sábado, 3 de mayo de 2014

Ciento cincuenta y uno.


Nunca veas a una puta con la luz del día. Es como mirar una película con la luz encendida. Como el cabaret a las diez de la mañana, con los rayos del sol atravesando el polvo que se levanta cuando barren. Como descubrir que ese poema que te hizo llorar a la noche, al día siguiente apenas te interesa... Es como sería este puto mundo si hubiera que soportar las cosas tal y como son. Es como descubrir al actor que viste haciendo Hamlet en la cola del pan. Como el vacío cuando te pagan y no sientes ni siquiera un poquito. Como la tristeza cuando te pagan y sentiste al menos un poquito... Como dejarte venir conmigo, sabiendo que cuando se acabe la magia vas a estar con una mujer como yo, en otro lado...

La chica de los gatos.

Ciento cincuenta.


Quizá no sea la chica con la que sueñas. Tal vez haya otras mejores que yo, tal vez no soy yo quien te hace más feliz. Tal vez te suene atrevida, tal vez en este momento estés esperando por alguien que yo nunca podría ser... Todo queda en un "TAL VEZ", pero ¿qué mas da? Si yo me he perdido en tu mirada... ¿Qué mas da si esto suena ridículo? Me he propuesto conquistarme, quiero mostrarte que también suceden cosas buenas en nuestra realidad. Déjame hacerte feliz. Entra en mi vida... te abro la puerta.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y nueve.


Dices que vivo aferrada al pasado, que no avanzo... pero para mi no tiene sentido. Cierro los ojos y solo existen tus manos con mis manos, calor bajo tus sábanas, guerras de cosquillas, domingos atados a la cama... y comernosquerernos, suspirar... sentir que estamos vivos. No existe pasado, presente ni futuro, solo tú y yo. Nosotros y nuestra INTEMPORALIDAD. Llámalo vivir de recuerdos si quieres, llámalo pasado... Llámame masoca. Llámame sin la LL.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y ocho.


Cuando pierdes el tiempo al teléfono, cuando los minutos pasan sin que te des cuenta, cuando las palabras no tienen sentido, cuando piensas que si alguien te escuchara creería que estás loco, cuando ninguno de los dos tiene ganas de colgar, cuando después de que ella ha colgado compruebas que lo haya hecho de verdad, entonces estás perdido. O mejor dicho, estás enamorado, lo que, en realidad, es un poco lo mismo...

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y siete.


Sobrevivo con tu ayuda o sin ella. Tengo mas problemas en los que pensar, reconozco que tu eres mi preferencia pero poco a poco vas bajando de escalón hasta que desaparezcas. Te deseo lo mejor, que encuentres a una chica con la que te sientas completo, solo te pido que no la utilices igual que hiciste conmigo ya que eso no le gusta a nadie. Se puede decir que yo he sido demasiado buena respecto a este tema, pero... y si la siguiente ¿no lo es? ¿Qué harás? Gimotear como un bebé, ¿no? Al final recibes lo que das.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y seis.


Soy de las que se encaprichan fácilmente. De las que se pueden pasar horas pensando en él, y segundos olvidándole... De las que perdonan pero no olvidan. De las que recuerdan los mejores momentos fácilmente, de las que son difíciles de sorprender, de las que viven la vida salvajemente. De las que piensan más en los demás que en si mismas, de las que piden perdón sin motivo, de las que hablan horas de algo que ha ocurrido en unos segundos, de las que piensan las cosas dos veces antes de hacerlas, de las que prefieren estar solas antes que mal acompañadas, de las que se entretienen con cualquier cosa.
De las que tienen un por qué para todo, de las que dedican su tiempo libre a hacer cosas que disfrutarán mañana, de las que creen que las casualidades SÓLO existen por algo, de las que se creen solo la mita de lo que les dicen... De las que le ven algo malo a todo lo bueno y algo bueno a todo lo malo, y de las que se preocupan más de vivir a vida como les plazca que de lo que puedan pensar los demás.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y cinco.


