Fueron años de quiebra, de exilio de la ternura. Años de camas rápidas y sábanas olvidadas a la primera de cambio. Ya no recordaba lo que significaba querer con las entrañas. Pero llegaste tú, como cara de turista perdido, como quien mira a los edificios sin enterarse de mucho, y te quedaste una noche y después otra, y otra más. Te miré callada al verte desayunar a mi lado, como quien mira un paraíso abierto. Te vi bostezar como un cachorro y en ese momento se cruzó entre nosotros la palabra por-fin.
La chica de los gatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario