jueves, 28 de noviembre de 2013

Trescientos treinta y uno.


Me siento tonta. Tonta. Porque cuando me he despertado he estirado el brazo para tocarte. Y no, no estabas. Y me he sentido absurda... y he respirado tan fuerte que casi he roto el aire.
¿Dónde está esa muñeca que no necesitaba ni de pilas ni de baterías para caminar sola? De repente si que necesito una pila. Miro el teléfono cada cinco minutos. Y no tengo noticias tuyas. Y cuando las tengo, el corazón se me sale del pecho... ¿Qué me está pasando?
Siento celos hasta del aire que respiras...

La chica de los gatos.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Trescientos treinta.


La culpa es un dolor insoportable, pensar en todo lo que he roto y lo que he hecho me tortura. Por primera vez en mi vida no soporto esa culpa y voy a tratar de reparar el daño que he hecho. Sé que me van a detener pero bueno, son las reglas del juego. Seré otro ángel caído.

La chica de los gatos.

martes, 26 de noviembre de 2013

Trescientos veintinueve.


Y recuerda los movimientos, las sensaciones, ese juego de luces, la penumbra entre las rocas... Ese hombre abandonado entre sus brazos, debajo de ella, esa pasión que pasa por encima de todo, como si se tratara de un hambre repentina que no se puede controlar y que impide ver lo que hay fuera. Y, como si fuera víctima de un arrebato, se vuelve a ver allí, viviendo esa pasión que ahora le resulta nítida e intensa, de una belleza casi molesta. Escruta excitada en el vacío, en la oscuridad de la noche, y oye una vez más el eco remoto de aquellos suspiros, la respiración entrecortada del deseo y la espléndida hambre del amor. La invade una tristeza inesperada que la transporta muy lejos... 

La chica de los gatos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Trescientos veintiocho.


-No debí haber ido a la iglesia esta mañana, lo siento... 
-No, no, espera... La culpa ha sido mía, yo soy el único cabrón de esta historia... pero ha servido para demostrar que el matrimonio y yo no estamos hechos el uno para el otro, y ha servido para demostrar algo más... Cuando estaba allí, delante del altar, por primera vez en mi vida me di cuenta de que estaba perdidamente enamorado de una mujer, y esa mujer no era la que estaba a mi lado sino la mujer que está delante de mi ahora, bajo la lluvia...
-¿Todavía llueve? No me había dado cuenta..
-La verdad es que te quiero desde el primer instante en que te vi... Oye, ¿no irás a desaparecer otra vez?
-No, puede que me ahogue, pero desaparecer no...
-Oh, claro, si... claro, entremos... Espera, antes quiero hacerte una pregunta... ¿Crees que cuando nos hayamos secado y hayamos pasado mucho tiempo juntos, aceptarías no casarte conmigo, y crees que no casarte conmigo podría convertirse para ti en algo que durara el resto de tu vida? ¿Quieres?
-Sí, quiero...

La chica de los gatos.

Trescientos veintisiete.


Ella se vuelve y ve que está muy cerca. Mucho. Demasiado. Los envuelve la penumbra de ese recoveco que se encuentra bajo la copa verde de un gran árbol. Las ramas más largas descienden sobre ellos formando un gran paraguas natural. Los protegen incluso del más simple rayo de luna.
Ahí están, lejos de todo el mundo. Un viento ligero, más cálido, agita algunas hojas y su pelo. Ese mechón rebelde se desliza por su cara y se diría que traza sobre ella un bordado vacilante, un signo de interrogación, un rizo curioso que acaba su recorrido en el borde de la mejilla. Un silencio hecho de mil palabras. Sus miradas y esos ojos que sonríen serenos, conscientes de la belleza del momento. De ese instante que parece durar una eternidad. Él mueve la mano, la alza con delicadeza hacia su cara, aparta ese rizo rebelde y le acaricia el pelo.
Sin dejar de mirarse, lentamente, sus bocas se aproximan con un movimiento milimétrico a la vez que se abren como flores en ese lecho del río. Esos labios rojos, esos delicados pétalos de dos jóvenes sonrisas, casi se rozan ya.

La chica de los gatos.

Trescientos veintiséis.


-¿Estabas enamorada?
-Sólo por la noche. Él no entendía nada de mi. Sólo mi cuerpo. Y yo entendía el suyo. De día le despreciaba. Pero no podía vivir sin él. Me traicionaba, me humillaba y después con un beso le perdonaba todo. Una noche no volvió. Se había ido con otra. Sin una palabra. Pero con las prisas, se olvidó la pistola. Yo pensaba, ¿me disparo o le disparo a él? Pero, de repente, me vi frente al espejo y empecé a cepillarme así, despacio, pasada a pasada y se me iban deshaciendo los rizos, con la centésima pasada el pelo estaba liso. Me miré. Él ya no tenía poder sobre mi, era otra.

