domingo, 22 de septiembre de 2013

Doscientos sesenta y tres.


La Real Academia define la palabra "imposible" como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define "improbable" como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio de esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat, era improbable, pero sucedió. Un afroamericano habitando la Casablanca, era improbable pero sucedió. Que los Barón Rojo volvieran a tocar juntos, era improbable, pero también sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer. Una periodista convertida en princesa. El 12-1 contra Malta.
El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores IMPROBABLES. Porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase... es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad, MEDIA POSIBILIDAD entre mil millones de que pase... vale la pena intentarlo.

La chica de los gatos.

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