sábado, 5 de abril de 2014

Ciento diez.


Cuando yo era pequeña creía que no se podía destruir lo que aún no se había construido. Ni pensaba que algo que no existía -o que yo no veía con nitidez- podría dejar de existir, por completo. Cuando yo era pequeña no tenía ni idea de que hay veces en las que los seres humanos nos equivocamos, y esos errores sólo nos sirven de mira a un futuro -de mira al presente y al pasado esos errores están cerrados. Cuando yo era pequeña no sabía que hay momentos de tu vida que van a ser importantes -p que son importantes, o que han sido importantes- y que por más que los humanos hagamos, pensemos y digamos no podemos borrarlos. Cuando yo era pequeña no sabía que determinados momentos no podían borrarse, porque no era consciente de la importancia que podría tener tan sólo un momento en toda una vida... Cuando yo era pequeña no sabía que alguien puede dejar de confiar en ti en un segundo dado, y tener la seguridad de que esa no confianza va a prolongarse eternamente. Cuando yo era pequeña no sabía que cuando alguien no confía absolutamente nada en ti -por algo que tú has hecho- no hay nada que puedas hacer para solucionarlo. Cuando yo era pequeña no sabía que uno puede decepcionarse consigo mismo y que no existe cosa alguna que uno pueda hacer para dejar de estar decepcionado en ese preciso instante. Y no sabía de la importancia de la decepción mucho menos de la duración. Cuando yo era pequeña, no me sentía tan pequeña, quizá porque no sabía de todas estas cosas...

La chica de los gatos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario