Y en el momento en que una se escapa de tus ojos ya no hay vuelta atrás, ese sentimiento te domina y da lugar a una tempestad. Todo lo que llegaste a aguantar se desata como un huracán destrozando tus pequeños avances.
De nada sirvió ese esfuerzo que en cuestión de segundos se derrumba para volverte al punto de partida.
Y es tanta agua que derramas que se te olvida el motivo por el qué empezó todo. Hasta tu corazón se ahoga entre tanta agua llenando el vació que lo hace naufragar...
Y cuando estás en el estado inconsciente en que ves que tu corazón corre el riesgo de morir congelado en esas aguas heladas más propias del polo norte que de tus ojos hay algo que te eriza la piel y te rescata de tu propio naufragio... Y a medida que te saca a flote empiezas a notar otra vez ligereza y que tu corazón se niega a desistir... que siguen quedando fuerzas en ti... que pese a que tu te dabas por perdida al final quien manda es él.
Y es otra vez empezar a recomponerte hasta dejarte en el punto donde te quedaste antes de que el huracán acabara con el trabajo de los últimos días, meses, años... Como si dejaras la película a la mitad y en vez de volverla a coger por el sitio donde pusiste pausa vuelves a empezarla de nuevo..
La historia se repite una vez más, al final te sabes hasta el guión, como si fueras experta en inicios pero novata con los finales.
La chica de los gatos.
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