sábado, 3 de mayo de 2014

Ciento treinta y cinco.


Un día dije que iba a dejar de existir y que empezaría a vivir. Que la vida son dos días y tres cafés, y es evidente. Que cogería aviones y no llevaría maleta, que me guardaría el tic-tac de cada reloj y que me bebería todas las noches en vasos de cubata. Que yo fui de huesos frágiles, de los que crujen si te abrazan. Pero un día, decidí hacerme fuerte.
Que a vivir, se aprende viviendo, y no todo el mundo sabe cómo. Se empieza por el principio y no se sabe el final. Un día te levantas y tu vida ha empezado, y sientes que el resto de días sólo era para enseñarte... Y decidí marcarlo. Que nada nos ata, y que un lazo además de unir, envuelve las vidas pequeñas que llegan a las ciudades grandes. Y además te hacen un poquito más mayor.

La chica de los gatos.

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