miércoles, 31 de julio de 2013

Doscientos doce.


Para transitar algunos dolores, para poder abrirnos a ellos, hay que animarse a perdonar. Perdonar es soltar la culpa, dejarla ir. La culpa es un ancla que nos detiene. Al perdonar, al soltar la culpa, nos soltamos a nosotros. Nos permitimos avanzar. Castigarnos una y otra vez por algo que no podemos cambiar nos detiene en el tiempo. Hay que salirse de la huella, de esos pasos que nos llevan una y otra vez al mismo camino. Perdonar, perdonarse, es crecer. Hay que animarse a avanzar, a no repetir las mismas respuestas a los mismos problemas. Nos cuesta perdonarnos y eso nos destina a quedarnos congelados en el error que cometimos
No perdonarnos, es nuestra forma de castigarnos. Perdonar es más que perdonar a otro, es entender que no somos culpables de las impotencias de los otros. Cuando repetimos aquello que nos hace mal, en realidad es nuestro intento por repararlo. Es un intento porque aquello que fue, no sea. Cuando volvemos al mismo sentimiento, buscamos la posibilidad de cambiar lo que pasó. Un imposible.
Perdonar es soltar la culpa de existir. Hay deseos muertos, que nos atan, nos detienen en el camino. Están los otros, los que nos empujan, los que nos abren el camino. Los deseos muertos quieren cambiar lo que no se puede cambiar. Nos hacen mirar atrás, niegan el perdón y la posibilidad de perdonar. Perdonar es dejar en el pasado, lo que es el pasado. Es acomodar ese trauma en donde corresponde. Es reconstruir desde las ruinas. Es cerrar esa puerta. Es dejar que el tren avance. Es volver a jugar el partido. Es afirmar la propia identidad. Es animarse a ser otro. Es superar nuestros miedos. Es enfrentar nuestros miedos. Es luchar contra nuestros demonios. Es reencontrarse con uno mismo. Perdonar y perdonarse es soltar eso que nos tiene detenidos en el tiempo, y al fin poder avanzar.

La chica de los gatos.

martes, 30 de julio de 2013

Doscientos once.


La mayoría de personas cuando tienen una aventura o una relación larga y rompen, la olvidan, pasan a otra cosa y la olvidan como si nada hubiera pasado. Yo jamás olvido a alguien con quien he compartido algo, porque cada persona tiene sus cualidades propias, no se puede reemplazar a nadie, lo que se pierde, se pierde. Cada vez que acabo una relación me afecta muchísimo, jamás me recupero del todo, por eso tengo mucho cuidado en las relaciones, porque me duelen demasiado, aunque sea un royo de una noche... No suelo tenerlos porque echaría de menos las cualidades propias de esa persona, me fijo en los pequeños detalles.

La chica de los gatos.

lunes, 29 de julio de 2013

Doscientos diez.


Cuando se pierde a un ser querido nos planteamos muchas preguntas y vamos entendiendo los ciclos de la vida, inevitablemente aceptamos que las cosas ocurren independientemente de lo que nosotros deseábamos o esperábamos.
Pienso que lo natural es nacer y morir pero cuando a un ser querido le llega la hora, sea como sea, parecemos no estar preparados, como si fuera algo que nunca pudiera ocurrir, como si estuviera ajeno a nuestra condición de humanos. Cierto día pasa y entonces pensamos en por qué no disfrutamos de esa persona, por qué no aprendimos de ella, por qué... Muchas preguntas pero la respuesta está muy clara: vive con plena conciencia cada segundo, disfruta cada paso de la vida, y acepta todo lo que ocurra con alegría y buen carácter. Hay otros mecanismos de respuesta: la culpabilidad, la depresión, el suicidio... pero son opciones alejadas del sentido común y que nos pueden llevar por caminos de sufrimiento que son innecesarios.
No deseo la muerte de nadie y menos de un ser querido, pero si deseo que hasta que esa hora llegue seamos capaces de vivir la vida, sin pensar tanto en lo que pasará y siendo más conscientes del presente, de lo que acontece en cada instante, por muy cotidiano que parezca. Para entender esto solo hay quitarse "el traje de romano" y abrir un poco nuestro corazón, sin miedo y aceptar a los que nos rodean, disfrutando de ellos sin tantos prejuicios.
En realidad, pienso que la muerte no existe, sino únicamente en un plano físico y ello me provoca una pérdida del miedo a vivir la vida, sin tapujos, aprovechando cada respiración hasta que por suerte o por que simplemente tenga que ser así, muera.
Por ello no hay que preocuparse. No me cabe duda que tras la muerte, para las grandes personas están reservados los grandes lugares. Ese gran lugar es un regalo y ese regalo es permanecer en los corazones de los que te han querido. Eso significa ser eterno y la eternidad es inmortal.

