel rojo grosella. No estaban tan mal los frutos rojos después de todo...

La chica de los gatos.

miércoles, 17 de abril de 2013

Ciento siete.


El invierno acababa de decir adiós y la primavera empezaba a asomarse por debajo de un cielo todavía nublado. Era un día raro, no hacía frío pero tampoco calor. Un día de esos en los que no sabes si coger cazadora o no. En estos casos nunca suele tener dudas, así que salió de casa con su cazadora. Una chica del norte está acostumbrada a la lluvia, pero no al frío que hace en Madrid cuando hace frío.
Cinco minutos para un café y para que el camarero haga bromas matutinas "¿prefieres desayunar percebes?" A veces las cosas son curiosas, pero esa frase consiguió alegrarle la mañana. Quien le iba a decir que encontraría un lugar en el mundo en ese bar escondido en la calle Eguilaz que ni siquiera hace esquina. Un par de caladas rápidas a un cigarro y la carrera diaria hacia el metro para no llegar tarde, pero ese día tampoco lo consiguió y cuando llegó a la facultad la clase ya había empezado. Se sentó en la última fila con dos Des y una A.
Todas las mañanas se preguntaba qué hacían ahí sentados mientras A. hablaba de peces y M. odiaba todo contando los minutos que le faltaban para poder salir a fumarse un cigarro en condiciones. A las 10:51 el profesor les dejó salir y bajaron los cinco pisos corriendo. Era el día más normal del mundo. La puerta de la facultad estaba sobrepoblada, como siempre. Había alguien a lo lejos con un cigarro apagado en la boca y una camiseta de Pete Doherty.
"¿Tienes fuego?" - preguntó. A las 10:54, todo cambió para siempre.

La chica de los gatos.

martes, 16 de abril de 2013

Ciento seis.


Es jueves, el día antes de irnos a los Hampton. Dex está conmigo. Habíamos acordado esperar a la semana que viene para vernos a solas, pero los dos hemos acabado pronto de trabajar. Y bueno, aquí estamos, juntos de nuevo. Ya hemos hecho el amor una vez. Ahora estoy con la cabeza apoyada en su pecho. Ninguno de los dos habla durante un buen rato y luego, de repente, él pregunta:
- ¿Qué estamos haciendo?
Aquí está. La pregunta.
Lo he pensado cientos de veces, expresando la cuestión exactamente igual que él, con la misma entonación, el mismo hincapié en la palabra "haciendo". Pero cada vez le doy una respuesta diferente.
Obedecemos a nuestros corazones.
Corremos un riesgo.
Estamos locos.
Somos autodestructivos.
Somos lujuriosos.
Estamos confusos.
Nos estamos rebelando.
Él tiene miedo del matrimonio.
Yo tengo miedo de estar sola.
Nos estamos enamorando.
Ya estamos enamorados.
Y la más corriente: no tengo ni idea.
Ésta es la que le ofrezco.
- No lo sé.
-Yo tampoco -dice él en voz baja.

La chica de los gatos.

lunes, 15 de abril de 2013

Ciento cinco.


