lunes, 30 de diciembre de 2013

Trescientos sesenta y dos.


Y si, reconozco que en algunos momentos yo también lloro. Cuando nadie mira, cuando estoy muy sola, cuando sé con toda certeza que no habrá testigos. Poco a poco los ojos me escuecen, los recuerdos inundan mi cabeza y las lágrimas escapan de mis ojos alegres de ser, por fin, libres. Lloro con angustia, con ansiedad, con rabia... Hasta el puto punto de no poder para, sintiendo que en cualquier momento puedo llegar a ahogarme en mi propia tristeza. Sí, lloro. Pero no, eso no significa que sea débil, significa que llevo demasiado tiempo siendo fuerte.

La chica de los gatos.

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