sábado, 3 de mayo de 2014

Ciento cuarenta y cuatro.


Y, entonces, todo hace click, como por arte de magia. Como si fuera exactamente eso lo que estabas destinada a pensar un día cualquiera a las tres de la madrugada. Que todas esas patrañas de comerse el mundo, de encontrar el sentido de tu vida o de descubrir quien eres, no le importan a nadie, a nadie en absoluto. Que todo lo que te pueda llegar a importar o a doler en realidad no es nada, no tiene la más mínima importancia. Que todas esas mañanas bajo el edredón con él, las conversaciones de madrugada y el creer que te va a hacer morir de la risa, no existen...
Y a la mierda con las depresiones de los domingos, las noches en vela o las traiciones de esas que duelen. Todo terminará por desaparecer, y tú con ello. Pero eso no tiene porque ser algo malo.

La chica de los gatos.

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