lunes, 26 de agosto de 2013

Doscientos treinta y ocho.


Algunos días el corazón debería ser más prescindible, algo que te puedes sacar del pecho y guardar en un cajón. Lamentablemente, esos días igual que el resto, lo necesitamos. Dependemos de un ritmo cardiaco que no para, que es constante, y que nos punza a cada latido. Somos todo corazón, y quien pretenda arrancárselo morirá en el intento. No somos máquinas, somos personas... cúmulos de sentimientos contradictorios que un día nos hacen felices y al siguiente tiran a matar. Somos personas y estamos condenados a sufrir.
No podemos quitarnos el corazón y permanecer inertes hasta que cesen los vendavales. Al contrario, no nos queda otra que tomar aire y sentir. Sentir para bien y para mal. Sentir, latir y desear apuñalarte el pecho en el trayecto... pero es nuestra única alternativa, a no ser que quieras renunciar.

La chica de los gatos.

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