sábado, 31 de agosto de 2013

Doscientos cuarenta y tres.


Probablemente pienses que el amor y el dolor son las dos caras de una misma moneda. Que mi miedo a sufrir conlleve perderme la vida. Que evitar cualquier sufrimiento suponga vivir como un vegetal.
Bueno, yo te digo que arriesgo cuando tengo probabilidades de ganar, que para quitarme la armadura necesito algo mas que cariño y unas palabras bonitas, que el dolor tiene que recompensar con creces la felicidad.
Tengo que estar segura de apostar toda la pasta en una carta. Tengo que sentir, tengo que ver que esa es mi carta
¿Sigues pensando que quien no ha encontrado una razón por la cual sufrir no ha encontrado una razón por la cual vivir? Probablemente piense eso, hasta entonces, queda encontrar una razón por la cual vivir.

La chica de los gatos.

viernes, 30 de agosto de 2013

Doscientos cuarenta y dos.


¿Alguna vez echas de menos mi sonrisa? Yo la tuya, de vez en cuando. ¿Tienes alguna vez tiempo para pararte a pensar? ¿Te has emborrachado alguna vez tanto como para que todas las luces te parezcan estrellas? ¿Alguna vez te has hinchado a llorar? Yo lo hago de vez en cuando. Todo el mundo se está volviendo verde, ahora que por fin éramos rojos. Todo lo que hemos dicho y hecho, lo hicimos y dijimos demasiadas veces. No te creerías la de veces que temo girar la esquina por si te encuentro al hacerlo, pero no, cuando lo hago nunca estás.

La chica de los gatos.

jueves, 29 de agosto de 2013

Doscientos cuarenta y uno.


Sentía que lo había perdido todo y que su corazón se había desgarrado, convirtiéndolo en cenizas que se iban alejando con el viento de un nuevo invierno. Le regalaba las horas al tiempo, desperdiciándolas en encontrar un por qué y un cómo. No entendía como un amor tan grande, de un día para el otro se terminaría. Como esa historia, desaparecería. Esa noche volvió a ser como las últimas noches de su vida. Un café en la madrugada, un cigarrillo y la misma pregunta antes de decir hasta mañana... ¿A dónde iban los sueños y las esperanzas cuando éstas ya no eran más compartidas? Se había quedado estancada en aquella primera noche, en aquellos primeros besos, de mucho tiempo atrás...

La chica de los gatos.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Doscientos cuarenta.


Parece que hablamos idiomas diferentes, y aunque a veces no nos hacen falta las palabras para entendernos, deberíamos inventar nuestro propio idioma. Un idioma que no contenga la palabra "inalcanzable" y que no necesite decir "caricia"porque sea la caricia en si misma. Un idioma hecho de piel y mordiscos, un idioma hecho de subidas y bajadas, un idioma igual que si una guirnalda gigante colgara del mundo, un idioma que fuera una bienvenida con fiesta y palomas al viento. Estoy básicamente hablando de encontrar una nueva manera de entendernos, que no nos acerque a vocablos como "malentendido", "trampa" o "cerradura". Yo ya tengo las vulgares palabras para entenderme con el resto del mundo, pero nosotros es otra cosa, otro idioma. Si no lo conseguimos acabaremos necesitando un traductor para los sentimientos, preguntando que significaba amar.

La chica de los gatos.

martes, 27 de agosto de 2013

Doscientos treinta y nueve.


Conquisto tu lado de la cama con la falsa recompensa de creerme que tampoco has dejado un vacío tan grande. Me saco el corazón, lo pongo en la mesa e intento convencerlo de que me haga caso, pero me mira altanero y me escupe que ya no soy su dueño, y masculla por lo bajo que no he estado muy fina eligiendo. Me lo vuelvo a meter de un suspiro y se me atasca en la garganta.
Me encomiendo a mi cabal cabecita, pero es una señorita tan estúpida sabelotodo que tampoco la soporto, así que la mando a paseo con sus agotadores consejos de manual.
Y hablando de paseos, ahora me sobra una mano cuando deambulo por las calles. Siempre vuelvo a casa por el camino que me enseñaste, aunque sea más aburrido. Tic tac, tic tac, escucho el reloj que llevo dentro, el que cuenta mis horas desiertas. Me registro para asegurarme de que sigo entera, pero me asalta el presentimiento de que he debido dejarme en algún rinconcito tuyo. Me repito que ya no me quieres, y cuando oigo esa vocecita que me insinúa que no es verdad, la mano callar. 
Cuento los días de dos en dos, a ver si así llega antes la mañana en la que no me duelas. Excepto maniatar a la tristeza, sigo haciendo más o menos las mismas cosas que antes, pero sin que tú me mires...

La chica de los gatos.

lunes, 26 de agosto de 2013

Doscientos treinta y ocho.


Algunos días el corazón debería ser más prescindible, algo que te puedes sacar del pecho y guardar en un cajón. Lamentablemente, esos días igual que el resto, lo necesitamos. Dependemos de un ritmo cardiaco que no para, que es constante, y que nos punza a cada latido. Somos todo corazón, y quien pretenda arrancárselo morirá en el intento. No somos máquinas, somos personas... cúmulos de sentimientos contradictorios que un día nos hacen felices y al siguiente tiran a matar. Somos personas y estamos condenados a sufrir.
No podemos quitarnos el corazón y permanecer inertes hasta que cesen los vendavales. Al contrario, no nos queda otra que tomar aire y sentir. Sentir para bien y para mal. Sentir, latir y desear apuñalarte el pecho en el trayecto... pero es nuestra única alternativa, a no ser que quieras renunciar.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y siete.


Entonces y sólo entonces, sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más. Y es que realmente la vida vale, cuando tienes el valor de enfrentarla...

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y seis.


Para. Cierra los ojos, respira. Estamos congelados, y el suelo no deja de temblar. Inmóviles entre regueros de gente... tristeza, felicidad. Personas de muchos colores que hormiguean en todas direcciones. Nosotros somos, por un instante, el punto fijo alrededor del cual giran las espirales de esta ciudad. Me pides que escuche... canciones, formulaciones de trucos de magia, el tráfico, un acordeón bajo tierra. Toda nuestra historia susurrada en 65 palabras y 13 pretensiones a un infinito. Me pides que escuche: en un oído tus bocanadas de aire, en la otra ciudad. Nuestra ciudad, que no sonaría igual si no se acompasara a tu respiración.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y cinco.


Y que más me da si está mal. Ya no me importa que el Karma juegue conmigo, y qué si luego te toca pasarlo mal, ya no me importa escuchar el "ya te lo advertí", me es indiferente el que dirán, si la vida no nos condiciona... ¿Por qué lo vamos a hacer nosotros mismos? A todo el mundo le gusta darse el placer de equivocarse, así que hoy me lo regalo, disfrutar de sus errores y gozar de sus aciertos, no hay mal que cien años dure, ni problema que no tenga solución, ya no hay círculos cerrados que no se puedan romper, y si esto es lo que toca vivir, se vive y punto, no voy a desperdiciar mis días evitando lo inevitable, si, me siento bien ¿y qué? mal de muchos, consuelo de todos...

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y cuatro.


Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtasis. Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas. Mejor que la nocilla y los batidos de plátano, que las experiencias cercanas a la muerte, mejor que Woodstock y sus fiestas más orgásmicas... Simplemente tú.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y tres.