La chica de los gatos.

Doscientos nueve.


Que la pasión, incluso la más fuerte, se desvanece. Y el aburrimiento pasa a ocupar su lugar. La costumbre. Y todo parece igual. Apagado. Sin estímulos. Y el amor, ése que se describe en los libros y en las películas, resulta ser una mera fantasía. En ese momento se abren dos opciones: romper o engañar. Para renovarse. Para recordar cómo era esa poderosa sensación que te devoraba el estómago cuando pensabas en él. O en ella. En estar juntos. Y se sigue así, atrapados en un círculo vicioso de hipocresía, en el que ninguno de los dos tiene el valor de decirle al otro que el sentimiento ha cambiado, que se ha agotado, que ha desaparecido. Que tristeza. ¿Así es la vida?

La chica de los gatos.

Doscientos ocho.


Cuántas veces utilizamos el verbo querer para referirnos a los sentimientos, y cuántas veces lo hacemos falsamente. Porque hoy, el valor de un te quiero, es muy difuso. Muchas personas tienden a decir "te quiero" a cualquiera, sin saber ellos mismos que el valor de un te quiero lo pone la otra persona a la cual dedicas esas palabras...
Todos hemos recibido alguna vez en nuestras vidas un "te quiero" pero ¿cuántas veces han sido de verdad? Nunca lo sabremos. O sí... Solo cuando recibes esas dos palabras, de alguien que realmente siente lo que dice, de alguien que sabes que le cuesta mostrar lo que siente... de alguien a quien tú, tu persona, también quiere como a nada, te das cuenta del valor de un "te quiero". Y entonces comprendes que todas esas veces que lo habías oído por otras personas, dejan de existir, dejan de cobrar la importancia que un día tuvieron... dejan de ser te quieros, y se convierten en dos palabras más.

La chica de los gatos.

viernes, 26 de julio de 2013

Doscientos siete.


Si alguna vez he dado más de lo que tengo, me han dado algunas veces más de lo que doy, se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo y puede que no exista el sitio adonde voy.
A las buenas costumbres nunca me he acostumbrado, del calor de la lumbre del hogar me aburrí, también en el infierno llueve sobre mojado, lo sé porque he pasado más de una noche allí.
Me enamoro de todo, me conformo con nada. Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción.

La chica de los gatos.

jueves, 25 de julio de 2013

Doscientos seis.


Ya no me consuela el hecho de que no seas bueno para mí. Ni de que todo el mundo me repita cómo has jugado conmigo, cómo me has hecho sufrir, cómo soy siempre la tonta que vuelve a caer una y otra vez. Ya no me consuela nada. Y sé que soy una idiota y todo el royo ese, bla bla bla... Nunca te he entendido, nunca te entenderé. Lo único que yo entiendo de ti, es que te quiero. Y que soy una egoísta, porque pienso que solo yo te voy a aguantar tanto, y sólo yo te voy a querer tanto. Y no sé hasta cuando durará mi lucha por ti. Ni sé si acabará algún día. Lo único que sé es que yo quiero ser para ti, yo quiero ser contigo. Yo quiero ser y que seas lo que mis ojos callan, y de lo que mis caricias te cuentan... 