Si tú saltas, yo salto; si tú quemas, yo ardo; si a ti te pegan un tiro, yo sangro. Porque eres lo más bonito que tengo alrededor y la única razón que tengo para seguir luchando. Nadie puede darme lo que tú me das, nadie.
Cuando estoy realmente jodida, apareces con esa sonrisa, me das ánimos, dices alguna tontería... Miles de momentos juntos en los que nos hemos reído hasta que nos dolía el estómago... y eso me gusta. Hay palabras que suben como el humo y otras que caen como la lluvia... Aunque me fuese, ¿de verdad crees que te podría olvidar? Cuando estoy contigo me siento distinta, me siento buena, mejor persona. La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento.
Me despierto cada noche pensando en ti, en raptarte, y reventarle la cabeza a todo el que se ponga por delante. Y me levanto todas las mañanas con las mismas ganas de abrazarte. Me muero por sentarme enfrente, por oler tu ropa, por mirarte y luego perderme. Quiero quedarme aquí, y hacerlo mientras nos abaten con toda la puta artillería
Yo intento engañarme a mi y a ti, diciendo que no significas nada, pero no es así, esta vez no me voy a ir de tu vida por la puerta de atrás, esta vez no. Y me gustaría que supieses que mereció la pena, que ahora sé que seguir viviendo no es pasar las hojas de un calendario, sino entender que cada hoja de ese calendario es única e irrepetible...

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y cuatro.


Y, entonces, todo hace click, como por arte de magia. Como si fuera exactamente eso lo que estabas destinada a pensar un día cualquiera a las tres de la madrugada. Que todas esas patrañas de comerse el mundo, de encontrar el sentido de tu vida o de descubrir quien eres, no le importan a nadie, a nadie en absoluto. Que todo lo que te pueda llegar a importar o a doler en realidad no es nada, no tiene la más mínima importancia. Que todas esas mañanas bajo el edredón con él, las conversaciones de madrugada y el creer que te va a hacer morir de la risa, no existen...
Y a la mierda con las depresiones de los domingos, las noches en vela o las traiciones de esas que duelen. Todo terminará por desaparecer, y tú con ello. Pero eso no tiene porque ser algo malo.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y tres.


No sé si esto le pasa a todo el mundo, pero llega un momento en el que estás tan perdido, que no sabes cuál es tu camino, y te pones a dar vueltas, y vueltas sin llegar a ningún sitio. Puede que lo mejor sea quedarse parado y esperar que pase cualquier cosa, o bien necesitas que alguien te de un empujón. O necesitas a alguien que te ayude cuando te metas en un lio, y no sepas como salir. O te ayude a encontrar un camino conocido, que no sabías que existía...
Pero cuando por fin llegas a la meta y sabes lo que quieres, ahí, en ese momento, empieza lo realmente bueno. Y como dicen mis padres, mis profesores y todo el mundo, sin duda estoy en la flor de la vida

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y dos.


Un beso de buenas noches, un abrazo en una despedida, alguna pelea de vez en cuando, celos e indiferencia, una palabra bonita cuando me despierte de la siesta, un dibujo por mi cumpleaños. Un paseo de la mano, un beso en cada semáforo en rojo, hacer piececitos bajo la mesa del bar más mugriento de la carretera, la peli más aburrida del videoclub para dormirnos, una escapada a la playa cuando haga frío, oler a chimenea... Un te quiero un miércoles a las ocho de la mañana, una copia, un beso, una copia, un beso, una cama. Contarte el suceso más gracioso del telediario, romper mi hucha para regalarte una sudadera que me pondré yo, una moraleja en cada pelea... RECUERDOS, para que nunca puedas olvidarme.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta y uno.


Ya no tenía aquella electricidad en los ojos. Empecé a pensar que... a lo mejor no la tenía porque ya no existía. Sus ojos seguían reflejando algo... lo que ahora era la tristeza. A partir de entonces empecé a ver la tristeza en todas partes, cada cara era diferente pero en el fondo igual. Veía la tristeza en cada uno de los rostros, sentía que se me partía el corazón una y otra vez... y cada vez como la primera.

La chica de los gatos.

Ciento cuarenta.


Me dio mucho vértigo el pensar que tendría que estar con alguien para siempre... Y ahora para siempre me parece muy poco tiempo.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y nueve.


Hay una razón por la que dije que sería feliz sola. No fue porque creyera que sería feliz sola, sino porque creía que si amaba a alguien y salía mal, no lo superaría... Es más fácil estar solo porque ¿y si te das cuenta de que necesitar amor y no lo tienes? ¿Y si te gusta y dependes de él? ¿Y si construyes tu vida en torno a él, y luego todo se desmorona...? ¿Se puede sobrevivir a ese dolor? Perder el amor es como sufrir daños en un órgano, es como morir. La única diferencia es que la muerte acaba, esto... puede continuar para siempre...

La chica de los gatos.

Ciento treinta y ocho.