Olvidemos nuestros defectos y vivamos de pretextos, hagamos de cada día un mundo, y de cada minuto juntos un universo, cantémosle nanas al tiempo, para que se duerma y transcurra lento, que vuele nuestra imaginación hasta quedarnos sin aliento, hagamos del sexo nuestro templo, y de cada conversación un cuento, convirtamos nuestra risa en una melodía, que nos alegre el día cuando este sea malo, pasemos de las dudas y los remordimientos, de los malos tragos y los tropiezos, empecemos de nuevo cada día, para no perdernos, para no cansarnos, aprovechemos el momento, para cuando ya no estemos, nos alegremos de habernos conocido.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y dos.


Todavía no usaba tacones altos ni pintauñas cuando me fijé en aquel; de una forma diferente. Aún no sabía que sería él, al que vería sentir, llorar, sonreír, hacer el payaso, ponerse moreno, estar en forma, estar enfermo, creer, crear, nadar en el mar, estar cansado, preocupado, vestido, desnudo, despierto, dormido, enamorado... pero si te dejas llevar no tardas mucho en darte cuenta.
Y es lo más bonito de la historia.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta y uno.


El día que tú y yo dejamos de ser tú y yo definitivamente...
Te quedaste ahí de pie, mirándome con esos putos aires de despreocupación tuyos, como si te diera igual el hecho de que me estuviera apagando poco a poco delante de tus narices, mientras el silencio se tragaba todo el aire que había entre los dos. Fue un golpe directo y breve, lo que dura un "sí"... pero te aseguro que dolió lo que duraron vuestros polvos, elevado a una cifra de esas que contienen demasiados ceros como para plantearse seguir apostándote la vida.
Comencé a llover a mares, y a atragantarme con un millón de palabras impronunciables... Tú dejaste resbalar un "te quiero" en una de tus expiraciones, quizá el te quiero más débil del mundo... el menos convincente. Te creíste con el derecho de darme un abrazo, y me rodeaste con seguridad entre tus brazos, mientras yo hacía peso muerto con todo mi cuerpo. Entonces me llegó tu olor y comprendí que ya no era mío, ni siquiera un poco. Saqué valor, no sé de donde ¿sabes?, pero lo saqué... y me largué con un montón de amor vacío pesándome en las manos. Total, ese olor ya no era mío.

La chica de los gatos.

Doscientos treinta.


Odio las despedidas, y lo que más odio son esas que acaban en un "hasta siempre". El concepto "siempre" me da escalofríos en estos casos... ¿no es siempre una palabra demasiado grande como para emplearla a la ligera en contextos tan tristes? Las despedidas son terriblemente tristes, y más si son definitivas. Lo peor es que vivimos en un ciclo continuo de ellas... cada segundo partícipe en nuestras vidas termina por marcharse en eso, UN SEGUNDO. Muchas veces ni siquiera tenemos la diferencia de agradecerles su paso, y de algunos hasta nos olvidamos. Pocas son las ocasiones en que nos detenemos y pensamos que esto es en realidad una despedida, que ese instante se ha largado y nunca va a volver... Podemos quedarnos con el olor o con el sabor, pero la manera en que se dio en ese momento es irrepetible.
Ver como se me escurren los segundos de los dedos como si fueran gotas de agua que acaban por precipitarse contra el suelo me hace darme cuenta de la gravedad del asunto... Sin apenas darme cuenta he agotado un año, aproximadamente 31.536.000 segundos que se me han escapado y un número asombroso de ellos que todavía están por llegar, y nosotros aquí haciéndonos propósitos que quizá luego ni nos esforcemos en cumplir y balances innecesarios.
Digo yo, propongámonos (sobre)vivir y empeñémonos en crear segundos tan bonitos que merezcan ser echados de menos tras sus tristes despedidas.

La chica de los gatos.

Doscientos veintinueve.


Y es entonces cuando aprendimos a olvidar los para siempre que no llegan al día siguiente. Fuimos viajando en los momentos, disfrutando, lento.
Asumimos que todo aprendizaje tiene su parte de error, que llega antes o después, pero ahora disfrutamos del trayecto; que alguien nos dijo que la vida solo pasa una vez y no hay mayor placer que vivir improvisando.

La chica de los gatos.

Doscientos veintiocho.


No recurras a las fotos. Salgo desenfocada en todas. No me dejaste formar parte de tus días y de poco sirvieron las horas que consumimos a solas, cada uno en su laboratorio. Desenfocada por creer que en el mundo no había nada mejor que la palabra "nosotros". Y ya ves. Ya no quedaban horas en los relojes de la ternura, ya no volveremos a vernos. Habría que mirar los negativos para que las cosas cambiaran de color, para poder encontrar las risas que faltaron en el reverso de las heridas. Habría que mirar los putos negativos, para que me pudieras ver como algo más que un borrón, para arrancarme el papel triste de actriz secundaria. Si. Habría que mirar los negativos, para encontrar una bienvenida en la trastienda de cada adiós que tu boca pronunció para que subieran los telones. Habría que mirar los negativos para poder vernos alcanzando la playa donde se ven llegar, de una vez, los sueños que quedaron por cumplir. Mirar los negativos para corregir las señales de stop que acompañaban a cada "ven".

La chica de los gatos.

Doscientos veintisiete.


Sí, podría darte mi número, y seguramente tú me llamarías y yo esperaría más niña que lo hicieras. Quedaríamos en algún sitio amable y al principio los dos nos sentiríamos especialmente torpes con las palabras. Te tiraría el humo a la cara por los nervios y tú me darías una patada por debajo de la mesa, pero nos reiríamos y a partir de ahí todo se volvería más fácil. Jugaríamos a pagar rondas de vergüenza, hasta emborracharnos la brusquedad por besarnos. Se nos haría de día presentándonos desnudos en el sofá y bromearíamos sobre la necesidad de repetirlo. Quedaríamos muchas veces más, al principio buscando excusas, después excusándonos por no hacerlo. Y todo sería sospechosamente perfecto: la cama, la risa, el ejército de hormigas en la barriga
Y de repente, llegaría la mañana en la que te das cuenta de que estás queriendo con la cabeza, el corazón, el humor y el sexo. Con suerte ninguno de los dos enfermaría de cobardía y no nos arañaríamos demasiado. Como primicia, no le daríamos importancia a los enfados y luego nos enfadaríamos sin importarnos. Nos creeríamos invencibles, pero llegaría la noche fría en la que me pondrías la mano encima y yo no la sentiría. O el momento en que tú aborrecerías mi manera de contarte cómo me ha ido el día. Puede que hasta consiguiéramos fingir la vehemencia suficiente como para pretender que el desencanto no resultase tan doloroso. Como mínimo, uno de los dos saldría trasquilado, y no es que me acojone la posibilidad de que me hagas daño... Pero últimamente ando aquejada de pereza, se me ha dormido el corazón y no me encuentro por ningún lado las ganas de querer. Y encima, lo que yo quisiera es un amor al revés, uno que empezara mal y terminara bien. Uno que empezara con gritos, siguiera con caricias y se agarrara con besos. Un amor totalmente del revés. Uno que no terminara.

La chica de los gatos.

Doscientos veintiséis.


Susúrrame al oído que me amas, al compás de nuestra canción de Tiziano Ferro sonando lentamente en aquel CD de vinilo. Apaga la luz y muévete sensualmente hasta mi cama, deja que te arranque lentamente la ropa para sentir esa mágica reacción química. Nos atraemos, como dos protones, como dos leones cuando están en celo. Deseos de sentirte, de notar tu carne contra mi carne, ¡oh si cariño! gímeme al oído y haz que esta noche normal se convierta en la más especial para los dos.

La chica de los gatos.

Doscientos veinticinco.


