domingo, 3 de febrero de 2013

Treinta.


Tenía tantas ganas de hacerle el amor... Últimamente siempre había gente en sus casas, y por mucho que rascaran sus bolsillos el dinero era insuficiente para una de esas noches de hostal. Pensaba cómo le gustaría vivir con ella, y pasarse días enteros metidos en la cama... horas y horas desnudos, abrazados debajo de las sábanas... Tan tan pegados que al separarse les doliera como si estuvieran cosidos.
Esa tarde cada uno estaba en su casa, cada uno en su cama... A ella siempre le había dado vergüenza que se vieran por ordenador, pero a él le gustaba demasiado su chica cuando llevaba su "look de estar por casa" (una camisetita blanca de tirantes, un pantalón de pijama a cuadros, calcetines desparejados y el pelo revuelto), y le suplicaba hasta que accedía.
Recordó la noche pasada. Cómo le había puesto... lo hacía aposta, lo sabía. Cuando estaban en ese pub, y ella recostaba medio cuerpo en el sillón y daba sorbitos pequeños a su 43 con lima... Cuando cogía un mechón de su pelo y lo enredaba entre sus dedos y le dirigía una de esas miradas de "¿por qué estás ya tan cachondo, sí aún no te he hecho nada?". ¿Qué por qué?... La imaginaba encima de él, sin ropa y moviéndose frenética cuando lo miraba así. Luego, como cada noche, la acompañó a casa... y todo quedaba en besos que parecían el fin del mundo, mordiscos por todo el cuello y súplicas... "Fóllame. Por favor, fóllame..." Pero eso tenían siempre que dejarlo para otro momento.
Ahora ella estaba en su cuarto y él en el suyo. En la cama, viéndose... Cada uno con su ordenador sobre las piernas...
- Sobra un poco de ropa ¿no?
Ella sonrío pícaramente mientras se quitaba la camiseta, mostrando orgullosa su infantil sujetador de Snoopy.
- Ahora te toca a ti...
Cada uno en su cama, cada uno frente a su ordenador. Desnudos, calientes, masturbándose y reprimiendo gemidos. "Esta noche, cuando te vea... te vas a enterar", pensaba él con su mano jugueteando dentro de su pantalón de chándal. "Esto me va a salir caro esta noche", reía ella apretándose los pezones. Tenía tantas ganas de hacerle el amor... pero tantas ganas, que un infinito no era suficiente.

La chica de los gatos.

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