viernes, 15 de febrero de 2013

Treinta y siete.


Acabo de enamorarme de mí misma. De secarme las lágrimas que no existen (esas que te joden el rimmel) con la toalla del pelo y decirme "nunca más". Saliendo de la bañera. La camiseta era blanca, casi transparente. Y me doy cuenta de que nadie me querrá nunca tanto como yo lo hago. Quién pondrá tanto tacto y tantas velas... No sabrán dónde, ni con que presión apartarme la tela, qué día, qué Abril. ¿Cuántos días faltaran para verme? Ninguno.
Y me dedicaré tanto tiempo como tenga. Cantaré cada noche aquella del amor propio. Besaré mi hombro, recorreré las cicatrices conocidas con la punta de los dedos. Tararearé cada poro. Dejaré de mirar atrás. Las penas serán perlas que contar por el camino para cuando quiera volver a conocerme. Las flores se abrirán locas por vivir. Todos los anocheceres serán naranjas fluorescentes esperando un azul que ya llega. Un azul que te grita ganas. De sentirse. De encontrar su lugar que no existe. ¿Y quién es de alguien?
Llamadas a las cinco de la mañana. Puede que no me vuelva tan loca. Fúndete. Regálame brisa. Hazme sonreír. Y qué bonita es tu cama... Libre como siempre. Como nunca esperabas . Nadie se fue porque no llegué yo. Y ahora...

La chica de los gatos.

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