Que lo importante no es la cantidad, es la calidad. Estoy segura que los dos chicos con los que he hecho el amor, valen mucho más que cualquiera de tus polvos de una noche. Pero tú sigue contabilizando las cosas, que no pasa nada. Es más fácil dar números que describir algo. Por eso es difícil explicar que el más rico no es quien tiene más dinero, es más rico porque los billetes son más fáciles de contar.
Yo prefiero escalofríos y vivir cosas que es mejor no contarlas porque nadie las va a entender. Que la polla no hay que medirla en centímetros, hay que medirla en los orgasmos que ha llegado a provocar. Pero claro, lo importante de un coche son los caballos que tiene y no las veces que todos los ocupantes han cantado una canción al unísono
Quédate con lo tuyo y ten claro que la mayoría de las mejores cosas que puedas hacer no se contabilizan. Que si quieres competir a ver quién tiene más, adelante, seguro que ganas, pero déjame que me quede con lo poco que tengo.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y siete.


Por muy limpio que esté un vestido, como caiga una pequeña mancha ya es un vestido manchado. No importa cuantas veces se haya lavado, ni todos los días que haya conseguido pasar sin que nada se derrame encima. Una pequeña gota y toda se arruina... Como la maldad o la mentira. Puedes dedicarte toda tu vida a salvar a otros, y matas a uno y ya eres un asesino. Dices siempre la verdad y un día una mentira y ya eres un mentiroso. La jodida mancha pequeña que arruina toda tu ropa.
Puede haber perdón, la rendición es un derecho para todo el mundo, pero siempre llegará alguno con el comentario de "si lo hizo una vez, lo puede hacer otra". El mal siempre tiene la habilidad de poder volver, el bien no. Por eso cuando el malo hace algo bueno, es una anécdota; cuando el bueno hace algo malo se corrompe y ya nunca más volverá a ser bueno... Basura en realidad. No sé cual es el truco. Intentar no mancharte es imposible. Quizás llevar demasiadas manchas encimas, quizás comprarte un vestido cada día, quizás ponerte uno oscuro con el que se noten menos las manchas.
Todo por las ganas de juzgar, por las ansias de ver como el otro fracasa. Somos lo que somos por lo que hacemos, para bien y para mal, aunque parezca que solo tiene que ser para mal.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y seis.


Yo no nací ayer, sabía perfectamente dónde me estaba metiendo... Y podía ganar o podía perder, así que el daño me lo he hecho yo misma. No hace falta que sepa por qué lo hiciste, el daño ya está hecho y será difícil borrarlo. Ya de nada valen los "ya no...". Nadie cambia, está claro. Eres un caprichoso que no sabe lo que quiere. ¿Qué por qué? Quiero a esta, quiero a la otra, ahora me harto, luego amigos... Eres tan egoísta que empiezo a pensar que no te mereces nada, ni promesas de futuro, ni álbumes de recuerdo, ni una simple amistad, NADA. Porque cada vez que llueve alguien se ahoga, pero a ti, a ti te importa una puta mierda.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y cinco.


Un día dije que iba a dejar de existir y que empezaría a vivir. Que la vida son dos días y tres cafés, y es evidente. Que cogería aviones y no llevaría maleta, que me guardaría el tic-tac de cada reloj y que me bebería todas las noches en vasos de cubata. Que yo fui de huesos frágiles, de los que crujen si te abrazan. Pero un día, decidí hacerme fuerte.
Que a vivir, se aprende viviendo, y no todo el mundo sabe cómo. Se empieza por el principio y no se sabe el final. Un día te levantas y tu vida ha empezado, y sientes que el resto de días sólo era para enseñarte... Y decidí marcarlo. Que nada nos ata, y que un lazo además de unir, envuelve las vidas pequeñas que llegan a las ciudades grandes. Y además te hacen un poquito más mayor.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y cuatro.


He aprendido que grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. Que grandes desconocidos pueden volverse mejores amigos. Que nunca acabamos de conocer a una persona. Que el "nunca más", se cumple, y el "para siempre", acaba. Que el que quiere, puede, y lo consigue. Que el que no arriesga, no pierde nada. Que el físico atrae pero la personalidad enamora...

La chica de los gatos.

Ciento treinta y tres.


Te quiero, sin reflexionar, inconscientemente, irresponsablemente, espontáneamente, involuntariamente, por instinto, por impulso, irracionalmente. En realidad no tengo argumentos lógicos, ni siquiera improvisados. Sólo sé que te quiero. Nunca pensé que fueras a ser tú, pero lo eres. Eres  y tu manera de hacer las cosas... Tu forma de mirarme, tu risa, tus gestos, tu pelo. Porque se me acabaron la excusas, y ya no puedo decir: "si tu supieras...", porque lo sabes, porque me conoces.
Tengo tantas cosas que decirte, que no sé por dónde empezar. Y puede que si me pusiera a escribírtelas una a una, me quede en blanco, lo más seguro. Quizás sea el momento de darte las gracias por todo este tiempo que pasamos juntos, o de dártelas también por el tiempo que nos queda. Es posible que sea el momento adecuado para decirte, asegurarte, que en esta vida ya no quiero otros besos, ni otros abrazos, ni otra voz al otro lado del teléfono, ni otro olor en mis sábanas.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y dos.


