jueves, 4 de abril de 2013

Noventa y cuatro.


Somos lo que soñamos ser, y ese sueño no es tanto una meta como una energía. Cada día es una crisálida. Cada día alumbra una metamorfosis. Caemos, nos levantamos. Cada día la vida empieza de nuevo. La vida es un acto de resistencia y de reexistencia: vivimos, revivimos. Pero todo se sostiene en la memoria, somos lo que recordamos, la memoria es nuestro hogar nómada, como las plantas o las aves emigrantes. Los recuerdos tienen la estrategia de la luz, van hacia delante, a la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor.
Hay un dolor parecido al dolor de muelas, a la pérdida física, y es perder algún recuerdo que queremos. Esas fotos imprescindibles del álbum de la vida. Por eso hay una clase de melancolía que no atrapa, sino que nutre la libertad, y en esa melancolía, como la espuma en las olas, se alzan los sueños.

La chica de los gatos.

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