Sabina era un hombre enamorado, pero entre un tequila por cada duda y un whisky de arrepentimiento, perdió muchos besos por no saber decir "te necesito".
Ella sabía que todas somos un poco putas, pero no de las de billete en la liga o como las que cantaba Sabina, o como en "Amor a quemarropa", en la que él se enamora y tú das la vuelta al mundo. Que como decía el guión, así es como va, pero de vez en cuando, también va al revés. La canción decía que está bien llevar sombrero por si surge una buena ocasión para quitárselo, y yo reiría hasta hacerte enloquecer, sólo por probar. Porque nadie canta con más amor esas notas, aunque a veces desafinadas, pero con amor a quemarropa hasta en los ojos.
Podría hacer que esto fuera al revés, que maneras de Brigitte todas tenemos en algún rincón del pantalón. Porque siempre estuve ahí, donde si acariciabas bien esas cuerdas, me hacías rendirme a cada murmullo de tu guitarra. Que sí, que él me hace morir por cada La mayor que tocan sus manos y por cada latido que bombea su voz. Que no pido que ninguna canción de Sabina hable de putas enamoradas, que lo único que quiero corazón cobarde, es que mueras por mi. O que al menos, en el sostenido más escondido de tus dedos, levantes la vista y me sonrías. Lo sé, es sólo rock & roll, pero... ya sabes cómo sigue.
La chica de los gatos.
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