Si pudieses comprender todo, sería más fácil para mi arrepentirme. Si pudieses ver todas nuestras posibilidades, no estaríamos aun en este punto muerto en el que empezamos. No me dejes ir solo por esto. Puede que sea una idiota pero puede que tu también. Dos equivocados no suman un acierto, pero no me importa porque puede que seamos todo lo que necesitamos.
Tú puedes decir que esto es un gran error, pero yo creo que merece la pena hacerlo, merece la pena repetir. Te diría que las cosas buenas les llegan a aquellos que esperan. Te diría cualquier cosa si tú me creyeses. Tal vez no seamos el uno para el otro o, tal vez, somos más de lo que estamos dispuestos a ver.

La chica de los gatos.

Ciento treinta y uno.


Después charlamos de vivir el presente. Le decía que me parecía horrible lo que hacía, cada día pensando lo que había hecho ayer y antes de ayer y el día de antes. Cada noche, reprochándose los errores y mintiéndose al pensar que, si pudiera volver atrás en el tiempo, haría todo lo contrario de lo que había hecho. Idea de absoluta falsedad ideológica, porque si cada uno volviera al momento del error sin llevarse el conocimiento de hoy, sabiendo solamente lo que sabíamos entonces, volveríamos a hacer lo mismo, porque con esos datos nos seguía pareciendo la mejor opción...

La chica de los gatos.

Ciento treinta.


Estoy cansada, cansada de luchar por algo que ya no existe, cansada de ilusiones rotas, de esperanzas falsas, estoy cansada de ti y de tus promesas sin cumplir. Estoy cansada de tener tus besos marcados en mi piel, estoy harta de que tus palabras retumben en mi cabeza. Ya basta por favor, no quiero llorar más, para ya, sólo te pido eso. No me busques, no me hables, no me mires, simplemente no estés. Lárgate que no quiero verte, ni escucharte, no me pidas que te perdone porque mi corazón ya no puede, no me pidas que lo entienda porque es imposible que lo haga. No me jodas más la vida, no me marchites más. Porque lo único que he hecho ha sido quererte y tú lo único que haces es destrozarme.

La chica de los gatos.

Ciento veintinueve.


Mi táctica es mirarte, aprender como eres, quererte como eres. Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible. Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto, pero quedarte en vos. Mi táctica es ser franco y saber que eres franca, y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos.
Mi estrategia es, en cambio, más profunda y más simple. Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo ni sé con qué pretexto, por fin me necesites.

La chica de los gatos.

Ciento veintiocho.


¿Y por qué iba a quererte yo? No has estado casi en ninguno de los momentos más importantes de mi vida... y si estuviste fue porque yo te busqué o te invité; yo quise estar contigo, pero tú conmigo no. ¿Por qué iba yo a quererte si cuando tú eras mi pensamiento más frecuente a lo largo del día, para ti probablemente ni siquiera existía? Pues te quiero... por esa estúpida manía de ir detrás de lo que se aleja y me hace daño...

La chica de los gatos.

Ciento veintisiete.


Fue un error. No estaba enfadada con él, estaba asustada. En ese momento me sentí pequeña, como si me faltara experiencia, como si nunca fuera a estar a su nivel, como si nunca fuera a ser bastante para él, ¿me entiendes? Pero lo que no comprendí es que eso le daba igual. Ya no estaba buscando a esa tía, me estaba buscando a mi. Pero cuando llegué a comprender todo eso... ya era tarde. Él se había ido. Y todo lo que me quedó fue un orgullo estúpido que luego dio paso al arrepentimiento. Sí, él era el chico. Ahora lo sé. Pero... yo lo eché de mi lado. Y, desde entonces, me paso los días persiguiéndolo...

La chica de los gatos.

Ciento veintiséis.


Aun queda mucho para que te vuelva a ver, pero hace mucho más desde que te vi por última vez y más todavía desde que te fuiste, así que, probablemente, no quede tanto como parece. Será en una noche de verano de agosto. Tú estarás con tus amigos, como siempre; yo con mis amigas, como siempre. Y daré una vuelta, te buscaré y te encontraré. No es muy difícil teniendo en cuenta que es una plaza y que siempre te pones en el mismo sitio.
Yo, por cierto, iré monísima. No sé con que modelito aun, pero pienso ir preciosa. Pienso gustarte. Y sí, lo digo convencida, sin vaciles, sin modestia. Entonces os saludaré a todos, os preguntaré un "qué tal" general y te miraré queriéndote decir que, ante esa pregunta cordial, la única respuesta que realmente me importa es la tuya. Pero no lo entenderás, para variar, y me iré, me despediré de vosotros con una sonrisa y te volveré a mirar. Y luego no pararé de mirar a ver si te veo, si te has ido o sigues ahí y le pediré al destino que por favor nos encuentre, con un poco más de alcohol y poco más de ganas, y con un poco menos de vergüenzas. Un poco menos de cada uno, y un poco más de nosotros.
Y si no, pues te habré gustado y solo tendremos que volver a encontrarnos o trazar una nueva táctica de ataque.

