viernes, 23 de agosto de 2013

Doscientos veinticuatro.


-Vuelve.
-Volver a ratos no es volver.
-Por favor.
-Sabes que si me lo pides volveré, así que no lo hagas.
-Vuelve, vuelve.
-No lo hagas.
-Quiero que vuelvas, esta vez de verdad.
-¿Tan de verdad como las otras 324532 veces?
-...
-¿Lo ves? Ni tan siguiera tienes argumentos para pedírmelo. Quieres que vuelva para cuando a ti te apetece, para cuando no tengas a otra. ¿Eso es volver? ¿Eso es lo que quieres de mi?
-Sólo nos entendemos en una cosa.
-No. Esa es la solución fácil. Yo quiero entenderte, ¿sabes? Esa es la diferencia entre tú y yo. Yo hice lo posible por sacar todo adelante, por sacarte una sonrisa cuando ni siquiera lo necesitabas, yo fui la que peleó, yo fui la que aguantó de pie, yo fui la que lloró, la que te creyó, y ¿qué? ¿Acaso te importó algo?
-Si. No fui el malo de la película.
-Esta película no tiene ni principio, ni final. No tiene sentido. Sólo provoca dolor, ¿es que no lo ves? Yo quería ser tu protagonista, tu actriz preferida... y tú ni siquiera sabes valorar los asientos de este cine que montamos. Ni siquiera tuvimos que empezar a reproducirla. Ni siquiera tuvimos que empezar un guión.

La chica de los gatos.

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