Lo poco que sé de la vida está en los libros que nunca leo. Lo poco que sé de la vida está en las líneas que no escribí. Lo poco que sé de la vida se cuenta tomando un café, se entiende tomando una copa y se olvida tomando dos. Que nadie se me emocione ni albergue falsas esperanzas, porque con lo poco que sé de la vida, a duras penas se llena un corazón, por pequeño que sea.
Empiezo por lo que sé con toda seguridad. Sé que, con suerte, te vas a morir una vez. Así que procura no morirte más veces por el camino. No hay nada peor que esa gente que se va muriendo antes de morirse del todo. Para evitarlo, te regalo un método infalible. Mientras tú vayas decidiendo, todo está bien. El día que dejes de decidir, ese día, cuidado, porque la habrás palmado un poco. Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven. Olvídate de la patraña esa de ser feliz, ya te puedes dar con un canto en los dientes si llegas a ser el único dueño de tus propias expectativas.
Que un euro se ahorra, y un polvo se pierde. Para siempre. Que hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte pese a no llegar a fin de mes, que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero.
Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creíste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus "yo nunca", tus "yo qué va"... Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido. Que te despojen de todo, que hagan jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlas con el hilo de cualquier otra ilusión. Que desees y seas deseado, que se frustren todas tus esperanzas y que acabes descubriendo que la única forma de recobrar el primer amor, que es el propio, es en brazos ajenos.
Dos emociones inútiles asociadas al pasado, arrepentimiento y culpa, y una emoción inútil asociada al futuro, la preocupación. Cuanto antes te desprendas de las tres, antes empezarás a apreciar lo único que tienes... Qué más... Ah si. Sé que al menos un amigo te va a traicionar, otro será traicionado por ti, y que te pongas como te pongas, los que no hayas hecho antes de los 30, ya jamás pasarán de buenos conocidos. Cuenta sólo con los tres principales, porque a partir de ahí, todo es mentira.
Para terminar, y hablando del tema, déjame que te presente a tu mejor enemigo. Se llama miedo. Quédate con su cara, porque va a estar jodiéndote de ahora en adelante. Miedo al fracaso. Miedo al que dirán. Miedo a perder lo que tienes. Miedo a conseguirlo. Miedo a saber poco de la vida. Miedo a tener razón.

La chica de los gatos.

domingo, 14 de abril de 2013

Ciento cuatro.


Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos, esa persona con la consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella... Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderéis para siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y os impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejaréis de intentarlo. Os rendiréis y buscaréis a esa otra persona que acabaréis encontrando.
Pero os aseguro que no pasaréis una sola noche sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más... Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto, os ha venido su nombre a la cabeza. Os libraréis de él o de ella, dejaréis de sufrir, conseguiréis encontrar la paz (le sustituiréis por la calma), pero os aseguro que no pasará un día en que deseéis que estuviera aquí para perturbaros
Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.

La chica de los gatos.

sábado, 13 de abril de 2013

Ciento tres.


Oye, sé que es difícil creer a la gente cuando dicen "sé cómo te sientes...", pero en mi caso realmente lo sé. Verás, estuve saliendo con una persona en Londres. Trabajamos en el mismo periódico, y un día me enteré de que también salía con otra chica: Sarah, de la sección de producción en la planta 19. Resultó que él no estaba enamorado de mí como yo creía... Lo que intento decirte es que entiendo lo que es sentirse el ser más pequeño, insignificante y patético de la humanidad; y lo que es sentir dolor en partes del cuerpo que ni siquiera sabías que tenías...
Y da igual cuántas veces te cambies de peinado, o a cuántos gimnasios te apuntes, o cuántos vasos de vodka te tomes con las amigas, porque sigues acostándote todas las noches repasando todos los detalles y preguntándote qué hiciste mal o qué pudiste malinterpretar, y cómo puñetas en ese breve instante pudiste pensar que eras tan feliz. A veces, incluso logras convencerte de que él verá la luz y se presentará en tu puerta. Y después de todo eso, y aunque esa situación dure mucho tiempo, vas a un lugar nuevo y conoces a gente que te hace recuperar tu amor propio. Y vas recomponiendo tu alma pedazo a pedazo, y toda esa época difusa, esos años de tu vida que has malgastado, empiezan por fin a desvanecerse...

La chica de los gatos.

viernes, 12 de abril de 2013

Ciento dos.