La chica de los gatos.

Ciento veinticinco.


-Te pasas el tiempo curando a la gente, pero ahogas tus heridas en el alcohol de tus propias lágrimas
Intento mirarla a los ojos pero no puedo dejar de admirar su hermosa boca. No sospechaba que se pudiera pasar tanto tiempo observando una boca.
-[...] Algún día, es posible que tengas que pagar un precio muy alto por todo el placer y la alegría que el amor provoca. Y cuanto más intensamente ames, más intenso será el dolor futuro. Conocerás la angustia de los celos, de la incomprensión, la sensación de rechazo e injusticia. Sentirás el frío hasta en tus huesos, y tu sangre formará cubitos de hielo que notarás correr bajo tu piel. [...] Es posible que tu cuerpo resista la intensidad del placer, pero no es lo bastante sólido para aguantar los pesares del amor.

La chica de los gatos.

Ciento veinticuatro.


No eres una necesidad de mi mente, es mejor creer que eres un complemento de una pequeña y efímera parte de mi vida, nada más. Aunque tranquilo, sabes bien que no lo digo enserio. No te preocupes, no me iré mientras sigas inventando formas de encontrarme. No me iré mientras sigas buscando formas de mirarme así. No me iré mientras que un instante contigo me baste para saber que no hace falta creer en futuros ni destinos.
Resumiendo, no me iré mientras sigas viva.

La chica de los gatos.

Ciento veintitrés.


Lo dijo desde un primer momento, que solo faltaba alguien especial para que su vida siguiera su cauce. Y si, tienes razón, suena muy ostentoso decir que una persona ha tenido que entrar en su vida para complementarla, pero en realidad da igual como suene. Lo único que importa es que gracias a él vuelve a tener ese lado bueno que tanto había extrañado estos últimos meses... Ese lado incluía sonreír a cada minuto, no tener nunca un día gris y tener todo lo imprescindible. Y lo que en realidad le preocupaba, era el no volver a tener ese sentimiento, esa ilusión...
Pero hoy, gracias a él, siente lo que jamás había sentido.
¿No se nota?

La chica de los gatos.

Ciento veintidós.


En el mundo genial de las cosas que dices, hay tesoros de nadas, planetas sin grises, con millones de estrellas que llenan mi mente, yo no sé si se puede querer más fuerte. Y a ese mundo genial de las cosas que dices no le falta ni amor, ni verdad ni matices, no me faltes mi vida no puedo perderte. Cómo diablos se puede quererte tan fuerte. Y adelante hacia la luna donde quiera que esté, que somos dos y es solo una y yo ya estuve una vez. Me quedo a tu lado, ya no me puedes perder...

La chica de los gatos.

Ciento veintiuno.


-¿Entonces nada más que fui una tarde?
-Pues... una tarde, otra, otra y otra. Que se convierten en días, semanas y meses...
-¿Entones qué coño somos?
-Somos dos locos en busca de placer. 

La chica de los gatos.

sábado, 5 de abril de 2014

Ciento veinte.


Solo somos verdaderamente felices cuando soñamos con la futura felicidad, también la cacería es más dulce que lo cazado y ten cuidado con lo que deseas, no por conseguirlo, sino porque estás condenado a no quererlo en cuanto lo consigas...

La chica de los gatos.

Ciento diecinueve.


-Acepto.
-¿Aceptas?
-Acepto.
-¿El qué?
-¿Cómo que el qué? Pues que acepto. Que salto. Si me has oído bien, salto. Salto contigo.
-¿Estás segura? ¿Te arrepentirás luego?
-Si. Muchas veces, tantas que aveces te de la sensación de que me estoy volviendo loca; así que tendrás que estar ahí como no has estado nunca con nadie, sosteniéndome la mano y dándome razones para no dejar de hacerlo. Así que ahora dime, ¿aceptas tú?
-Acepto.

La chica de los gatos.

Ciento dieciocho.


-Pues... ¿Sabes qué? Siempre he pensando que los príncipes azules no existían...
-Y... ¿Qué me quieres decir con eso?
-Qué supongo que tú serás el de color verde pistacho...

