domingo, 22 de septiembre de 2013

Doscientos sesenta y cuatro.


A veces me acuerdo de ti, roto por dentro y hermoso por fuera, como aquellas mañanas en las que nada hacía presagiar que todo acabaría resumido en las tristes líneas de un poema... Tu espalda sigue siendo un jirón de nube, pero ya nunca desemboca entre el algodón de las sábanas de Ikea, que años antes se aprendieron de memoria nuestros cuerpos...
Mi risa es sólo un tachón que aparece de vez en cuando, cuando con unas botellas de vino me junto con algunos amigos para decir cosas preciosas sobre ti o maldecirte. El final siempre es doloroso, y siempre es más doloroso para uno que para el otro: adivina qué papel me tocó a mi.

La chica de los gatos.

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