Iba a verte, pero luego no te he visto. Tengo una buena excusa, ya la conoces. No te enfades conmigo, no soy yo quien decide mis obligaciones. No es por falta de ganas. De hecho, me muero de ganas por ponerle una excusa a todas mis obligaciones e irme contigo. Sé que me crees. Para mí no es fácil. Veo que te alejas y yo me quedo quieta, intentando poder desanudar todas las cuerdas que me atan a toda esta basura.
No te vayas, por favor. Espérame. No puedo prometerte nada, porque te he prometido tantas cosas que no he cumplido, que soy incapaz de volverme a traicionar. Pero espérame... El día menos pensado aparecerá en la puerta de tu casa, llamaré al telefonillo y solo estaremos los dos y todos los chicles de mente que estés dispuesto a masticar. Solo tienes que tener claro que quería verte, que solo quiero tenerte aquí para poder cerrar los ojos a tu lado.
Puede que ya no me eches de menos y te sobran razones para no hacerlo. No tengas paciencia, pero quédate ahí, que voy a llegar.
La chica de los gatos.
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