Me había inventado un mundo. Un mundo donde no existía ni la falsedad ni la mentira. Un mundo donde sólo se regalan besos y abrazos. Un mundo de cristal. Pero al despertarme me he dado cuenta de que el mundo es esto nada más... un ir y venir de caminos. Un ir y venir de personas, de esas que dejan vacío al irse y de las que meses después ya ni te acuerdas. Y que, al fin y al cabo, tienes que abrazarte y besar aquellos que te apetezca, nada más.
La chica de los gatos.
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