La chica de los gatos.

Trescientos veinticinco.


Como te confesé la primera noche: solo tengo un puñado de palabras, y prometí usarlas para hacerte reír. Me puse peluca y sombrero, la cara pintada y el disfraz de aprendiz ingenua que juega a bajarte los pantalones.
Puedo decir que tu risa es algo que siempre me he tomado muy en serio. Cada cual tiene su gasolina para rugir, la mía es mezcla de labios y cuentos con leve inclinación de gesto cuando la risa te desborda la boca.
Por supuesto el tiempo es tiempo, y la arena no siempre es playa. Estar ahí, cogerte la mano al dar un paseo, ayudarte a dormir, todo eso. Alguna vez te vi llorar y alguna vez también te vi contener las lágrimas. Te escuché hablar con voz cansada de cuna mientras por dentro había una hoguera de hielos que te quemaban.
Y me quedé en silencio, sin saber qué decir, yo, que te confesé que solo tenía un puñado de palabras y prometí usarlas para hacerte reír. Me quedé en silencio, rota al verte resquebrajado. Asustada y muerta de miedo, como una niña feliz que al mirarse solo ve la pálida cara de una mujer triste al otro lado del espejo
Tragué saliva, respiré, y pellizqué mis heridas para entender que lo bueno de los malos momentos es que se pasan. Lo malo, es que los buenos también.

La chica de los gatos.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Trescientos veinticuatro.


No hemos inventado nada nuevo, ni siquiera hemos aprendido a amar. Estamos perdidos, como en un sueño. El amor debería ser un milagro en el que soñamos la felicidad del otro. Por eso, no creas nunca que el amor te pertenece, porque en ese preciso instante desaparecerá como en un sueño.
Porque el amor, es un suelo en el que sueñan dos.

La chica de los gatos.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Trescientos veintitrés.


Prefiero compartirte, antes de perderte. Y seguir soñando. Y seguir viviendo. Y seguir pensando. Que algún día las cosas cambiarán, para bien o para mal.

La chica de los gatos.

Trescientos veintidós.


Me dueles en todo el cuerpo... No lo hagas más. No puedes prometerle a alguien la luna durante todo el día, jurarle que alguna noche la tendrá entre sus manos... y pretender que cuando te canses de hacerlo deje de estirar sus dedos con ansias de alcanzar el cielo... es inevitable. Imposible.

La chica de los gatos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Trescientos veintiuno.


Quiero mirar hacia el horizonte, y sonreír, sentir las plantas de los pies firmes, seguros. Que el dolor sea insensible, que mi mente vague por el aire mientras llega a ti antes de que algo exterior pueda llegar a hacerme dudar
Que la brisa peine mi melena, que huela a tu rostro, que sienta tus caricias alrededor de mi cintura.
Sé que no importa si me caigo. Me sujetas, me animas.
Confias en que me levante porque estarás allí sin que nada más importe.

La chica de los gatos.

Trescientos veinte.


No consigo entender por qué sigo enamorada... alucinándote, y viviendo en el ayer. Por qué será que me hago daño, aunque sé que es un engaño el pensar que tú me llegues a querer.
Me pregunto mil veces por qué aun insisto, creyendo que un milagro pueda suceder, que tú por mi sientas lo mismo, que te des cuenta de que existo, y ser feliz porque me amas tú también...

La chica de los gatos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Trescientos diecinueve.


Cada vez miro más esas cortinas... ¿Y sabes por qué? Porque cada vez que las miro, me imagino ver tu sombra por detrás, me imagino que las pasas y abres la puerta al grito de ya estoy en casa y corres a abrazarme. Sé que solo es mi imaginación... Pero sé que aunque sea una leve sonrisa se verá en mi rostro.

La chica de los gatos.

Trescientos dieciocho.