A veces es mejor poner tierra de por medio y dejar que corra el aire. Aunque solo sea por volver a sentir esa sensación maravillosa de querer acortar milímetros a toda costa y devorarnos. A veces es necesario aunque duela un poco, descosernos y dejar de compartir el oxígeno para respirar por nuestra cuenta... Llenarnos los pulmones y echarnos de menos. Mirarnos tranquilamente y quietos, cada uno desde su trozo de mundo, y dar tiempo a que los latidos se autorrevelen susurrando te quieros al vacío. Hasta que la magia vuelva para salvarnos, aunque ya sabes que la magia sigue ahí, no se ha ido... solo que a veces le gusta chincharnos y jugar al escondite

La chica de los gatos.

viernes, 23 de agosto de 2013

Doscientos veinticuatro.


-Vuelve.
-Volver a ratos no es volver.
-Por favor.
-Sabes que si me lo pides volveré, así que no lo hagas.
-Vuelve, vuelve.
-No lo hagas.
-Quiero que vuelvas, esta vez de verdad.
-¿Tan de verdad como las otras 324532 veces?
-...
-¿Lo ves? Ni tan siguiera tienes argumentos para pedírmelo. Quieres que vuelva para cuando a ti te apetece, para cuando no tengas a otra. ¿Eso es volver? ¿Eso es lo que quieres de mi?
-Sólo nos entendemos en una cosa.
-No. Esa es la solución fácil. Yo quiero entenderte, ¿sabes? Esa es la diferencia entre tú y yo. Yo hice lo posible por sacar todo adelante, por sacarte una sonrisa cuando ni siquiera lo necesitabas, yo fui la que peleó, yo fui la que aguantó de pie, yo fui la que lloró, la que te creyó, y ¿qué? ¿Acaso te importó algo?
-Si. No fui el malo de la película.
-Esta película no tiene ni principio, ni final. No tiene sentido. Sólo provoca dolor, ¿es que no lo ves? Yo quería ser tu protagonista, tu actriz preferida... y tú ni siquiera sabes valorar los asientos de este cine que montamos. Ni siquiera tuvimos que empezar a reproducirla. Ni siquiera tuvimos que empezar un guión.

La chica de los gatos.

Doscientos veintitrés.


Demasiada gente pasa por la vida quejándose de sus problemas. Yo siempre he creído que si la gente invirtiera una décima parte de la energía que malgasta en quejarse en resolver el problema, les sorprendería descubrir lo bien que pueden funcionar las cosas.

La chica de los gatos.

Doscientos veintidós.


Despertar es una utopía, un sueño, algo por lo que vivir y elevar nuestro espíritu. Despertar es liberar tu mente de las cadenas impuestas por tu razón. Es entender que el universo es un océano oscuro, y que nuestras únicas luces para iluminarlo son el amor y la bondad. Despertar es aprender a usar nuestra mente y no que ella nos utilice a nosotros, es aprender a pensar, a cuestionar, a dudar, a creer, a equivocarse y volver a empezar. No importa cual sea tu ideología, tu religión, tu objetivo, despertar es saber que el único camino para sentirte pleno es el de la paz y el amor. Porque al fin y al cabo no interesa el fin, sino la forma en que lleguemos a él.
Despertar es tener la certeza de que el mundo se puede cambiar, y que la única forma de hacerlo es liberándote de tu ego para sacrificarte por el otro. Hacer el bien, brindar claridad, iluminar con el alma, alejar la tempestad y transformarla en calma, esparcir y cubrir el mundo con el perfume de tu esencia, terminar con la discordia y sembrar paz... Contagiar, eso es despertar
Terminar con los prejuicios, conocer y descubrir el alma de las personas, no su envase... buscar en lo profundo. Estar abierto de cuerpo y espíritu para dejar que la vida te sorprenda y te inunde de certeza y sabiduría. Permitirte volar, soñar, jugar... ir más allá de todo lo tangible, intentar descubrir los mayores misterios sabiendo que las respuestas a nuestras preguntas sólo se encuentran dentro nuestro.
Despertar es desear que el otro despierte y estar dispuesto a todo por conseguirlo. Despertar es liberar, desencadenar, desatormentar, tranquilizar, brindar esperanza y fe. Despertar y saber que dormía. Despertar y saber que aún duermo. Despertar sabiendo que nunca terminaré de despertar.

