lunes, 25 de noviembre de 2013

Trescientos veintiséis.


-¿Estabas enamorada?
-Sólo por la noche. Él no entendía nada de mi. Sólo mi cuerpo. Y yo entendía el suyo. De día le despreciaba. Pero no podía vivir sin él. Me traicionaba, me humillaba y después con un beso le perdonaba todo. Una noche no volvió. Se había ido con otra. Sin una palabra. Pero con las prisas, se olvidó la pistola. Yo pensaba, ¿me disparo o le disparo a él? Pero, de repente, me vi frente al espejo y empecé a cepillarme así, despacio, pasada a pasada y se me iban deshaciendo los rizos, con la centésima pasada el pelo estaba liso. Me miré. Él ya no tenía poder sobre mi, era otra.

La chica de los gatos.

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