Arrancando las hojas de mi calendario aprieto fuerte contra mi cada palabra que te dediqué. Había una pincelada tuya en cada uno de mis días. Ahora miro a mi alrededor sin poder evitar contemplar tu reflejo en cada rincón
Creía que te habías ido pero sigues tan dentro de mi, inevitablemente...
Reviso cada paso que dimos y sigo sin entender dónde reside el error. Quizás simplemente no debía haber ocurrido, quizás era cosa del destino. ¿Irónico eh? Aparecía a menudo en nuestras conversaciones y nosotros riéndonos de él. Cierto es que quien ríe último ríe mejor.
Ahora te veo a lo lejos, y un vuelco al corazón. Un nudo en la garganta y una boca seca. No me salen las palabras y bajo la mirada.
Tatuaste tu nombre en mi almohada condenándome a acordarme de ti antes de caer dormida cada noche. Me pregunto qué habría sido si cada uno de nosotros hubiese dado un poco más de si. dejando el orgullo hibernar en el cajón.
Tal vez el tú y yo, sea una historia sin comienzo. Quizás no haya hipotéticos casos que resuelvan el drama.
Quizás no existan quizás entre nosotros.
Nos pudo más mi falta de constancia, tu falta de atención...

La chica de los gatos.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Trescientos diecisiete.


La vida es curiosa. Durante años uno se pregunta cuál es el sentido de este baile, para que luchar, por qué la vida es una eterna pelea. Si, la vida es curiosa, llena de giros absurdos, inexplicables. La vida tiene esas casualidades tan sospechosas. Tanto que nos hacen pensar que todo tiene un para qué. Si, un sentido.
La vida cambia todo el tiempo. No nos deja acostumbrarnos a un golpe que enseguida llega otro. Y uno se sorprende siempre y así sigue preguntándose por el sentido de todo. Preguntándose el sentido de estar presente en el momento y el lugar equivocados. El sentido de ser buenos y malos. ¿Habrá premios y castigos para unos y otros? Uno pasa por la vida haciéndose esas preguntas y muchas otras más pero en el fondo todo se resume en una sola: ¿cuál es el sentido de la vida? Qué irónico, justo ahora empiezo a entender el sentido de la vida.
Y es así, uno pasa la vida preguntándose por el sentido de la vida. Esperando ese algo que falta y que nos hará felices. Y tal vez la respuesta, sea que la vida no tiene sentido. Que la vida simplemente se vive. Y simplemente viviendo, podamos decir al final, que nuestra vida valió la pena.

La chica de los gatos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Trescientos dieciséis.


No tuve la culpa de haberme enamorado de tal forma, que hasta en mis sueños tu aparecías... No tuve la culpa de obsesionarme tanto por ti... No tuve la culpa de haber vivido un sueño tan bonito que nunca imaginé, no tuve la culpa de que te fueras tan deprisa sin decirme adiós... pero si debo decir que si tengo la culpa de haberte amado tanto... 

La chica de los gatos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Trescientos quince.


Se cruzó en mi vida, su mirada, su sonrisa, su cuerpo, como un rayo. Cada noche, los sueños se desataban, se encontraban en el silencio a escondidas, susurrándose lo más bonito que podía existir en lugares totalmente solitarios. Cada noche se buscaban en sus sueños uno a otro. Cada noche era un suspiro para su imaginación. La historia de amor cada vez comenzaba a más, a escondidas.

La chica de los gatos.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Trescientos catorce.


Bromeó diciendo que llegó tarde, pero lo que no sabía es que aquello era verdad. Estaba a punto de decirle lo que sentía con transparencia, sin miedo. Iba a ser por primera vez en su vida doblemente valiente, pero se trabó en su corazón roto cuando se enteró que ya no tenía nada que hacer. Estuvo luchando contra sus sentimientos durante meses, día y noche pensando en sus ojos, habilitando su cuarto para el recuerdo de ese amor que traspasaba las palabras cuando quería y posaba sus manos sobre sus hombros, besando su cuello y haciendo que ella cerrara los ojos dejándose llevar. Estaba cansada de soñar siempre con el mismo instante, de mirar sus fotos y poner cara de idiota, de pensar en aquellos momentos mientras se limaba las uñas entrecerrando los ojos y poniendo boquita de pez, de buscar su olor entre la gente...

La chica de los gatos.

Trescientos trece.


Ser mala te sienta tan bien. No vale el tiempo después, ¿después qué? Después intento hacerte regresar. Todavía no tengo la razón, y tú no tienes el tiempo y esto realmente me hace preguntar, si lo que te he dado ha sido sólo basura para ti. Dame algo para creer, porque ya no creo en ti, no ahora. Me pregunto si vale la pena intentar, entonces, este es el adiós. Me da vueltas la cabeza, las decisiones que tomé en mi cama, ahora tengo que mentir y tratar con cosas que no dije. Y hablas de cómo te sientes. Pero no creo que sea verdad, jamás. Jamás. Me pregunto si llorar vale la pena, entonces este es el adiós. Me puedes engañar, no tengo una coartada. Las palabras que dices no tienen significado. Dame algo para creer porque ya no creo en ti, no ahora, no ahora. Me pregunto si esto vale la pena, si vale la pena intentar. Entonces, este es el adiós.

