viernes, 26 de abril de 2013

Ciento dieciséis.


El exceso cansa y lo poco asusta. Puede agobiarte una persona pero no poder vivir sin ella, puedes sentirte distanciada pero a la vez querer tu tiempo. Puedes decir que no cuando es que si y aún así rabiarte porque no te entendieron, puedes reírte de las inmensas muestras de cariño de dos personas pero a la vez necesitarlas tú misma, puedes pedir algo que no quieres y esperar a que se den cuenta y no lo hagan. Puedes decirle "nunca" a alguien cuando en su día fue "siempre", puedes cansarte una palabra pero necesitar oírla todos los días.
Eso es la dificultad, ¿qué gracia tienen las personas fáciles, las que son simples de comprender? Prefiero estar buscando toda mi vida a alguien que sepa llegar a mi término medio. Sé que es difícil, y sobre todo llegar al mío, pero tú que entiendes mis manías y mis rarezas sabes que merece la pena. Es mucho mejor parecer imposible de comprender, es mucho mejor para no acabar por aburrir, eso es lo que diferencia a cada persona. Me gustas que seas mi índice, la única persona que sepa ordenar mi cabeza agitada, me gusta que digas la palabra adecuada en el momento adecuado, que no digas ni mucho ni poco. Teniendo eso, lo restante no es nada. Todos mis miedos y dudas permanecían desordenados. Soy enrevesada, pero tú sabes desenredar todo eso. Se necesita paciencia y algo de suerte para encontrarte y poder admitir que, al fin, alguien pudo darme lo que pedía, que no era ni blanco ni negro, saber llegar al término medio.

La chica de los gatos.

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