jueves, 3 de abril de 2014

Cien.


El caso es que entonces ocurre algo que hace que te quedes parado en mitad del tiempo, suspendido entre los minutos que siguen pasando pero parecen congelados, y piensas si no estarás confundiendo la realidad con el deseo. Quiero decir que, a lo mejor sí se trate de esa persona, y quizás no. A lo mejor uno lo desea tanto que la inventa entre la gente, y vienen los fantasmas a escupir los recuerdos, a destiempo. Desapareciendo y apareciendo; apareciendo y desapareciendo.
Todos tenemos cuentas pendientes y puede que quedaran muchas cosas por decir, pero no creo que sea eso, creo más bien que es un deseo inconsciente. La necesidad, casi enfermiza, de acercarte al tiempo perdido entre los trapos sucios, platos sucios y algunas fotos. Entre los restos del naufragio del que a duras penas has salido con vida. Quizás sólo es el deseo de encontrar un trozo de los días en los que éramos eternos y vulnerables, con un amor entre las manos capaz de mover montañas...
Y entonces te imaginas que aparece él entre toda esa gente, sonriendo. Que sólo necesitas encontrarlo para hablar de cualquier tontería y poner en calma tu mente. Y quizás, lo único que deseas decir es "¿Qué ha sido de ese tiempo? ¿Qué ha sido de mi? ¿Qué fue de nosotros?".

La chica de los gatos.

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