Uno que se va, otro que vuelve. Uno que aparece, otro que no se llegó a ir. Da igual cuántos se marchen enfadados, siempre volverá uno dispuesto a deshacerte la cama y a abrazarte mientras duermes. No puedes quedarte mirando en la dirección de que se marcha, tienes que mirar en dirección del que va a llegar.
Puede que te deje de gustar que te coman la oreja y te empiece a gustar que te besen el cuello. Son esos cambios que llegan cuando no quieres que cambie nada los que en realidad marcan lo que es vivir y lo que no. Porque no vamos a engañarnos, somos los unos los que tenemos que cuidar de los otros. Darle un jersey al que tenga frío, un pantalón al que se haya quedado en ropa interior. Hay que abrazar para despedirse...
Luego te tumbas en la cama y los olores son los mismos y ya no hay nadie que te acaricie el pelo sin dejarte dormir. Hay gente que duele que se marche sin decir adiós, pero se compensa con esos que llegan sin avisar. Los que hablan contigo y te insultan un poco, y te enseñan que callado tienes más encanto. Esos que te agarran el cuello cuando te dan dos besos.

La chica de los gatos.

jueves, 11 de abril de 2013

Ciento uno.


Adoraba la velocidad... pero a la hora de hacerme el amor, lo hacía despacio. Miraba desafiante las manecillas del reloj, entonces el tiempo obediente abandonaba su carrera. Atrapaba el movimiento entre sus manos, sonreía y ponía "Relax" en el reproductor. Yo sentía como una ráfaga de aire templado, que te entreabre los labios y te obliga a respirar... Mi torpeza se agigantaba a su lado, mientras se deslizaba por mi espalda, como si fuera agua... Yo intentaba anudar los escalofríos a mis muñecas, conservar al menos una caricia en mi nuca, secuestrar ese placer de por vida... "Que esto no acabe nunca", las palabras me arañaban la garganta al escupirlas. Tan solo unos segundos de vida: desaparecían al tocar apenas las paredes de la habitación, como si fueran pompas de jabón. 
Creo que él nunca alcanzó a comprenderlas antes de que murieran... Se limitaba a soltar una risita irónica, como si le resultara una tontería, como si fuera irracional lo que le decía. Las canciones se sucedían una detrás de otra, y con ellas los besos, los mordiscos, sus orgasmos... Se dejaba caer lentamente, acostado encima de mi. El pelo castaño enredado, apretaba los párpados y se mordía los labios. Éramos la mayor expresión de amor, la más grande... Tenía el universo cogido por la cintura, y todos los colores del mundo a punto de explotar contra aquel colchón. Sonaba "Audrey". Temblaron los cimientos... fue la última vez que gritamos juntos. Debí morir en ese momento.
No, nunca llegó a comprenderlo.

La chica de los gatos.

miércoles, 10 de abril de 2013

Cien.


Le encantaba posar desnuda para él, se sentía más mujer, más deseada... Y así era, Louis no podía resistirse a sus encantos, le volvía loco aquella adolescente, aquella mujercita de ojos claros que lo miraba con deseo a través de un objetivo. Sólo se veían tres veces por semana y cómo se palpaba en el aire las ganas que se tenían, aunque él nunca se lo había confesado. Jane lo seducía, se mordía el labio inferior y lo miraba con deseo, como pidiéndole a gritos que se la follara. Louis lo sabía muy bien y no entendía qué era lo que lo paraba, lo que no le dejaba abalanzarse sobre aquella muchacha y tirársela una y otra vez en el sofá donde ella lo observaba con inocencia.
Pero sí sabía que ese control que le impedía acercársele iba a desaparecer si permanecían en el mismo cuarto cinco minutos más, así que decidió marcharse y dejar a medias la sesión fotográfica. Jane, que vio como empezaba a recoger sus bártulos de corre prisas se acercó a él, iba desnuda y con el pelo suelto. No le dijo nada, simplemente se acercó a él y lo agarró de la mano mirándole a los ojos. Louis sabía que ella no quería que se fuera, pero no se atrevía a preguntárselo. Jane, al final habló:
-¿A dónde vas? Aún no hemos terminado.
-Me tengo que ir, no quiero hacer algo de lo que después me pueda arrepentir.-Se le escapó en un susurro a Louis.
-Entonces déjame hacerlo a mi, yo no voy a arrepentirme de lo que llevo meses intentando que ocurra.- Se acercó con ternura a los labios de aquel hombre, cuyo aliento le embriagaba y le puso sus manos lentamente en su cintura. 
Él no pudo más y cayó rendido en sus brazos. En ese momento Louis entendió que todo lo demás pasaba de largo y ya no era importante. Y entre susurros Jane dijo: "Lo nuestro es algo gigante que detiene el tiempo, lo malo es que a veces eres incapaz de verlo".

