sábado, 23 de marzo de 2013

Setenta y cuatro.


Lo he estado pensando minuciosamente, he hecho mil cálculos imposibles en las paredes de mi cuarto media tarde, y la otra media me la he pasado mirando al techo. He llegado a la conclusión de las dimensiones catastróficas del hecho de que algún día te puedas marchar de mi lado.
Sin contar que me dolería muchísimo, más que perder alguna extremidad de mi cuerpo, toda mi vida se vendría abajo... El mundo, tal y como lo conozco, no volvería a ser el mismo. Tendría que deshacerme de todos mis cd's y hacer una hoguera con nuestras fotografías y la mayoría de mis cosas. Tendría que cambiar mi cama, no volver a oler las hojas de un libro y empezar a odiar el otoño. No podría volver a comprarme chucherías, perderme por cualquier sitio, viajar en tren o bailar en el metro. Nunca más sería capaz de escribir, porque inconscientemente lo haría sobre ti... Quizá tendría que mudarme de ciudad, y dejar poco a poco morir esas área del cerebro en la que estás enquistado y que te trae a mi memoria cada vez que cierro los ojos.
Creo que la mejor solución sería cambiarme de planeta, uno pequeño, suficiente para mí. Pero ni por esas... eso de ver amaneceres a cada minuto me recordaría profundamente al pequeño Principito, o a las noches que me arropabas desde el otro lado del teléfono, mientras me hablabas de un cordero que en cualquier momento podría comerse una rosa.
Si te vas, tendré que añorarte.

La chica de los gatos.

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