- Me gustaría hablar contigo...
- ¿Sobre qué?- preguntó preocupado.
- Sobre cualquier cosa, solo deseo oír tu voz, tus opiniones. Ver como mueves la cabeza cuando te despeinas, como abres los ojos cuando cuentas algo sorprendente, o como estás a punto de cerrarlos cuando te hacen reír. El tema del que hablemos no es importante, lo importante es que sepa aguantarme sin hacer lo que llevo tanto tiempo deseando hacer.
- ¿Y qué es lo que deseas hacer?
Ella se quedó mirando sus ojos. No sabía si debía hacerlo o si no. Por una parte, deseaba decirle cuanto le deseaba, pero por otra, tenía miedo a que él desapareciese de su vida. Pensó, se planteó decírselo, y cuando fue a decir las palabras mágicas, él la cortó:
- Yo también te quiero.
- ¿Qué?
- ¿No ibas a decir que me quieres?
- ¿Cómo... cómo sabes eso?
- Porque desde hace un tiempo, me fijo en tu manera de mirarme, en tu manera de tratarme, de hacerme reír casi siempre, o de dejarme desahogarme si es necesario. Me fijé hace un tiempo, que tu manera de tratarme era tu manera de tratar a alguien especial. Tus ojos brillan cuando me miras, y eso quiere decir que tienes una ilusión o un sueño... No sé, pensé que me querías, pero veo que es lo que haces normalmente, o sin darte cuenta...
- ¡No, no! Has acertado... Pero... ¿por qué me lo dices ahora, si llevas un tiempo sabiéndolo?
- Porque cuando le conté a tu mejor amigo que te quería, él me dijo que hablase contigo. Quise hacerlo, pero tenía temor a que me rechazases o algo parecido. Sé que no soy el tío perfecto, y sé que no soy atractivo, pero me gustas, me gustas mucho.
- Ese temor lo llevo teniendo yo desde que te empecé a querer. Y posiblemente no seas el tío perfecto, pero ¿sabes qué? La perfección no es ser perfecto, sino valorar lo bueno y lo malo de la persona que quieres, aceptarlo, y quererlo así. A mí me pareces atractivo, y bueno, quizás tengas defectos, pero... ¿quién no los tiene?
El le cogió de la cintura, le arrastró hasta ponerla frente a él, y la besó. Luego, él la miró y le dijo:
- Posiblemente tengas razón con lo de la perfección, pero para mi eres perfecta. Me gustas así, con tus mofletes sonrojados, con tus ojos verdes al sol marrones a la oscuridad, con tus sonrisas hasta en los días más oscuros, con tus ganas de ayudar.
- Pues... ¿sabes qué? Siempre he pensado que los príncipes azules no existían...
- Y... ¿qué me quieres decir con eso?
- Que supongo que tú serás el de color verde pistacho...
La chica de los gatos.
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