jueves, 5 de diciembre de 2013

Trescientos treinta y ocho.


Una chica nunca se olvida del primer chico que le gustó, aunque la cosa no saliera del todo bien, pero siempre hay alguien que te ofrece un poco de ayuda.
Ahí está, ahí es donde empieza nuestro problema: "Ese chico te ha dicho eso porque le gustas". ¿Sabes que significa eso? Que nos convencen, nos programan para creer que si un chico se porta mal, como un capullo, significa que le gustas. ¿Por qué nos decimos estas cosas unas a otras? Puede que sea porque nos da mucho miedo y porque es demasiado duro admitir la evidencia que tenemos delante de nuestras propias narices...
A las chicas nos enseñan muchas cosas desde pequeñas: si un chico te incordia, es que le gustas; y nunca te cortes el flequillo, así algún día conocerás algún hombre maravilloso y tendrás tu propio final feliz. Cada película que vemos, cada historia que nos cuentan, nos pide que creamos en ellas. El giro al final de la historia, la declaración de amor inesperada, la excepción a la regla...
Estamos tan obsesionadas por encontrar nuestro final feliz, que nos olvidamos de leer las señales, las que diferencian a los que nos quieren de los que no, a los que se quedarán de los que se irán.
Y es posible que ese final feliz no incluya al hombre ideal, puede que seas tú recomponiéndote y volviendo a empezar, liberándote para algo mejor que puede haber en tu futuro. Puede que el final feliz sea simplemente pasar página, o puede que el final feliz sea este: saber que a pesar de todas las llamadas no devueltas, de todos los desengaños, las meteduras de pata y las señales malinterpretadas, a pesar de todo el dolor y bochorno, nunca perdiste las esperanzas.

La chica de los gatos.

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