domingo, 28 de abril de 2013

Ciento dieciocho.


-Sentada en un parque con unos niños, me hice una herida a mí misma en el brazo con la inicial del chico que me gustaba. Me levantaba la costrilla todos los días para que dejase cicatriz y así no olvidarlo nunca. Juraba que era el amor de mi vida.
-Bueno, como todos los críos, ¿no?
-No. Como todo el mundo. Que el primer amor y el último se sienten igual, eso es lo que se tarda en entender...
-¿Y cuándo te diste cuenta tú?
-Pues cuando dejé de arrascarme. Llega un día en el que te das cuenta de que en esa pareja sólo quedas tú. Y que lo único que te ata a él es esa herida. Y que haciéndola sangrar no mantienes vivo su recuerdo, sino el dolor de la pérdida.

La chica de los gatos.

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