jueves, 3 de abril de 2014

Noventa y tres.


Que la primera calada sabe mejor si enciendes el cigarro con una cerilla, y los besos, los disfrutas más cuando son cortos, escasos y a escondidas. Es ley de vida, o por lo menos, la ley de mi vida desde que tú apareciste un jueves cualquiera dispuesto a robarme el corazón y lo bueno, fue sólo un momento, ahora me cuesta dormir.
Cuando pensaba que con tu amor no tendría suficiente no imaginaba que acabaría mendigando un beso, ni conformándome con unas migas de pan, y sin embargo, aquí estoy. Esperando en la parte de atrás a que tú digas "venga", para poder decir "vale"; saltándome los días de dos en dos porque pesan demasiado y el fin de semana nunca llega; aprendiendo, otra vez, a tragarme las lágrimas, las palabras y las ganas... Siendo la otra, el problema, la parte que no encaja en tu vida, ni en la mía.
Y hoy es domingo, y llueve en Madrid. Tengo una canción sin acabar y miles de palabras atragantadas en la garganta que no sé si escupir, o dejar que me ahoguen. Por mucho que quiera huir, tienes esa maldita fuerza que hace que yo esté siempre a tu lado, sin estar contigo. Sé que te quedarás, otra vez, y a mi me duele como granizo. Y es tan absurda esta situación como este domingo por la tarde, que llueve lo que yo no soy capaz de llorar.

La chica de los gatos.

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