viernes, 14 de marzo de 2014

Setenta y dos.


En 1876 Alexander Graham Bell inventa el teléfono y con él la posibilidad de poner en contacto largas distancias. Desde ese momento los esfuerzos del hombre se han concentrado en hacer que esa conexión sea cada vez más inmediata. París, Londres, Hong Kong, se estrechan en milésimas de segundo gracias a la fibra óptica, Internet, las videoconferencias, que nos permiten estar simultáneamente conectados en cualquier lugar del mundo por cables invisibles, de la misma manera que las estrellas están conectadas por líneas imaginarias que formas constelaciones. 
Pero por encima de todas ellas, sobrevolando el tiempo y el espacio, están los cordones umbilicales que nos unen a las personas que amamos, como cordones de plata transparentes que pertenecen solamente al reino de lo extrasensorial. Que hacen que algo se revuelva en nosotros cuando sufren o cuando se alegran, como un palpito, un escalofrío en la piel... Y que nos llevan a hacer cosas maravillosas o terribles simplemente porque estamos conectados...

La chica de los gatos.

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