La chica de los gatos.

martes, 9 de abril de 2013

Noventa y nueve.


Claro, ya te entiendo. Es más fácil... SI. Es mucho más sencillo no querer. No arriesgar nada, no alterar tu vida, ni pegar una patada a tus principios...
Porque el amor duele, quema, desvela... Tú sigue así, siendo un cobarde, que el amor solo es para los que se atreven a poner su mundo patas arriba sin pensar en el mañana... y si no estás dispuesto a jugar tus cartas, tampoco te mereces que nadie lo haga por ti...

La chica de los gatos.

lunes, 8 de abril de 2013

Noventa y ocho.


Todos recordamos los cuentos de nuestra infancia: el zapato le cabe a Cenicienta, la rana se convierte en príncipe, a la Bella Durmiente la despiertan con un beso, "érase una vez y vivieron felices..."; la materia de la que están hechos los sueños. El problema es que los cuentos no se hacen realidad. Las otras historias, esas que comienzan en noches oscuras y tormentosas y tienen un final atroz, son las que parecen convertirse en realidad. A quien inventó eso de "y vivieron felices", habría que darle una paliza. "Érase una vez", "felices para siempre", los cuentos son la materia de la que están hechos los sueños. Los cuentos no se hacen realidad; la realidad es más tormentosa, más turbia, asusta más... La realidad es más interesante que un "felices para siempre".

La chica de los gatos.

Noventa y siete.


-Todo ha sido culpa mía.
-Siempre lo fue. Pero te quiero. Y eso es lo que importa.
-Pero yo ya no puedo quererme.
-Aprenderás a hacerlo. Yo he podido, a pesar de todo.
-Eres lo único que siempre ha estado ahí.
-Soy lo único a lo que se lo has permitido.
-Y no me arrepiento.
-Ni te arrepentirás. Me gusta demasiado verte frente a mi. Sintiendo que el cielo se te cae encima, cuando simplemente las estrellas han querido llover sobre tu frente.
-Está empezando a llover...
-Claro que llueve idiota. Las estrellas han venido a saludarte.
-Es bonito.
-Tú también.
-Y nosotros. Mojados de polvo de estrella. Impregnándonos de nosotros mismos.
-Está empezando a llover.
-Te quiero.
-Todo es siempre culpa tuya.
-Porque me quieres. Y cuando soy feliz cometo estupideces.
-Debes de ser muy feliz...
-Y tú debes de quererme mucho.

La chica de los gatos.

sábado, 6 de abril de 2013

Noventa y seis.


