Quizás os haya pasado en alguna ocasión. Quizás, alguna vez, caminando por la calle os pareció ver entre el tumulto de la gente a una persona a la que quisisteis hace mucho tiempo. Solo fue un instante, un breve destello de luz, pero lo suficiente como para dejar una quemadura en la retina y en el alma. Lo suficiente como para dejarte paralizado en mitad de la acera, sintiéndote a contracorriente de todo. Sin saber muy bien qué hacer o qué decir...
Se te llena la cabeza de recuerdos. Y el caso es que no estás seguro de que se trate de esa persona. Porque primero fue, como digo, un breve instante y en segundo lugar, porque hace tanto tiempo desde la última vez que os visteis, que todos hemos cambiado en ese tiempo. Y tú también aunque, a veces, te niegues a reconocerlo. Y está bien que así sea.
El caso es que entonces uno se queda dudando en mitad de la acera, pensando si no será que ha confundido la realidad con el deseo. Quiero decir que quizás si se trate de esa persona, pero a lo mejor no. A lo mejor uno lo desea tanto que la inventa entre la gente. Desapareciendo y apareciendo. Apareciendo y desapareciendo. Y no digo que quedara algo urgente por decir, algo pendiente. Quizás no sea eso. Quizás sea un deseo inconsciente. Y uno sólo quiere encontrarse con esa persona para decirle cualquier tontería. Quizás para recuperar un retazo de aquellos tiempos en los que éramos eternos y vulnerables. Quizás solo para decir, ¿qué ha sido de ti en todo este tiempo?, ¿qué fue de nosotros?, ¿qué ha sido de mi...?
La chica de los gatos.
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