Estaba sentada en la terraza de mi cafetería favorita con mi desgastado ejemplar de "Un guardián entre el centeno", cuando me lo crucé por primera vez. Aun no sabía que aquel muchacho iba a ser él. Que, como dice la canción, le vería cantar, sentir, llorar, sonreír, hacer el payaso, ponerse moreno, estar en forma, estar enfermo, creer, crear, nadar en el mar, estar cansado, andar preocupado, vestido, desnudo, dormido... Pero, si te dejas llevar no tardas mucho en descubrirlo. Y es lo mejor que la vida puede ofrecer.
La chica de los gatos.
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