Existe una línea muy fina entre el amor y el odio. El amor libera el alma, pero en el esfuerzo la puede asfixiar. Yo caminaba por esa cuerda floja con toda la gracia de un elefante; la cabeza me pesaba hacia el lado del odio, el corazón me equilibraba hacia el lado del amor. Era un trayecto inestable y me solía caer, a veces durante largos períodos de tiempo, pero nunca me demoraba demasiado.
Te propongo inventarnos de nuevo. Deshacernos los dos de lo que fuimos. Ser viento y tierra, agua y árbol, río y piedra. Y en esta materia inútil que nos ata, encontrar la palabra final que nos libere. Todo ese cuento. Lo que creemos, lo que conocemos, lo que recordamos e incluso lo que soñamos. Todo es un cuento, una narración, una secuencia de sucesos y personajes que comunican un contenido emocional. Un acto de aceptación, aceptación de una historia que se nos cuenta. Sólo aceptamos como verdadero aquello que puede ser narrado.
A veces buscamos lo que todavía no estamos preparados para encontrar. ¿Por qué será que algunos secretos te ahogan, mientras que otros te acercan a los demás de una manera que no querrías perder? Perder el sentido de los días, de las noches, del fluir del tiempo, la ausencia de citas, comer y beber tan solo cuando se siente la verdadera necesidad de hacerlo, vivir sin problemas, discusiones o celos. Pero no hay que asombrarse: el alma siempre sabe elegir la mejor banda sonora. Y las canciones no llegan nunca por casualidad. Como la verdad, por otra parte busco respuestas y, en cambio, sólo obtengo preguntas.
Soy fácil de entender, no me gusta tener delante lo que no puedo alcanzar. Había tomado mi decisión, lo había hecho incluso antes de haber sido consciente de la misma y me comprometí a llevarla a cabo hasta el final, porque para mí no había nada más terrible e insoportable que la idea de separarme de él. Me resultaba imposible. Quizás el tiempo que habíamos pasado separados había bastado para que no me aburriera todavía, pero nada de esto me importaba. Me sentía mucho más feliz fantaseando. Permanecí quieta apoyada sobre la pared, memorizando su rostro otra vez, engañándome...
La chica de los gatos.