La chica de los gatos.

miércoles, 24 de julio de 2013

Doscientos cinco.


¿Soy sincera? Tengo miedo...
Tengo miedo de que nunca haya nadie al otro lado de la cama. Que algún día me levante y no consiga sentir nada por nadie, solo porque no me atrevo a decir que si. Tengo miedo de que las cosas se queden tal y como están; me gustan los cambios, me encantan las sorpresas y las cosas impredecibles (quizá por eso me fije en él). Tengo miedo de que nunca pueda sacarlo de mi mente. Tengo miedo de pensar que algo puede llegar a ser perfecto, porque cuando vuelva a la realidad, cuando pise este frío y duro suelo, todo va a dolerme más. No me avergüenza decir lo que siento, lo necesito, esta es la única forma que tengo de desahogarme y sinceramente me encanta. Por eso digo que tengo miedo; no quiero dejar de ser la que soy, ni de hacer lo que hago y no quiero que nadie me aparte de mi mundo, quiero seguir viendo las coas como las veo, quiero acostarme con ganas de escribir todas las noches, y quiero seguir pensando que todo tiene solución, que las cosas cambian tan rápido como yo quiero que lo hagan y quiero seguir pensando que esto está bien, que mi vida no es tan mala...
¿Me ayudas?

La chica de los gatos.

martes, 23 de julio de 2013

Doscientos cuatro.


Soy una experta en amores, pero no conozco el amor. Desde hace varios años me he burlado de ese sentimiento ciego, sin sentido, calificándolo como algo pueril, idealista y bobo, que solo los niños puede inventar. Pero ya no quiero burlarme, ya no puedo hacerlo, ¿me entiendes? Pensando en ti he imaginado lo extraordinario que debe ser dar todo a cambio de nada, desear lo mejor para la persona amada, disfrutar su alegría y llorar con sus tristezas. Permaneces a su lado en la adversidad, para darle una frase de consuelo, de ánimo, de apoyo. Entregar el alma y el corazón sin condiciones, sin pedir nada a cambio, por el simple gusto de darse, por la simple alegría de amar...
No me juzgues de impulsiva al hallarte con lo único que realmente intento decirte aquí: si alguna vez llego a amar a un hombre de esa forma, me gustaría que fueses tú, eres tú. Te siento conmigo, y eso me da fuerzas, pero también me aterroriza, porque si me equivoco esta vez, creo que nunca más seré capaz de levantarme...

La chica de los gatos.

lunes, 22 de julio de 2013

Doscientos tres.


¿Sabes? odio los te amo y los te quiero, pero sin embargo me encanta que la gente me de los buenos días. Adoro el verano y el calor, pero me gusta estar bajo la lluvia (sobre todo si es contigo). Me gusta el rojo, pero también el amarillo y el azul, no se por qué, supongo que porque simbolizan vida, ilusión, luz, posibilidad.
Creo que nada es imposible y todo se puede lograr, si puedes hacer algo lo haces y si no puedes lo intentas, el no ya lo tienes. Odio los cobardes y los que se pasan de valientes. Me gusta que me seduzcan, pero odio que piensen que soy fácil.
Odio a los lloricas, pero sin embargo veo a alguien llorar y se me ablanda el corazón de piedra pero ¿sabes qué? finalmente terminaremos todos en el infierno, los primeros seremos tú y yo, pero al menos allí se nos descongelará un poco el corazón.

La chica de los gatos.

Doscientos dos.


-¿Qué excusa tienes?
-¿Para?
-Para actuar como actuamos.
-No me gusta hacer lo que los demás esperan de mi, ¿por qué hacerlo?
-¿Entonces los decepcionas desde el comienzo?
-Algo así.
-Pues te has equivocado.
-¿Cómo?
-A mí no me decepcionaste.

La chica de los gatos.

sábado, 20 de julio de 2013

Doscientos uno.