Ese bar siempre tuvo un olor triste, sobre todo cuando me levantaba de mi cama a las dos de la mañana de cualquier martes y me arrastraba hasta allí de la mano de mis fantasmas. Sobre todo cuando te veía al otro lado de la barra, abrazado a tu copa y a la cintura de cualquier chica que se dejara... Nunca podría acostumbrarme a verte así, viviendo a esa velocidad que me dejaba tan atrás, que hacía que nuestros recuerdos se volvieran tan borrosos y nuestros bailes lentos, demasiado lentos para ti.
Creo que el camarero podía leerme el pensamiento, porque me miraba con esa compasión con la que se mira a alguien que ha perdido algo que tú no le puedes devolver, o porque siempre me cargaba la copa más de la cuenta. Pero yo no necesito una de esas historias de cine en la que el desamor va acompañado del alcohol para olvidar, no necesito olvidar...
Quiero recordar,  mirarte desde la otra esquina del local y esperar a que el dolor se haga insoportable. Volver a casa, poner esa canción y dejar que el miedo me hable de nosotros dos. Enfurecerme y gritar, gritar y llorar... Inventarnos follando en cualquier cama, recuperarte en cualquier parte y emborronar nuestros recuerdos felices. Morir poco a poco, perder el equilibrio, y repetírmelo una y otra vez: es imposible.
Pero a pesar de todo, mañana volveré. Y tú harás, como cada noche, que no me has visto. Exagerarás tus movimientos para que no se me escape el detalle de tu mano deslizándose por debajo de cualquier falda, y te reirás más alto de lo normal. Cada noche nos alejaremos diez pasos, tú sonriendo y yo con esta cara tan triste. Cada noche pondré a prueba mi dolor... y llegará el día en que no te conozca y sin embargo no me marche. ¿Sabes por qué? Porque creo que en el fondo hay algo.
Sigue habiendo algo.

La chica de los gatos.

viernes, 5 de abril de 2013

Noventa y cinco.


Me gustaría recordar cuando la primera línea que te escribía no te desnudaba, pero te hablaba de madrugadas de septiembre. No sé cómo volví a pensar en esa noche. En los primeros besos buscados a tientas una tarde. El primer hotel, el primer febrero que habla de ropa en el suelo y de tu vida y la mía, que se volvieron una sin querer. Un calendario lleno de tardes, de música a oscuras, de ir cuesta abajo por tu tripa a la derecha. Te escribo de películas que duraban diez minutos y de amores que iban a durar para siempre. De besos de despedida en cinco segundos, o de cinco segundos que bastaron para separarnos.
Historias que estarán siempre ahí aunque nunca vuelvan. Personas que fueron y que serán, aunque no de la misma manera. Maneras de vivir que pitaron fin de temporada en nuestras vidas. Maneras de vivir que nos cambiaron pero nunca nos reemplazaron. Porque aunque vivas mil y una historias, siempre te acordarás de la primera que escribiste. Porque puedes perderte en un tejado, o en una boca equivocada. Puedes dejar pasar el tiempo y dejarte crecer las ganas, pero la vida no te va a esperar...
Porque sigo buscando eso de estar escritos el uno para el otro. Sigo buscando al que tenga una carta dedicada al amor de su vida en el cajón de su mesita, pero esta noche no quiera dormir solo. Busco que alguien pase la página y escriba conmigo un principio nuevo... Te espero aquí, cuesta abajo por tu tripa, a la derecha.

La chica de los gatos.

jueves, 4 de abril de 2013

Noventa y cuatro.


Somos lo que soñamos ser, y ese sueño no es tanto una meta como una energía. Cada día es una crisálida. Cada día alumbra una metamorfosis. Caemos, nos levantamos. Cada día la vida empieza de nuevo. La vida es un acto de resistencia y de reexistencia: vivimos, revivimos. Pero todo se sostiene en la memoria, somos lo que recordamos, la memoria es nuestro hogar nómada, como las plantas o las aves emigrantes. Los recuerdos tienen la estrategia de la luz, van hacia delante, a la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor.
Hay un dolor parecido al dolor de muelas, a la pérdida física, y es perder algún recuerdo que queremos. Esas fotos imprescindibles del álbum de la vida. Por eso hay una clase de melancolía que no atrapa, sino que nutre la libertad, y en esa melancolía, como la espuma en las olas, se alzan los sueños.

La chica de los gatos.

miércoles, 3 de abril de 2013

Noventa y tres.


