jueves, 18 de abril de 2013

Ciento ocho.


Descalza, despeinada y envuelta en una camiseta enorme, corrió a la puerta a recibirlo en cuanto oyó la llave en la cerradura.
- No te esperaba tan pronto.
- Ya veo. Cualquiera diría que te has estado comiendo la boca con alguien -sonrió-.
- ¿Qué? -preguntó sin entender.
- Conociéndote, más bien parece que te has pintado los labios a la carrera en el asiento trasero de un taxi. Pero esto... -y extendió la mano hasta casi rozarle los labios.
- ¡Ah! -exclamó aliviada- Pues... ésta... ésta es mi nueva barra de labios. ¿Quieres probarla?
Él ya se preparaba para recibir un buen beso cuando ella le soltó "Pues sígueme a la cocina". Y huyó entre carcajadas y dando brincos con un novio más que asombrado pisándole los talones. En la cocina, ella había vuelto a su tarea. Él la veía trabajar ensimismada y lo cierto era que, ahora que la miraba mejor, se daba cuenta de que, además de tener los labios rojos, una mancha del mismo color le cruzaba el bajo de la camiseta, como si se hubiera limpiado las manos en ella.
- Sé que no te hacen mucha gracia los frutos rojos, por eso te he guardado esto: una taza llena de moras negras. Ayúdame a colocarlas en las tartaletas, anda -pero el chico no reaccionaba- ¿Oye? ¡Eh!
Él acababa de tener una idea...
- Creo que no me importaría probar esas grosellas si me dejas a mi la receta -y, decidido, la envolvió cuidadosamente con sus brazos y la sentó sobre la encimera- Veamos... Cogemos un poquito de esta mermelada de grosellas... Así, con la mano, y...
- ¿Qué... qué haces? -preguntó ella algo temerosa-.
-Shh... calla. Es mi receta. Deja trabajar al cocinero.
Cuando vio que no se apartaba de él, extendió con mucho cuidado un poco de la mermelada sobre los labios de ella.
- ¡Tu nuevo rojo de labios! -exclamó triunfante. Después, se la comió sin más-.
- Creo que me has convencido -susurraba ella entre beso y beso-. Me encanta tu receta. Voy a tener que dejar cocinar más a menudo...
Pero él no podía responder. Estaba muy ocupado rebañando aquel rojo grosella. No estaban tan mal los frutos rojos después de todo...

La chica de los gatos.

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