lunes, 26 de agosto de 2013

Doscientos treinta y dos.


Todavía no usaba tacones altos ni pintauñas cuando me fijé en aquel; de una forma diferente. Aún no sabía que sería él, al que vería sentir, llorar, sonreír, hacer el payaso, ponerse moreno, estar en forma, estar enfermo, creer, crear, nadar en el mar, estar cansado, preocupado, vestido, desnudo, despierto, dormido, enamorado... pero si te dejas llevar no tardas mucho en darte cuenta.
Y es lo más bonito de la historia.

La chica de los gatos.

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