martes, 17 de diciembre de 2013

Trescientos cuarenta y nueve.


Nunca te pregunté. De nada me iba a servir saber si quererte duele, si yo te iba a querer de todas maneras. Daba lo mismo si día tras día mi corazón se iba a intoxicar un poco más, acercándose sin remedio al momento en que dejase de latir para siempre. Esa fue mi decisión, quererte y morir. Pero te aseguro que nunca me he arrepentido, ni siquiera cuando cada bocanada de aire me congelaba la garganta, ni siquiera cuando comencé a notar que los ojos se me apagaban y los colores se me escapaban del pecho.
Cuando fuimos conscientes del palidecer de nuestras caras, tiritando nos abrazamos. Y allí, en nuestro funeral, entre las flores te lo susurré: a pesar de la muerte, de la vida o la suerte... Entonces el corazón que sostenía en mis manos se partió en millones de colores, y comenzó a nevar sobre nuestros cuerpos inertes. no sufrí, no tuve miedo, el dolor fue dulce. Y aunque ellos crean que han ganado se equivocan. Nosotros vencimos en este juego de animales.
Ahora la ciudad enferma baila nuestra canción. Aquellos que miraron un día mal nuestro amor están hoy contagiados... e ignorantes, se creen vivos.

La chica de los gatos.

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