martes, 10 de septiembre de 2013

Doscientos cincuenta y tres.


Lo que menos me gusta de echar de menos a alguien es que funciona a rachas. A días. Por momentos. En lugares concretos. Cuando menos te lo esperas. Llega sin avisar. Se queda un tiempo indefinido. No puedes dejar de hacerlo. Aunque lo intentes. Escuece. Duele. Quema. Pica. Desgarra. Rompe. Congela. Hiela. Arde. Arranca. Hiere. Desquebraja. Te hunde. Te asfixia.
¿He dicho que duele? Duele. Mucho. Te despiertas y no sabes qué va a pasar. Porque a veces, como dice Joaquin Sabina, hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos. ¿Pero sabes qué? Se pasa, siempre se pasa, te lo prometo.

La chica de los gatos.

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