La chica de los gatos.

Ciento diecisiete.


Tampoco elegí tu risa, ni que me mires así... No he elegido tampoco necesitar tus abrazos, ni necesitarte a ti. Ni siquiera de suspirar solamente por y para ti.
Tampoco elegí el día, ni el es en que apareciste. Ni que aparecieras por casualidad, ni siquiera elegí pensar en ti cada instante desde ese día.
Pero quiero que sepas algo... si pudiese haberlo elegido... te hubiese elegido a ti, que no te quepa la menor duda.

La chica de los gatos.

Ciento dieciséis.


Los domingos que llovía nos quedábamos toda la mañana metidos en la cama, escuchando en silencio como las gotas de agua repiqueteaban en los cristales. Cuando nos entraba hambre nos devorábamos los te quieros, y no dejábamos ni una miga, ni un latido que se escapara entre las sábanas.
A veces hacía sombras en la pared con tus manos... creabas monstruos feroces, enormes y terribles que se acercaban cada vez más a mi para comerme. Yo me hacía la asustada... me escondía detrás de tu espalda, aceleraba mi respiración a propósito y hasta conseguía derramar alguna lágrima de cocodrilo. Era la gran interpretación de mi vida, solo por verte creyéndote un héroe mientras hacías desaparecer mis pesadillas, solo por tus abrazos de oso, tus mimos y el tazón de colacao que me preparabas para que se me pasara el disgusto.
Te creías mi héroe, aquel que mataría monstruos por mí solo con un chasquido de dedos. Y dentro de nuestra actuación éramos los más felices del mundo.

La chica de los gatos.

Ciento quince.


-¿Te puedo pedir una cosa?
-Sí, dime...
-No te acostumbres a mi.
-¿Cómo?
-Que no te acostumbres a mi, ni a mi risa, ni a mis sonrisas en esos momentos, ni a mis besos, ni a mi olor. No te acostumbres a cómo te miro o te dejo de mirar, no te acostumbres a mi cara cuando "me enfado", ni a reírte de las cosas que digo. No te acostumbres... enserio.
-¿Y eso a qué viene?
-A nada... Simplemente algún día me iré, nuestros caminos se separarán y echarás de menos esas cosas a las que un día te acostumbraste... Y nuestros castillos de arena caerán, dejarán de existir como si nunca hubieran estado ahí, se convertirán en montones de pequeños granos amontonados en una maleta sin fondo, sin sentido, sin mayor existencia que el recuerdo.

La chica de los gatos. 

Ciento catorce.


Ya no eñe en quién pienso antes de acostarme ni en quién debo de pensar. Desde luego, si tuviera que pensar en quien de verdad se lo merece, me pasaría las noches en blanco.

La chica de los gatos.

Ciento trece.


Dicen que el amor es pura propaganda, que no existe, puede que tengan razón. La mayoría de las parejas no se quieren, tan solo han estado tanto tiempo juntas que lo que sienten es cariño, no amor. El amor es hacer locuras por el otro, seducir a tu pareja día a día y luchar por ella como si aún necesitaras conocerla. El amor es algo más, es perder la racionalidad y no actuar, es dejarte llevar.

La chica de los gatos.

Ciento doce.


Puedes:
Puedes buscarme los puntos cardinales, las risas que me guardo, las cosas que no digo. Tienes permiso para engancharte a mi, a mis bolsillos y al brillo de mi pelo.
Quiero:
A cambio pido una canción, tres poemas, cuatro besos y dos abrazos fuertes. Eso es todo. Eso y olvidar qué es el miedo, la duda, el vacío y todas esas películas que no nos dicen nada.

La chica de los gatos.

Ciento once.


Tengo la manía de hacerlo todo de golpe. De pensar en el momento, de olvidarme de lo que viene después. El vicio de gesticular mucho cuando hablo y el de confiar a la mínima. El de decir lo que pienso sin reparo alguno. El vicio de no parar hasta caerme, o hasta que consigan pararme. El de cantar en la ducha la canción más penosa del mundo, o el de arriesgar al máximo con los bordillos de las aceras. El de querer a alguien hasta el límite de los límites. También tengo el vicio de equivocarme, de cometer errores que son difíciles de reparar. O el vicio de sacar el lado bueno de todo y sí, se que un optimista es un pesimista mal informado, pero a veces es mejor dejar que algunas cosas "pasen por alto", y dejarse llevar. Lo siento, he dicho que tengo vicios, no problemas. Ahora piensa lo que quieras.

La chica de los gatos.

Ciento diez.