La chica de los gatos.

Trescientos doce.


-¿Qué sientes cuando me miras?
-Demasiados sentimientos, imposible describirlo... ¿Por qué quieres saberlo?
-No sé, curiosidad. A veces cuando miro a la gente me gustaría saber que sienten al mirarme.
-Baah... Tonterías.
-¿Por qué? ¿Acaso nunca has querido saber que sienten al mirarte?
-Sí, quizá alguna vez... Pero piensan muchas cosas...
-No me refiero a lo que piensan, sino a lo que siente, pueden pensar miles de cosas y sentir una sola.
-No lo sé... Supongo que acepto lo que siento hacia mi sea bueno o malo.
-Bueno... Siempre con paranoias.
-No son paranoias... Pero en fin, dime que sientes.
-Una extraña sensación, cariño, amor, miedo a que te vayas... Como si no existiera nadie más, me pasaría horas aquí y me encantaría escucharte hablar de cada una de tus paranoias, escucharte cantar todas tus canciones, todas las que sepas, recitar los poemas que hayas leído, explicarme tus anécdotas, ilusionarme con tus sueños y llorar cuando me contaras cada una de tus malas experiencias. ¿Qué te parece?

La chica de los gatos. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Trescientos once.


Cuando menos te lo esperes, aparecerá. Y verás que nada ha sido en vano para realizar ese sueño, no hay que buscarlo, aparecerá solo. Y serás la chica más feliz del mundo, verás todo de colores, porque cuando menos te lo esperes, todo tu mundo explotará de felicidad.

La chica de los gatos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Trescientos diez.


Sientes miedo, miedo a confiar. Si no entregas, nunca llegarás. Tanto miedo se apoderará de tu cuerpo, y te encerrarás. Y si el miedo me coge y me mata, y si el miedo me arrastra hasta el sitio en que no quiero estar, y si el miedo me engancha sólo te pido que nunca me dejes de hablar. Y si el miedo me gana este pulso, y si el miedo me invita a mi solo a jugar, y si el miedo me pide mi cuerpo, le doy la espalda y le digo no quiero jugar.

La chica de los gatos.

martes, 5 de noviembre de 2013

Trescientos nueve.


Te miro. Me recreo en tu rostro perfecto, tus ojos negros, tu tez morena. Levantar la vista. Dos segundos. El tiempo se para. Noto la sangre subiéndome a la cara. Aparto la vista, avergonzada. ¿Por qué seré tan cobarde?

La chica de los gatos.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Trescientos ocho.


Supongo que esto ha sido todo. Tú marcaste un antes y un después en mi vida, de eso puedes estar seguro. Fuiste la razón de que todos los días me despertara con una sonrisa, la razón de que bajara corriendo las escaleras para verte medio segundo, la razón de que no me importara hacer el ridículo sin importar lo que me dijeran. Fuiste tú. Y siempre ocuparás un lugar especial dentro de mi.

La chica de los gatos.

Trescientos siete.


Lo malo de las adicciones es que nunca acaban bien. Llega un momento en el que lo que nos ponía eufóricos deja de hacerlo y empieza a doler. Dicen que no superas tu adicción hasta que no tocas fondo, pero... ¿Cómo sabes que lo has tocado? Porque por mucho que algo te duela, a veces, dejarlo, duele más.

La chica de los gatos.

Trescientos seis.


¿En qué piensas TÚ antes de dormir?
Porque a mi si algo me jode de toda esta historia es eso, más que cualquier otra cosa, no tener nada en lo que pensar antes de dormir.

La chica de los gatos.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Trescientos cinco.


-¿Conoces esos días en los que se ve todo de color rojo?
-¿Color rojo? Querrás decir negro.
-No, se puede tener un día negro porque engordas o porque ha llovido demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de repente se tiene miedo, un miedo desconocido... y no sabes por qué.

La chica de los gatos.

Trescientos cuatro.


-¿Es que no te afecta nada?
-¿Qué quieres decir?
-Vas por la vida como si nada pudiera hacerte daño, como si las flechas se apartaran de tu camino. No recuerdo verte herida...
-Claro que me han herido.
-¿Cuándo?
-...
-¿Lo ves? Te crees más fuerte si eres insensible, pero si no admites que tienes sentimientos, ¿cómo esperas comprender los de los demás?
-Me duele cuando matan a mi gente, cuando el mundo se pone en mi contra... Pero sobretodo, lo que más me duele, lo que me mata por dentro es cuando veo que te alejas de mi, ¿sabes? Por eso prefiero parecer insensible o hacer como que no me importan las cosas.

La chica de los gatos.