lunes, 10 de junio de 2013

Ciento cincuenta y siete.


Se miran, se atraen y saben que la vida les cambiaría si pudieran leerse el pensamiento, pero el silencio y los prejuicios levantan un muro alto donde chocan las ganas secretas del uno por el otro, y todo se queda en miradas y en deseos muertos.
Yo fui de las pocas que aprendí que si uno no quiere morir de remordimiento la única opción es correr el riesgo.

La chica de los gatos.

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