domingo, 13 de octubre de 2013

Doscientos ochenta y cinco.


Supongo que todo empezó ese día. Cuando, por alguna de estas casualidades que la vida deja caer, nuestras miradas se cruzaron. Algo frugal, superficial. Aparté la vista, reí las gracias de siempre, lo pasé bien y regresé a casa. Pero algo había cambiado. Tu rostro estaba presente en cada pensamiento que cruzaba mi mente. Y entonces lo supe. Otra vez, como una estúpida, me había enamorado.

La chica de los gatos.

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