Cuando yo era pequeña creía que no se podía destruir lo que aún no se había construido. Ni pensaba que algo que no existía -o que yo no veía con nitidez- podría dejar de existir, por completo. Cuando yo era pequeña no tenía ni idea de que hay veces en las que los seres humanos nos equivocamos, y esos errores sólo nos sirven de mira a un futuro -de mira al presente y al pasado esos errores están cerrados. Cuando yo era pequeña no sabía que hay momentos de tu vida que van a ser importantes -p que son importantes, o que han sido importantes- y que por más que los humanos hagamos, pensemos y digamos no podemos borrarlos. Cuando yo era pequeña no sabía que determinados momentos no podían borrarse, porque no era consciente de la importancia que podría tener tan sólo un momento en toda una vida... Cuando yo era pequeña no sabía que alguien puede dejar de confiar en ti en un segundo dado, y tener la seguridad de que esa no confianza va a prolongarse eternamente. Cuando yo era pequeña no sabía que cuando alguien no confía absolutamente nada en ti -por algo que tú has hecho- no hay nada que puedas hacer para solucionarlo. Cuando yo era pequeña no sabía que uno puede decepcionarse consigo mismo y que no existe cosa alguna que uno pueda hacer para dejar de estar decepcionado en ese preciso instante. Y no sabía de la importancia de la decepción mucho menos de la duración. Cuando yo era pequeña, no me sentía tan pequeña, quizá porque no sabía de todas estas cosas...

La chica de los gatos.

jueves, 3 de abril de 2014

Ciento nueve.


Igual de primeras no te gusto pero dame unos minutos, igual consigo dejar a a altura de mis zapatos a todas las mujeres que has conocido. No esperes que salga de mi boca el discursito ese al que estás acostumbrado de casa grandes llenas de césped y cielos despejados... No necesito saber mucho de ti, ni lo independiente que eres, ni lo mucho que te esfuerzas. Prefiero saber cuál de todas es tu droga favorita y como se te acelera el corazón al volver a casa
Ofréceme los mejores pechos aderezados con las nalgas más redondas de la ciudad. Yo solos tengo mis escritos y un mundo sin reloj. Nada de dinero, ni estrellas que brillan hasta de día; solo permíteme un par de susurros al oído y verás que las nubes también aguantan en el cielo... Sé como eres tú, nada de envidias. No importa lo húmedas que estén las calles si el incendio se queda dentro de las sábanas.

La chica de los gatos.

Ciento ocho.


De la euforia al tormento en 24 horas. Soy la misma persona un viernes que un lunes, aunque no te lo creas. Dudo de todo. Fatalizo las situaciones. Vivo y siento las cosas con una intensidad que podría mover montañas. No conozco término medio. Llevo las emociones a extremos, puedo amar hasta volverme loca, o sentir total y absoluta indiferencia. Cuando no puedo más, huyo. No se estar solo triste. Yo me jodo, me atasco, me derrumbo, me auto-destruyo, me destrozo...

La chica de los gatos.

Ciento siete.


A veces las cosas salen mal y no es culpa de nadie. Pero todos quieren un por qué. Un motivo. Algo que puedan envolver, ponerle un lacto y enterrarlo en el jardín de atrás. Enterrarlo tan hondo que parezca que nunca ha pasado. Me pregunto cuánto tiempo de sus vidas se pasará la gente rezando y pidiendo que algo que ha ocurrido no hubiera pasado. A lo mejor Dios existe porque a la gente le asustan todas las cosas malas que son capaces de hacer. La verdad, yo creo que el diablo tiene más sentido que Dios. Al menos entiendo porque la gente quiere que exista. Va bien tener a alguien al que echarle la culpa de las cosas malas que ocurren. Hay dos formas de ver el mundo. Una es que la vida está llena de oportunidades, que está bien. Olvidando las cosas malas, como si no las vieras. La otra, es ver la realidad.
Yo creo que hay dos maneras de ver el mundo. Puedes ver la tristeza que hay detrás de todas las cosas. O elegir bloquearlo todo. Si no dejas que el mundo te afecte, no te partirá el corazón.
A todos los padres les pasa igual. Quieren que sus hijos sean felices, como si no supieran que siempre pasa lo mismo. Estoy segura de queje llorado todas las lagrimas que había dentro de mi. Pero aprendí que con las lágrimas no puedes hacer que alguien que no te quiere vuelva a quererte, o que algo que pasó no haya pasado. Siempre está ahí. Aunque todo vaya bien y los niños jueguen y las parejas se besen, y eso... siempre está ahí. Pero la mayoría de la gente no es capaz de verlo. Es eso que siempre se está escabullendo. Cómo todos nos estamos muriendo por dentro. Lo tristes que estamos todos realmente. A veces las cosas no salen bien y no es culpa de nadie. Puede que ahora tenga sentido. Puede que en alguna parte entre todo esto haya una razón. Puede que en alguna parte entre todos esto haya un por qué. Puede que en alguna parte, esté aquello que te permita que lo envuelvas todo, le pongas un lacto y lo entierres en el jardín de atrás. Que lo entierres tan hondo que parezca que nunca ha pasado. Pero nada. Ni un porqué, ni enfadarse, ni decir que lo sientes, ni oraciones, ni lágrimas. Nada puede hacer que algo que ha pasado no hay pasado.