Me he perdido. Lo acepto, me hundí en tus palabras, en nuestros sueños... nuestros proyectos, nuestras ganas de vernos, nuestra lujuria encerrada entre pestañeos. Recuerdo la última vez que te vi, tu cara de estúpido malote y mi cara de cabrona con zapatillas. Ardía algo entre nosotros, algo tan grande que conseguía mantenernos distantes... dejando el frenesí en un segundo plato. Y me quedé con hambre. No bastó con comernos con los ojos, con tantear las bocas a dos centímetros... no pudimos. No pude. Y... bye bye. 

La chica de los gatos.

viernes, 19 de julio de 2013

Doscientos.


Bebimos vodka de emociones, JB de alegrías y Martini de la juerga de nuestros cuerpos. Bailamos al sonido de la música, al compás de nuestros impulsos, al revoloteo de tus caderas. Tenemos una resaca de pensamientos, de ilusiones alocadas. Fue una noche de un "ven y sígueme". Fue mágica, pero sin magos y sin trucos. 

La chica de los gatos.

jueves, 18 de julio de 2013

Ciento noventa y nueve.


Tiene ganas de que alguien le apague las ganas, de dejar amor en la ventana. Dejar de morderse el labio con una sonrisa, de lunares en la espalda y besos en la nariz. Y mira que le gusta estar sola, de verdad. Sabe estar sola, pero aún no ha aprendido a vivir sin pensar en alguien.

La chica de los gatos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Ciento noventa y ocho.


Quizá diga la mayor insensatez del mundo, pero no hay peor cosa que dejar que una historia se evapore sin llegar a ser escrita. Y yo, abanderada de impulsos de corazón, estoy viviendo la mayor insensatez habida y por haber, sentada y sin mover ni uno solo de mis músculos. Me quité del medio, arañándome las entrañas y anulando el éxtasis que me provoca verte, y me quedé con esa extraña sensación de que todo había sido tan engañoso como irreal, y tu mano en mi nuca solo era un triste, resignado y obligado saludo. Frustrada me miro en el espejo y, aún creyéndomelo, repito en alto mi frase "el amor es la única filosofía". Y aquí estoy yo, sin amor y con un débil presente, poniendo orden a mi gran caos particular y enumerando todos los vacíos que quizá nunca se lleguen a llenar.

La chica de los gatos.

martes, 16 de julio de 2013

Ciento noventa y siete.


Nunca desesperes cuando la cosa va mal, no dejes de sonreír, no te hagas la víctima delante de esa mala sensación, no intentes encontrar una solución difícil, porque las cosas improvisadas siempre salen mejor. Siempre habrá solución. Por eso nunca pierdas la esperanza, mantente ahí, y en el momento menos pensando, todo irá bien
No permitas que nadie te diga que eres incapaz de hacer algo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo, y punto. ¿Sabes?, la gente que no logra conseguir sus sueños, suele decirles a los demás que tampoco cumplirán lo suyos...
Sabes donde estoy, ¿verdad?
Pues ahí seguiré cuando verdaderamente sepas lo que quieres. Yo en cambio, sé lo que quise desde el principio y sé lo que quiero ahora. Te quiero a ti.

La chica de los gatos.

lunes, 15 de julio de 2013

Ciento noventa y seis.


Comenzarás a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas. Te darás cuenta de que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o simplemente nada, sólo por el hecho de disfrutar de su compañía. Aprenderás que si no controlas tus actos, ellos te controlan a ti, y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad. Descubrirás que algunas veces la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que te ayude a levantarte. Entenderás porqué hay personas que besan sin querer y otras que quieren sin saber. Sabrás que hay personas que te defraudarán, otras que te darán lo esperado y otras que te sorprenderán.
Y sabrás que los recuerdos no están muertos; si recuerdas de repente determinados momentos del pasado es porque necesitas devolverles la vida, de vez en cuando. Porque extrañas la sensación que tenías en aquél instante, porque quisieras inconscientemente volver a vivirlo, repetirlo una y otra vez. Puedes olvidar a alguien, pero nunca olvidarás como esa persona te hizo sentir. Pero conforme pasa el tiempo te das cuenta de que es lo que está ocurriendo, si estás haciendo bien o mal, si debes seguir o parar. Haz lo que creas que debes de hacer, pero cuando lo hayas hecho tienes que estar segura y no querer volver atrás. Cuando no tienes nada, no tienes nada que perder.