Hicimos el amor muchas noches. Y muchas mañanas. Y muchas tardes. Teníamos tanta magia que parecía gastarse en un revolcón. Lo nuestro fue INTEMPORAL. Tuvimos segundas partes. E incluso terceras. Tuvimos de todo mientras éramos uno. Pero ya, no hacíamos el amor. Ya, no nos queríamos. Hubiera matado monstruos por ti, como dice la canción. Me hubiera muerto yo, por un beso tuyo hace mucho tiempo. Pero el tiempo pasa. Y con él, la distancia. Y te veo. Te abrazo. Pero no me sale besarte. Y ahora no sé en lo que me habré convertido, qué dices que soy... pero me va el juego. Lo que menos se parezca al amor. Me va lo de quiéreme un ratito, y si eso después me voy.
Quiero mirar hacia el horizonte, y sonreír, sentir las plantas de los pies firmes, seguros. Que el dolor sea insensible, que mi mente vague por el aire mientras llega a ti antes de que algo exterior pueda llegar a hacerme dudar. Que la brisa peine mi melena, que huela a tu rostro, que sienta tus caricias alrededor de mi cintura...
Sé que no importa si me caigo. Me sujetas, me animas. Confías en que me levante porque estarás allí sin que nada más importe.

La chica de los gatos.

martes, 2 de abril de 2013

Noventa y dos.


Y como dice Sabina, puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños, o puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemiga, tu todo, tu esclava, tu fiebre, tu dueña. Y si quieres, también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu Dios, tu asesina... o tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra, a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea... 
Y después de un tiempo analizándolo, eso soy, tu sombra. La que se queda hasta el final y, ya cuando todos han abandonado la fiesta, espera ansiosa su momento, ese que nunca llega. Y cuánto más me pidas que me vaya yo más me quedo, porque hay personas que están hechas de paciencia, y por suerte o por desgracia, yo soy una de ellas. Acostumbrada a esperar cosas que nunca llegan y situaciones intangibles que sólo existen en mi cabeza. Yo pedía a gritos una historia de amor y acabé en el callejón sin salida que es esto, que no es historia ni es nada, pero en el momento en el que empezó a doler se volvió real, y la realidad me basta para decir no me arrepiento, y ya no hay vuelta atrás. Me encontré dando tumbos un jueves por la mañana con el mejor café del mundo entre las manos y miles de ilusiones escondidas tras mis pestañas, de esas que no matan, pero aniquilan. Alfombras de terciopelo que ya están muertas, el whisky derramado a tu salud. No-besos de queroseno. Y ya sabes que de vez en cuando me convierto en un mar de lágrimas y estropeo los sábados por la noche, cuando beber para olvidar se vuelve en mi contra. Y puedo ponerme humilde y decir que no soy la mejor, que me falta valor para atarte a mi cama.
Y también puedo ponerme digna y decir "toma mi dirección, cuando te hartes de amores baratos de un rato... me llamas". Pero si lo intento no me sale la voz, y me quedo aquí, en standby; porque ya sabes que me vale todo y me conformo con nada... una canción, una palabra, unas migas de pan... una noche entera en la que te quedas, o solo media. Waiting. Y cuando tú digas venga, yo digo vale.

La chica de los gatos.

lunes, 1 de abril de 2013

Noventa y uno.


Sientes una amarga certeza; creces, experimentas, aprendes, crees saber como funcionan las cosas, estás convencido de haber encontrado la clave que te permitirá entender y enfrentarte a todo.
Pero después, cuando menos te lo esperas, cuando el equilibrio parece perfecto, cuando crees haber dado todas las respuestas, al menos, la mayor parte de ellas, surge una nueva adivinanza. Y no sabes qué responder. Te pilla por sorpresa.
Lo único que consigues entender es que el amor no te pertenece, que es ese mágico momento en que dos personas deciden a la vez vivir, saborear a fondo las cosas, soñando, cantando en el alma, sintiéndose ligeras y únicas. Sin posibilidad de razonar demasiado. Hasta que ambas lo deseen. Hasta que una de las dos se marche. Y no habrá manera, hechos o palabras que puedan hacer entrar en razón al otro. Porque el amor no responde a razones...

La chica de los gatos.