lunes, 18 de febrero de 2013

Treinta y ocho.


Vivo a días alternos: lunes besándote en ascensores, ; martes volviendo al barrio perdida, cubierta de apuntes en autobuses abarrotados de miradas grises, no; miércoles haciendo mucho más que volar, sí. Claro que sí, mientras espero mordiéndome las ganas la hora de la salida para tener por fin en las retinas al único hombre del mundo capaz de convertirse en mi mejor postal de Navidad con un pie apoyado en cualquier pared de ladrillo. El de "dónde está la cosa más preciosa del mundo", el del contrato indefinido sin necesidad de firma. El chico guapo que también regala libros.
No sé si la física podría explicarme cómo fue capaz de iluminar mi rellano la noche que se fundieron todas las bombillas. La maravilla es que volvió a repetirlo cada vez que nos quedamos a oscuras.

La chica de los gatos.

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