martes, 14 de mayo de 2013

Ciento treinta y tres.


Hoy es uno de esos días en que uno sólo espera que alguien le diga algo bonito, algo que le saque de sus decepciones circulares, de una historia de amor pasada de rosca, o de la inquietud de esperar sentado un cambio de viento. Porque la mayoría de las cosas que terminan no te dejan cesantía, y a veces resulta agotador tratar de ser tan fuerte y saber las pocas probabilidades de que este martes nos deje un final de cine entre las sábanas.
Uno de esos días en que uno tiene ganas de cambiar de domicilio para instalarse en un presente más amable, porque a veces la vida es injusta y te secuestra un invierno áspero, y el porvenir es sólo un niño mal vestido al que hace falta sólo un gesto para cambiar de traje, justo ese gesto que hoy soy incapaz de encontrar.

La chica de los gatos.

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