Se conocieron en la era digital, 2011, en una plataforma digital, Facebook, en una pantalla digital, Imac, pero sus corazones eran analógicos. Y sus bocas y sus suspiros no podían ser traducidos a un código binario, a un idioma de ceros y unos. Dicen que las máquinas nos comerán y acabaremos convirtiéndonos en animales digitales pero nunca sucederá eso. Las sábanas no se empapan por tormentas de ideas en foros cibernéticas sino por la fusión de dos deseos que chocan frontalmente sobre la superficie de un colchón. No se puede escasear un abrazo, ni darle a la tecla ESC cuando los malentendidos te llenan el corazón de dudas y el dolor no se puede meter tampoco en la bandeja de salida. Todo eso les pasó. Se conocieron en digital, se amaron en analógico y cuando comenzaron a discutir decidieron regresar a sus teclados. Pero pronto lo entendieron y arrojaron el ordenador por la ventana: el antivirus del amor es más amor.
La chica de los gatos.
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