La chica de los gatos.

Ciento noventa y cinco.


Que sí, que conozco sus sonrisas de "que le den al mundo, que hoy soy feliz". Y me se de memoria los hoyuelos que le salen en las mejillas, y su forma de ver las cosas. Que he recorrido mil veces su cuerpo en busca de lunares nuevos, y me se con los ojos cerrados dónde me dejó la marca de sus besos. Que no hay cielo que se compare con sus ojos y el sol podría salir con que solo respirara. Que sé las locuras que pasan por mi mente cuando sus pestañas chocan con las mías, y sé que si sus manos se vendieran yo sería la mejor postora, aunque se vendieran caras. Que todo lo que le rodea es sencillo, que tiene un corazón complicado y por eso a veces es tan fácil enamorarse de sus palabras.

La chica de los gatos.

Ciento noventa y cuatro.


Se amaron con locura, como dos amantes que lo saben todo uno de otro, sin preguntar, sin dudas. Ella dejó que él se la llevara a la luna, que jugara con ella hasta la saciedad. Empapados de sudor y gemidos, llenaron de vaho los cristales del coche, cubículo de amor que recogía sus silencios y sus miradas, que se balanceaba al compás de dos cuerpos que parecían ser uno solo. Durante minutos, o quizás años enteros, ella fue para él y él para ella, sin que hubiera nadie más, sin que las prohibiciones o las terceras personas importaran.
En aquel instante crucial, ella consiguió lo que había deseado desde que le había conocido: ser lo único para él. Con un último suspiro, él cayó sobre ella. Sus cuerpos, mojados y exhaustos, se detuvieron, sin querer moverse más. Dejaron que los minutos pasaran, sintiéndose uno, sin pensar un instante siquiera en romper aquella magia. Pero cuando él se levantó y la miró a los ojos, sonriendo, ella sintió que nunca, jamás, dejaría de haber magia en aquel día. Él rozó sus labios, sin dejar de mirarla, sin dejar de sonreír, empapándola de ternura, una ternura deliciosa que la paralizaba. Le susurró que se acercara a ella y él, como un niño bueno, apoyó la cabeza sobre su pecho y se abandonó al contacto de las manos suaves que se perdían por su espalda...

La chica de los gatos.

viernes, 12 de julio de 2013

Ciento noventa y tres.


A veces me pueden los sueños y conozco a hombres -quiero decir que me cruzo con ellos- y sin filtro ni credenciales, en un instante, me imagino una vida entera con ellos. La imagen de la felicidad occidental, un despertar en mañanas blancas, entre sábanas con caras de anuncio, y dos niños de la mano; o me los imagino simplemente tapando el frío
En el metro, aeropuertos, bares, librerías, tiendas de ropa, esperando a que se ponga en verde un semáforo, en cualquier lugar, allí están para darme la vuelta a la cabeza por un rato... Si ves a alguno dile que me acuerdo de él.

La chica de los gatos.

jueves, 11 de julio de 2013

Ciento noventa y dos.


-Nunca he dicho que no te quiera.
-Tampoco has dicho que lo hagas.
-Siempre le buscas tres pies al gato.
-Todo sería más fácil si me dijeses la razón por la que no quieres que estemos juntos.
-Tú y yo somos como un coche mal asegurado. No cubrimos los daños a terceros, enana.
-No sé si reírme o llorar.
-¡Ríete, que estás más guapa!

La chica de los gatos.

miércoles, 10 de julio de 2013

Ciento noventa y uno.


