martes, 17 de diciembre de 2013

Trescientos cincuenta.


Hay una razón por la que dije que sería feliz sola. No fue porque creyera que sería feliz sola, sino porque creía que si amaba a alguien y salía mal, no lo superaría... Es más fácil estar solo porque, ¿y si te das cuenta de que necesitas amor y no lo tienes?¿Y si te gusta y dependes de él?¿Y si construyes tu vida en torno a él, y luego todo se desmorona...?¿Se puede sobrevivir a ese dolor? Perder el amor es como sufrir daños en un órgano, es como morir. La única diferencia es que la muerte acaba, esto... puede continuar para siempre...
Pienso en todos esos hombres perdidos, en los cambios de rumbo. La sonrisa perfecta de Rafa. Los ojos de Aitor. La espalda de Ulises. De no haber roto con Rafa jamás hubiera conocido a Aitor. Ni a Ulises. Ni siquiera a la mujer que ahora soy. Mis manías. Los pijamas de Aitor. Los brazos de Ulises. Las ganas de Rafa. Pero Ulises es la suma de Aitor y Rafa. A partir del segundo amor todo son vicios, comparativas, mezclas. Mi idea es el rostro de Rafa, con los ojos de Aitor, con el culo de Ulises, con la inocencia de Rafa, con los orgasmos de Aitor, con el sentido del humor de Ulises.
Yo me amoldé a ellos y ellos, supongo, también a mí. Fui yo misma con los tres, pero una distinta yo con cada uno. El amor es soluble, polimórfico. Nadie teme perder su propia personalidad: la compartes, la regalas. Te disfrazas de esponja. Sin embargo, hay algo en mi interior que no varía: tarde o temprano acabo quemando ese amor con la chispa del siguiente. No puedo evitar querer otras vidas, nuevos Martines, Hugos o Ivanes. No puedo evitar creer que aún no me conozco porque aún me quedan hombres por conocer.
Ahora no tengo a Rafa, ni a Aitor, ni a Ulises. Los tres comparten sus nuevas vidas con nuevos amores únicos, todos lo son. Y los tres serán tan felices como lo fui yo con ellos, con los tres. Una felicidad distinta, no hay dos iguales
Yo ahora soy taxista. Me dedico a cambiar de rumbo según me indiquen, o yo dedica, igual que hice con ellos y ellos conmigo. Y no me arrepiento de ninguno. Tampoco de las calles que transito.

La chica de los gatos.

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