La chica de los gatos.

Doscientos veintiuno.


No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo, y punto. ¿Sabes?, la gente que no logra conseguir sus sueños suele decirles a los demás que tampoco cumplirán los suyos.

La chica de los gatos.

Doscientos veinte.


- ¿Qué pasa?
- Que la vida es una mierda. Que nos pasamos la mitad del tiempo pensando en el pasado y la otra mitad pensando en el futuro, pero nadie se para a pensar en el presente, en lo que de verdad quieres hacer AHORA. Y yo quiero estar contigo, me da igual si me enamoro de ti y si esto acaba saliendo mal, me da igual... porque es de verdad lo que QUIERO hacer.

La chica de los gatos.

Doscientos diecinueve.


Yo le quiero sin saber cómo, ni cuándo, ni dónde, ni por qué me quita el sentido de la orientación. Me deja perdida, como ida. Yo, le quiero de la única manera que sé quererle, a mi forma... Sé que hay muchas formas de querer y que habrá conocido muchas o pocas, pero de lo que estoy segura es que nadie le habrá dado la pasión que yo le doy. Tanta pasión que su mano sobre mi pecho es mi mano, que sus (increíbles) ojos se cierran en mi sueño, que mi cuello lleva su olor. Me gusta proteger y me gusta ser un poco egoísta (perdóname), pero es porque me encanta que me den besos y que me abracen cuando no me lo espero (pero ¿sabes qué? que realmente cuando miro a otro sitio, estoy esperando a que me rompas con un beso y hacer como que no me lo esperaba.)

La chica de los gatos.

Doscientos dieciocho.


El mundo cabe en una canción. Las canciones nacen donde mueren los prejuicios. Los prejuicios destruyen futuros exquisitos. El futuro no conoce temores. Los temores desaparecen todos, cuando siento tu respiración cerca de mi boca, al tiempo que implora beber de tu cuerpo. Tu cuerpo es donde quiero sembrar mis deseos. Mi deseo es que nunca escapes del mundo que tejí con flores para ti.
Y el mundo... el mundo cabe en una canción.

La chica de los gatos.

Doscientos diecisiete.


A sonreír se aprende habiendo llorado mucho. Cuando te suena demasiado cualquier principio. Cuando deja de sorprenderte cualquier final. A sonreír se empieza en cuanto se aprende a soñar flojito. Pásate varios años con varias ilusiones sin cicatrizar, y a todos tus sueños les acabará saliendo una arruga.
Pero hoy no quiero hablar de sueños. Sino de sonrisas. Y hay muchísimas maneras de estirar la boca.
Para empezar, uno puede sonreír para sí mismo o puede sonreírle a otro. Se trata de sonrisas completamente distintas, sobre todo porque mientras la primera es por donde se escapan ideas alegres y recuerdos indelebles, la segunda constituye el símbolo universal de la complicidad. En este último caso, muchos aseguran que dedicarle a alguien tus labios puede resultar tan contagioso como un bostezo en el metro.
Luego están las sonrisas que enseñan los dientes y las que se hacen las interesantes. Nada que ver las unas con las otras. Creo recordar haber leído que el ser humano, junto a algunos primates, es el único animal del planeta que no enseña los dientes como señal de defensa o agresividad, sino justamente todo lo contrario. 
A partir de ahí, todas las demás. Sonrisas de idiota y sonrisas de listillo. Sonrisas falsas, sonrisas malignas, sonrisas tímidas, arrogantes, sonrisas payasas, sonrisas desesperadas. Sonrisas que invitan a un primer paso y sonrisas que declinan toda invitación. Sonrisas verticales, horizontales, de medio lado, de medio pelo y hasta en diagonal.
El catálogo de sonrisas humanas se complementa con formas de bocas, accidentales faciales y jardines dentales, hasta crear las infinitas combinaciones que, en teoría, y sólo en teoría, deberíamos estar presenciando continuamente. 
Y es que una variable clave dentro de esta inusual ecuación consiste en el momento en el que decide hacerse presente. Para cualquier otra expresión física, hay que tener muy en cuenta cuándo se manifiesta. Para la sonrisa, no.
Da igual la situación en la que te encuentres, una sonrisa bien dibujada siempre te va a ayudar a ti y seguramente a los demás también. Sí, incluso en un tanatorio, en un accidente y en una ruptura sentimental.
Para terminar, matización importante. No confundirse. Sonreír no tiene nada que ver con reír: Simplemente comparten letras. La sonrisa crece, la risa berrea. La sonrisa escucha. La risa habla, si se puede sonreír incluso mientras se llora. Con eso está todo dicho.
De cualquier modo, si hay algo que realmente me fascina del acto de sonreír es lo mucho que se obtiene frente a lo poco que cuesta. Lo poco que abunda frente a lo gratis que es.
Lo bien que conozco el teorema. Lo poco que me lo sé...

