miércoles, 9 de octubre de 2013

Doscientos ochenta y dos.


Me he cansado. Me he cansado de llorar, cuando realmente quiero gritar. Me he cansado de hacer malabares para encontrar en qué punto del camino hice yo algo mal, cuando la culpa es de otra persona. Estoy hasta los cojones de lanzar puñetazos y hacerlos volverse contra mi pecho. También me he cansado de tener que aparentar que una situación es normal, que nada ha pasado. Fingir que nada tiene tanta importancia, que no me afecta nada y a nadie afecta, que es común.
Me he cansado de intentar hacerme creer que no necesito cosas. Que no lo necesito, sino que lo quiero. No. Hay cosas que se quieren y hay cosas que se necesitan. Hace varios años, llenaba hojas de cuadernos llorando que me faltaba algo, que necesitaba algo y no sabía qué. Cuando me cansé de lloriquear, decidí que ya no quería necesitar cosas nunca más. Ahora comprendo que esas cosas no se deciden y que todos -sí, todos- tenemos necesidades. Y sólo quienes lo admiten y se preocupan por atenderlas y satisfacerlas, viven felices.

La chica de los gatos.

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