miércoles, 3 de abril de 2013

Noventa y tres.


Hicimos el amor muchas noches. Y muchas mañanas. Y muchas tardes. Teníamos tanta magia que parecía gastarse en un revolcón. Lo nuestro fue INTEMPORAL. Tuvimos segundas partes. E incluso terceras. Tuvimos de todo mientras éramos uno. Pero ya, no hacíamos el amor. Ya, no nos queríamos. Hubiera matado monstruos por ti, como dice la canción. Me hubiera muerto yo, por un beso tuyo hace mucho tiempo. Pero el tiempo pasa. Y con él, la distancia. Y te veo. Te abrazo. Pero no me sale besarte. Y ahora no sé en lo que me habré convertido, qué dices que soy... pero me va el juego. Lo que menos se parezca al amor. Me va lo de quiéreme un ratito, y si eso después me voy.
Quiero mirar hacia el horizonte, y sonreír, sentir las plantas de los pies firmes, seguros. Que el dolor sea insensible, que mi mente vague por el aire mientras llega a ti antes de que algo exterior pueda llegar a hacerme dudar. Que la brisa peine mi melena, que huela a tu rostro, que sienta tus caricias alrededor de mi cintura...
Sé que no importa si me caigo. Me sujetas, me animas. Confías en que me levante porque estarás allí sin que nada más importe.

La chica de los gatos.

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