La chica de los gatos.

Doscientos dieciséis.


Vive al máximo cada momento, pues nunca vas a saber con certeza que significará para ti más adelante. Llora si te hace falta, pero llora de alegría, llora porque te duele la tripa de tanto reír a carcajadas.
No hemos inventado nada nuevo, ni siquiera hemos aprendido a amar, estamos perdidos... como en un sueño. El amor debería ser un milagro en el que soñamos la felicidad del otro. Por eso, no creas nunca que el amor te pertenece, porque en ese preciso instante desaparecerá... como un sueño, porque el amor es un sueño en el que sueñan dos.

La chica de los gatos.

Doscientos quince.


Ya perdoné errores casi imperdonables. Intenté sustituir personas insustituibles y olvidar personas inolvidables. Ya hice cosas por impulso. Ya reí cuando no podía. Ya hice amigos eternos. Ya amé y fui amada, pero también ya fui rechazada. Ya fui amada y no supe amar.
Ya grité y salté de tanta felicidad. Ya viví de amor e hice juramentos eternos, pero fallé muchas veces. Ya llamé sólo para escuchar una voz. Ya me apasioné por una sonrisa. Ya pensé que me moriría de tanta tristeza.
Tuve miedo de perder a alguien muy especial (y lo acabé perdiendo), ¡pero sobreviví! Y todavía vivo. No paso por la vida y usted tampoco debería pasar: ¡VIVA! Es bueno ir a la lucha con determinación. Abrazar con pasión. Perder con clase y vencer con osadía. Porque el mundo pertenece a quien se atreve. Y la vida es mucho para ser insignificante.

La chica de los gatos.

Doscientos catorce.


Lo que está diciendo es que quiere un compromiso. Traducción: ser domesticado. No, nunca es bueno depender de alguien en esta vida. Si cambias tu naturaleza, estás perdido.

La chica de los gatos.

jueves, 1 de agosto de 2013

Doscientos trece.


El problema es, ¿qué quieres tú?
Yo creo que ni tú mismo lo sabes. Creo que te da miedo elegir. Creo que, en el fondo, sólo eres un cobarde. No sabes si la quieres a ella, o si me quieres a mi. No sabes si prefieres sus besos o los míos. No sabes si quieres tenerme, o quieres tenerla. No sabes nada. Y estás asustado. Porque, pase lo que pase, no serás el ganador de la partida. No esta vez. Ahora las cartas están sobre la mesa y la pelota en tu campo. Se terminaron las discusiones tontas y las palabras con doble sentido. Las balas van directas al corazón. Eres el único que puede decidid. Porque, en el fondo, esta lucha es tuya, no mía. Yo me retiro. Y que gane el (la) mejor.

La chica de los gatos.