Aunque tú no lo sepas, me he inventado tu nombre. Me drogué con promesas, y he dormido en los coches. Aunque tú no lo entiendas, nunca escribo el remite en el sobre, por no dejar mis huellas... Aunque tú no lo sepas, me he acostado a tu espalda. Y mi cama se queja, fría cuando te marchas. He blindado mi puerta y al llegar la mañana, no me di ni cuenta de que ya nunca estabas...
Y aunque tú no lo sepas, nos decíamos tanto... con las manos tan llenas, cada día más flacos. Inventamos mareas, tripulábamos barcos, y encendía con besos el mar de tus labios...

La chica de los gatos.

martes, 9 de julio de 2013

Ciento noventa.


Siempre hay que hacerle caso al corazón, ir donde él te lleve. Confiar en él. Lo difícil de hacerle caso al corazón es lo que la gente olvida mencionar: que aveces el corazón nos lleva a lugares a dónde no deberíamos ir, a lugares tan aterradores como atrayentes.
Y aveces el corazón nos conduce a lugares que nunca pueden llegar a un final feliz. Y es ni siquiera es lo más difícil. Lo más difícil es que al hacerle caso al corazón dejamos lo normal y vamos a lo desconocido. Y cuando lo hacemos no podemos regresar.

La chica de los gatos.

lunes, 8 de julio de 2013

Ciento ochenta y nueve.


El amor comienza normalmente por la vista. Tal vez por un flechazo al verlo sentado en el banco de un parque, o tras encontrártelo varias veces en el autobús camino de clase. Si consiguieras oír su voz, comenzaría la participación del oído. El amor podría consolidarse en tu pecho al escucharlo decir ternuras o coincidencias con tu forma de ser, o podría derrumbarse si hiciera declaraciones como las de Raúl tras un partido. En tercer lugar vendría el olfato, el olor corporal, su perfume, su champú. Digo en tercer lugar, pero hay científicos que lo sitúan en primer lugar, ya que son las feromonas las que determinan la elección. Es algo más animal que lógico, dicen. Incluso afirman que las pocas personas que por lesiones o causas perinatales han perdido el olfato, son incapaces de enamorarse y caen en continuas depresiones.
Si la cosa va bien, como parece ser, en algún momento entrará en juego el tacto con algún roce de manos fortuito, algo liviano que se irá intensificando poco a poco. Ese es el objetivo, que el roce pase de lo fortuito a lo íntimo, quizá con algún abrazo de despedida o alguna caricia amistosa como antesala de lo que parece inexorable: que se complete el ciclo del amor con el gusto justo en el momento en que juntemos nuestros labios en el primer beso.

La chica de los gatos.

Ciento ochenta y ocho.


Aquella mañana se había despertado de malas, y encima tendría que aguantar dos horas seguidas de clase de biología, menudo aburrimiento. Llegó a clase antes de tiempo. Se sentó en su pupitre y comenzó a charlar con su compañera. De pronto comenzó a ver caras de sorpresa de las chicas que miraban a la puerta y, antes de que le diera tiempo a girarse alguien le tapó los ojos. Comenzó a palpar las manos que le cubrían los ojos tratando de averiguar quien sería su dueño, pero lo único que consiguió adivinar es que aquellas manos no eran de chica. ¿Un chico en su colegio? ¡Como le vieran las monjas! Y además había ido a verla a ella... ¡a ella! ¿Quién podría ser?
-¿Quién eres tú?
-Quien tú quieras que sea.- respondió el extraño. María se giró para encontrarse frente a frente con la cara de Ethan. - Vámonos de aquí.
Una inmensa sonrisa adornó sus labios. Su perspectiva del día acababa de dar un giro de 180 grados.

La chica de los gatos.

Ciento ochenta y siete.


Más tarde o más temprano estaremos contemplando este mismo cielo estrellado. Quizás seamos un poco más sabios, cada arruga será un recuerdo atesorado, y entonces no tendré pudor de afirmar, después de toda una vida que 1 y 1 no siempre son dos. Tú y yo siempre seremos uno. Lo blanco a veces es negro. Lo más fácil no siempre es lo más bonito. Lo más bonito no es siempre lo más acertado. Que si hablar se puede con la mirada, también se puede besar con las palabras.