La chica de los gatos.

Ciento seis.


Las cosas molaban cuando tú estabas cerca y yo molaba cuando estaba contigo. Durante ese tiempo fui una persona distinta, y guay. Era la única forma que tenía de sonreír, bailar en cualquier sitio o cantar a gritos a las tres de la madrugada. Me diste una paz en tiempos de guerra que no me había dado nadie antes...
Sólo quería eso, que vinieras y me pidieras que te abrazara y te dejaras abrazar. Que aparecieras saltando con tus tonterías, esas que me hacían reír como si fuera una niña de cinco años, y girar. Sobretodo giraba contigo. Cuando me paseabas por Madrid una tarde cualquiera alegrándome el día, la vida. Todo lo demás no importaba. Como si me echabas de menos de la cama mientras dormíamos o como si tuviera que ir andando al fin del mundo. Lo hubiera hecho. Lo hubiera hecho por ti. Podría haber matado monstruos por ti, como dice la canción. Quería que estuvieras aquí, quería que estuvieras conmigo pasara lo que pasara. Hicieras lo que hicieras. Pero ya no, ya no quiero.

La chica de los gatos.

Ciento cinco.


Paso de medias mentiras, de pasar de largo por la vida, de amor al por mayor y a plazo fijo, de vender en oferta lo que escribo, de taparles el pico a las palomas, de pescar olas y envasarlas al vacío, resto y sigo...
Paso de saberme un enemigo, de abrazos de lejos y golpes de cerca, de que le pongan cerca a las aceras, de quemar la cera de las alas de los niños...
Paso de negar la verdad primera de la primavera, de callar cuando grito, de este cielo marchito de escopetas y banderas, de que arda la madera de mi espalda...
De las trampas que me tiendes con la lengua y con los dientes... Y gracias por todo... Y gracias por nada...

La chica de los gatos.

Ciento cuatro.


¿Sabes? Ni todas las palabras del mundo, ni todas las fotos guardando los mejores momentos que hemos vivido, las cambiaría por esa sonrisa tonta que se me ha puesto.
Todo lo que tienes que hacer es ponerte los cascos, tirarte al suelo, y escuchar el CD de tu vida. Canción tras canción, no puedes saltarte ninguna, todas han pasado, y de una forma u otra servirán para seguir adelante. No te arrepientas, no te juzgues, sé quien eres. Y no hay nada mejor para el mundo. Pausa, rebobinar, play, y más y más aún. Nunca pares la música, no dejes de descubrir sonidos para lograr explicar el caos que tienes dentro. Y si te sale una lágrima cuando lo escuchas, no tengas miedo, es como una lágrima de un fan cuando escucha su canción preferida.

La chica de los gatos.

Ciento tres.


Se conocieron en la era digital, 2011, en una plataforma digital, Facebook, en una pantalla digital, Imac, pero sus corazones eran analógicos. Y sus bocas y sus suspiros no podían ser traducidos a un código binario, a un idioma de ceros y unos. Dicen que las máquinas nos comerán y acabaremos convirtiéndonos en animales digitales pero nunca sucederá eso. Las sábanas no se empapan por tormentas de ideas en foros cibernéticas sino por la fusión de dos deseos que chocan frontalmente sobre la superficie de un colchón. No se puede escasear un abrazo, ni darle a la tecla ESC cuando los malentendidos te llenan el corazón de dudas y el dolor no se puede meter tampoco en la bandeja de salida. Todo eso les pasó. Se conocieron en digital, se amaron en analógico y cuando comenzaron a discutir decidieron regresar a sus teclados. Pero pronto lo entendieron y arrojaron el ordenador por la ventana: el antivirus del amor es más amor.

La chica de los gatos.

Ciento dos.


Aquí y ahora. Quítame la ropa. Desgástame la piel a besos. Quiero temblar con cada roce de tus dedos. Házmelo, hasta que se agote el último gemido de mi corazón. Que si tengo que morirme, sea entre tus brazos. Y si se acaba el mundo hoy, que nos pille merendándonos, y lo último que oiga sean tus orgasmos erizándome la piel, tiritándome las ganas.

La chica de los gatos.