martes, 24 de diciembre de 2013

Trescientos cincuenta y cuatro.


Es horrible temer el sitio que una vez amaste. Ver una esquina que antes conocías perfectamente y tener miedo de su sombra, no atreverte a subir unos escalones familiares. Nunca he sabido lo que es vivir con miedo, tener miedo de volver a casa sola, miedo de encontrar polvo blanco en el buzón, a la oscuridad y a la noche, tener miedo a la gente. Siempre he creído que el miedo era cosa de los demás, de la gente débil, nunca lo había sentido. Hasta que ocurrió, y cuando te alcanza sabes que siempre ha estado ahí, al acecho, bajo la superficie de todo cuanto amabas y se te eriza el bello, se te encoge el corazón y ves caminar a la persona que una vez fuiste y te preguntas si volverás a ser esa persona.

La chica de los gatos.

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