La chica de los gatos.

viernes, 5 de julio de 2013

Ciento ochenta y seis.


Algún día escribiré la declaración de amor más bonita del mundo. Sé que será un día de otoño (porque me encanta el otoño), pero uno de esos en los que a pesar de brillar el sol, el frío te abraza hasta los huesos. Escribiré mi declaración de amor un día bañado en hojas de color naranja y castañas, con olor a almendras dulces. Y después le quitaré un beso, tal vez dos... nos respiraremos y nos acurrucaremos en cualquier portal. Él sabrá que lo quiero para siempre... yo me reiré un poco, juntaré la punta de mi nariz con la suya y le diré que si sabe lo poco que queda para que sea Navidad.

La chica de los gatos.

jueves, 4 de julio de 2013

Ciento ochenta y cinco.


Las cosas empezaron bien, nos vimos unos días. Cine, mantas, risas, cervezas, maquillando el pasado para parecer más de lo que somos... vamos, lo normal. Así unos días, hasta que uno de los dos pidió algo más. Ese fue el punto de ruptura para que el terreno que pisábamos comenzara a desnivelarse. Vinieron entonces los pretextos, los regates, los mensajes a deshora, las llamadas distanciadas en el tiempo... vamos, lo normal. Se empezó a cumplir esa extraña teoría de que el amor son vasos comunicantes donde uno quiere y otro se deja querer. Al final, con el corazón sin presupuesto, yo me cansé de perseguir, de no encontrar las llaves que abrían las puertas de tu alma y una buena tarde, después de unas semanas dándome excusas para no verme, te enteraste de que volaba en otro colchón, con otro que no eras tú. Y tú, que tantas veces me esquivaste, me empezaste a querer. Vamos, lo normal.

La chica de los gatos.

Ciento ochenta y cuatro.


Al final de la noche, cuando otra ropa se mezcla con la mía en la oscuridad de cualquier habitación, y beso todos los hombres que no tienen tu nombre, me doy cuenta de que algo se queda dentro. El final de todo, eso que nunca soy capaz de dar porque ellos no son tú.

La chica de los gatos.

martes, 2 de julio de 2013

Ciento ochenta y tres.


Corren tiempos raros para el amor duradero. En este mundo de vidas aceleradas y ansiedad a plazo fijo, Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, escribió hace unos años una gran reflexión sobre las relaciones amorosas y su fragilidad. 
La teoría, llamada Amor Líquido, explica algo absolutamente novedoso y un poco aterrador sobre los vínculos humanos: el comportamiento consumista que prevalece en nuestra sociedad se ha trasladado también a las relaciones y esto hace que nos hayamos vuelto consumistas de corazones y de cuerpos.
Las relaciones se toman y se dejan como si se tratara del consumo de productos dejando a nuestro paso un reguero de corazones rotos, tal vez el nuestro. Queremos relaciones profundas, seguridad y a la vez absoluta libertad para probar otras cosas. Queremos consumir y consumir pero nos aterra que nos consuman.

La chica de los gatos.

lunes, 1 de julio de 2013

Ciento ochenta y dos.


Ya sólo me interesa ser una mujer buena, las buenas personas, conocer el dolor de la gente y ver si puedo aliviar de algún modo ese fardo. Ya sólo me interesan los amigos que suman, los besos que restan penas, las caricias que se dan porque si, los corazones envueltos para regalo, el amor sin facturas de mis padres y la bondad azul de mi hermana. Ya sólo me interesan las canciones que barren nubes, los poemas que transportan y los políticos que renuncian porque no les dejaban decir la verdad. Sí, solo me interesan las sonrisas que provoca Messi, los que salen a vivir sin escudo, los que lo apuestan todo a la casilla de la ternura. Ya sólo me interesan los bares donde esperan los abrazos, el corazón blanco de los niños, las palabras sin doble fondo. Ya sólo me interesan las camisas que se abren para cerrar heridas, decirle a la hormiga que escuche a la cigarra y que los minutos de silencio sean porque estemos besando...

La chica de los gatos.