martes, 19 de febrero de 2013

Treinta y nueve.


Quédate un ratito más... Hoy he soñado que me traías el desayuno a la cama. Me besabas entre la luz de la farola y la ropa interior. Me decías que éramos secreto. Que en la calle era Diciembre, pero en mis muslos había historias escritas de un desliz de verano.
Me daba igual que me rompieras las medias, que me mordieras el cuello y me comieras con esos ojos que tienes. Yo te decía que odiaba que buscaras mi lengua y te conformaras con mis ojos. Te decía lo mucho que hacía falta hacer el amor para equilibrar el frío que guardaba bajo el ombligo. Tú me hablabas de vidas cruzadas y de polvos a la mitad. Yo te susurraba que era de las difíciles, pero que para ti era la chica más fácil de la canción.
Me decías que no había orgullo que por amor no viniera. Yo, que el que quiere que lo extrañen, se arriesga a que lo olviden. El vodka dejó de hacer su efecto y dejé de pensar en polvos de una noche sin sentido. Seguías allí en la barra. Me comías con la mirada y el hielo de tu puta copa no era lo único que se derretía. Tenía ganas en el colchón y kilómetros en una maleta cada domingo. No te tenía a ti, pero esa noche estabas a dos pasos. 
Que soy de las que beben para verte, no para olvidarte. Que te olvidaría en el tren de vuelta, pero en el de ida ya estaba deseando verte. Pero no me rompas los esquemas si no me vas a romper las medias.

La chica de los gatos.

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